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Aíma es dulce, inteligente, cariñosa y amable. Eso es lo que las personas piensan cuando la observan, pero nadie sabe, que cuando cae la noche ella deja salir su verdadero ser. Un demonio que destruye, asesina y acaba con todo a su alrededor; cuídate porque una vez que estás en su mira nada te podrá salvar...
«Para millones y millones de seres humanos
el verdadero infierno es la tierra»
― Arthur Schopenhauer―
Era viernes por lo que Aíma tenía que salir a trabajar, todavía no conocía su itinerario de fin de semana, pero pronto tendría noticias al respecto. Después de acudir al colegio volvió a casa, vivía en una urbanización privada, rodeada de las familias más adineradas de la zona. En cuanto piso su residencia fui directo a tomar una ducha, necesitaba calmarse; soportar a los desplantes de sus compañeros, no era tarea fácil; los mortales y sus estupideces la sacaban de control.
El silencioso ambiente del baño, fue profanado por uno pasos firmes, ella estaba tan segura, como de que en el infierno no existe hielo, de que el invasor era Kólasi̱, el mensajero favorito de su padre; tenía la certeza de que, si su padre pudiera convertirlo en su hijo, con algún hechizo, ya lo hubiera hecho, él es su demonio favorito en el mundo, después de su hija.
-Se supone que debes tocar, para ver si no está ocupado antes de entrar-le reprochó mirándolo con sus verdes ojos.
- ¿Y desde cuando los demonios sienten pudor?
-No es pudor, es educación-señaló la pelirroja con una pequeña sonrisa, la espuma acariciaba su pálida e impecable piel.
-Creo que los humanos te están volviendo blanda-bufó él recostándose de la pared. Su cabello rubio oscuro lucia desordenado y en sus ojos café claro se notaba un enorme fastidio.
- ¿Quieres ver que tan blanda soy? -le susurró con una sonrisa insinuante, invitándole a entrar en la bañera. El joven accedió, se acomodó dentro de la lujosa tina. Ella pasó las manos alrededor de su cuello, al principio se relajó, pero luego sintió la presión de las uñas, creciendo contra su piel, poco a poco se fue quedando sin aire; cuando se encontraba entre la pequeña línea, que dividía la vida de la muerte, Aíma lo soltó.
- ¡No te asesino, porque eres el favorito de mi padre! Pero si vuelves a insinuar que me estoy volviendo blanda, no sé si me pueda contener-le advirtió molesta.
-Estuviste a punto de matarme-logró decir con dificultad, le costaba un poco respirar. - ¡¿Acaso estás loca?!
-Estás hablando con un demonio, no debes tratarme como si fuera una asquerosa humana. Cambiando de tema, creo que no viniste hasta aquí por mis caricias, ¿o sí?
-Traje tu nueva misión-respondió colocándose una mano en el cuello. Le explicó su misión rápidamente y se fue.
En resumen, tenía que ir a un bar, en busca de un hombre que se casaría el sábado; las ordines eran eliminarlo, debido a que la mujer con la que contraería nupcias, era su verdadero amor y no debían permitir que el bien triunfara, mucho menos que los humanos logren ser felices. Se dirigió al amplio closet, tomó un vestido negro, con escote en la espalda, se lo pasó, junto con unos tacones de 15 cm, color rojo sangre, soltó su cabello, provocando que la melena rojiza, cayera libremente.
Observó su reflejo ante el espejo, estaba lista para la cacería, alrededor de las diez de la noche, se encontraba entrando al bar; había mucha gente en el lugar, pasó junto a un par de borrachos, que soltaron comentarios desagradables, los ignoró, ¿acaso pensaban que a las mujeres les gustaba eso? Se dirigió hacia "su misión", al verla se puso nervioso, ella lo sintió. Sin demora, se acercó a ella, en ningún momento rompió el contacto visual, la pelirroja tenía la capacidad de manipular un poco a las personas, con solo mirarlas, lo tomó de la mano y caminaron fuera del lugar, hasta llegar a un callejón poco iluminado. El lugar perfecto para entrar en acción.
- ¿Qué quieres que te haga cariño? -susurró seductoramente a su oído.
-Llévame al cielo-musitó nervioso. La joven a quien seguramente le llevaba diez años, lo tenía sumamente excitado.
-Siento no poder hacerlo, al único lugar que irás conmigo, será al infierno-añadió dejando crecer sus uñas. Los ojos de Aíma se tornaron de un rojo intenso; acto seguido el hombre se liberó del trance. Se encontraba aterrado, ella le golpeó el pecho con su mano, sacándole el corazón. La sangre empezó bajar por su pecho, hasta llegar al suelo y sus ojos se quedaron sin vida, después de emitir un sonido desgarrador.
-Tengo un regalo, para ti-cantó Aíma frente a Kólasi̱, colocando un frasco de color ámbar sobre la mesa, frente a él.
-Un corazón-comentó el apuesto joven sin inmutarse.
-No es solo un corazón, representa el triunfo de la infelicidad en el mundo. Y cuando su novia se entere, será una gran victoria sobre el bien-anunció emocionada.
-Buen trabajo Aíma, eres eficaz-agregó Kólasi̱ sin ánimo.
- ¡Soy la mejor admítelo! -chilló enojada, deseaba golpearlo, para que se dignara a prestarme atención.
-Eres una creída-señaló girando sus ojos.
-Solo soy realista-aseguró ofendida y desapareció. Kólasi̱ era un tonto, que no tenía la capacidad de reconocer el talento, ni, aunque le cayera encima.
Los rayos del sol entraron por su ventana, anunciando la llegada de un nuevo día. Aunque para ella representaba, fingir algo que no era, estaba condenada a vivir una doble vida, asistir a un colegio que odiaba, rodeada que humanos desagradables. A veces le gustaría que fuera diferente, pero lo hacía por un bien mayor. Trenzó su cabello y se puso unos lentes algo pasados de moda.
- ¿Quién sospecharía de alguien tan inocente? -musitó ante el enorme espejo, observando el rostro tan delicado que reflejaba.
Tomó su mochila y se dirigió al colegio, caminaría esa mañana, al fin y al cabo, la distancia era corta. Cuando llegó sintió algo extraño, el ambiente demasiado sereno, tanto que comenzó a pensar que algo malo estaba por suceder. Había tanta paz, que le era perturbador e incluso doloroso. Extendió su oído, pero nada, todo era tranquilidad, eso realmente le extraño; subió las escaleras corriendo, se dirigió al laboratorio de ciencias y justo en ese momento lo vio; debía ser nuevo en el colegio o en la ciudad, porque nunca antes, sus ojos se habían posado sobre él.
Tenía el cabello rubio claro, sus ojos eran de un color marrón tan hermoso que parecían casi irreales; lo más raro era que se encontraba en completa paz, sus pensamientos, sentimientos, no había nada de maldad. «Eso era imposible» se dijo a si misma, porque las personas totalmente buenas no existían, todos poseían algo de maldad.
-Hola soy Daniel-saludó cuando pasó por su lado, embozando una gran sonrisa.
-Mi nombre es Aíma-contestó cortésmente y se dirigió a su asiento, había algo en ese chico. que se sentía mal, el solo hecho de verlo le perturbaba. Su teléfono sonó, era un mensaje de Kólasi̱
Te veo en 10 minutos, en la cancha de educación física.
Era raro que le escribiera; él siempre aparecía de la nada. Se levantó de la silla rumbo a la salida, pero cuanto se acercó a la puerta, tropezó con el profesor que se disponía a entrar al aula. El hombre se acomodó los anteojos y la miró sorprendido, o quizás adolorido por el choqué accidentalmente contra su enorme barriga; la joven inclinó la cabeza en señal de respeto, como la instruyeron las monjas, esperando que dejara pasar el incidente.
- ¿Señorita Smert se encuentra usted bien? -preguntó el profesor Sánchez
-La verdad no, creo que iré a la enfermería-murmuró fingiendo dolor.
- ¡Entonces vaya rápido! -le ordenó. Salió del salón directo a la cancha, cuando llegó Kólasi̱ jugaba con un balón de básquetbol.
-No lo haces nada mal-comentó la pelirroja, él sonrió y lanzó el balón. Ella lo atrapó sin esfuerzo.
- ¿Qué haces aquí? -preguntó curiosa.
-Algo muy malo está sucediendo, Aíma, me preocupa lo que pueda sucederte-respondió seriamente.
- ¿Y lo malo acaso no es bueno para nosotros? -soltó la joven, haciendo rebotar el balón contra el piso.
-En este caso no-aseguró dejándose caer en una de las bancas. Su rostro lucía preocupado.
- ¿Qué sucede?
-En el infierno se habla de una rebelión-respiró profundamente-. Siento miedo por ti-añadió con preocupación
- ¿Crees que soy una traidora? ¿Acaso piensas que yo estoy en contra del inframundo? -escupió la pelirroja casi a gritos.
-No es eso, pero Kovat piensa que es culpa de los nephilims y tú...
- ¡No termines la frase! -le interrumpió. - ¡Sabes que me da asco mencionarlo! -añadió llena de ira. Un ruido repentino, les distrajo de su discusión. - ¿Oíste eso? -preguntó a era Kólasi̱, su voz era casi un susurro.
-Creo que tenemos compañía-respondió con tono serio.
-Debes irte-musitó ella.
-Cuídate-murmuró antes de desaparecer.
-Yo sé cuidarme, ya no soy una niña-suspiró. - ¡¿Quién anda hay?! -preguntó tratando de sonar inocente.
-Soy yo Daniel-escuchó decir al chico rubio, desde la entrada.
- ¿Qué haces aquí? -le preguntó con normalidad.
-Me pareció oír voces y entre-soltó serenamente ¿No estabas con la enfermera? -indagó un tanto curioso.
-Necesitaba aire-respondió la joven, sonriendo tímidamente.
- ¿Te sientes bien?
-Sí, estoy mejor. Debo volver a clases-se despidió Aíma.
-Espera, te acompaño-añadió el rubio corriendo tras ella.
-No gracias, estoy bien sola.
-Nos vemos luego-agregó el joven con una amplia sonrisa y ella asintió con la cabeza.
Era extraño lo que le sucedía con ese chico, su presencia le descontrolaba, la hacía recordar cosas que creía haber olvidado y traía pensamientos nada buenos a su vida. No podía estar cerca de él, era lo único cierto; necesitaba sus instintos al 100% si pretendía enfrentarse contra Kovat. Al traspasar el umbral de su casa empezó a deshacerse del disfraz de "niña buena". Subió hasta la habitación, encendió el equipo de sonido a full volumen; no le preocupan los vecinos, las paredes son a prueba de ruido, por lo que nadie podría oír lo que aquí sucedía. Sonó el teléfono de la casa, sacándola de su momento de relajación; era su padre. Le alegra saber de él, puesto que era su único familiar con vida.
-¡Hola padre! -contestó alegremente.
-Beautiful malice-soltó él, su voz era áspera, pero sus palabras sonaban cariñosas.
-Tiempo sin saber de ti.
-Hay que trabajar si queremos reinar hija mía.
-Lo sé, ¿qué quieres?
-Mañana hay reunión, será organizada por el consejo y se requiere tu presencia en el inframundo.
-Con gusto iré-respondió extasiada.
- Kólasi̱ pasará por ti, le ordené llevarte.
-Entendido padre, lo esperaré con gusto.
-Kötü-se despidió antes de colgar.
Mañana iría al inframundo, casi nunca lo visitaba; debido a su condición, pero algún día estaría allá, ocupando el lugar que le pertenecía, reinando por sobre todos los mortales; justo a la diestra de su padre, por eso valía la pena convivir con los mortales, para así preparar el terreno para su ascenso. Él se lo había prometido cuando era una niña, siempre supo que mientras su maldad creciera, el reinado se la familia Smert florecería.
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Beautiful malice: Bella malicia.
Kötü: Sé mala.
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