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María Fernanda (Mafer) es una joven y hermosa chica que lucha por salir de la pobreza que la acongoja a ella y a toda su familia aprovechándose de sus atributos físicos y de su gran personalidad para lograr sus sueños y tener todo lo que siempre ansió desde niña; joyas, viajes, autos y todo tipo de extravagancias. Entra en el mundo de las damas de compañía donde en cuestión de poco tiempo se convirtió en una de las más cotizadas del país. Codeándose con la clase alta de la ciudad y con uno que otro mafioso millonario de los que más abundan en un país corrupto. Uno de los hombres más ricos del país, Vicente, se enloquece con el deseo de que sólo y únicamente este con él y a cambio ella recibiría todo lo que quisiera y más. Todo pintaba de maravilla hasta que regresa del extranjero el sobrino de Vicente y Mafer cae bajo los encantos del atractivo y peculiar muchacho.
―Te amo, quiero que lo tengas claro y nunca lo dudes, Mafer.
―No me digas eso ahora ―caída en llanto y con la cara llena de sangre y lágrimas, Mafer respondió mientras tomaba a Josué del rostro―. Te amo, como nunca había amado.
Tomándolo con fuerza lo acercó a ella y lo besó enérgica y delicadamente. Los dos lloraban. Sabían que ese podía ser el último beso que iban a poder sentir antes de que sus vidas terminaran y pasaran a ser otra desconocida historia en un país olvidado. Mientras se besaban las balas atravesaban las paredes e impactaban por todos lados de la casa, era una ráfaga de metralla que parecía nunca acabar.
Desde afuera se escuchaban los gritos de Vicente que en voz colérica gritaba: "Les dije que me las pagarían, basuras". Entre otros muchos insultos que salían de su boca mientras su banda de policías y militares asueldo disparaban sin calcular a qué le daban, pues la orden era sencilla, matar a todos los que estuvieran en la casa de campo.
― Paren, paren de disparar― empezó a gritar Vicente, todos bajaron sus armas y empezó a gritarle a Mafer―. Te daré una última oportunidad, sólo una y será la última. Depende de lo que decidas podrás vivir, seguir en tu maldita facultad y seguirás teniendo todo lo que quieras, pero tu perro faldero no tendrá la misma suerte. Sal y serás perdonada, pero Josué sí será entregado dentro de una bolsa negra a su madre.
Josué la besó más fuerte al escuchar la propuesta. Amaba a Mafer y estaba dispuesto a entregarse con tal y ella fuera feliz y siguiera viviendo. Cuando se ama con intensidad se puede cambiar hasta la vida propia por ver al ser que con tanto afán quieres cumpla sus sueños. Dentro de la habitación el miedo y la tristeza generaba una atmosfera que Mafer y Josué entendían.
― Lo haré, voy a salir ―con una leve sonrisa que trataba de maquillar su tristeza le dijo―. Quiero que lo entiendas. Te amo.
― No lo hagas, no quiero sentir que morirás por mí. Además Vicente puede estar mintiendo, igual nos matara a los dos.
―No lo creo, él también te ama. Nunca se perdonaría matarte.
Mafer le sonrió tristemente mientras lo halaba hacia ella. Aplicando todas sus fuerzas lo hizo girar para que él quedara debajo de ella. Rápidamente lo besó mientras con sus manos le desabotonaba el pantalón y bajaba su bragueta. Hacia la danza de lenguas con la que los dos sabían entenderse. Se subió lo que más pudo su vestido azul de terciopelo y con su mano derecha se movió la pantis lo suficiente para que Josué la penetrara. Se movía como las olas en meses de febrero cuando el invierno llega desde el norte a las costas del Caribe. Dejándose llevar por la excitación y el miedo gritó fuertemente: "Vamos a Salir, no disparen". Siguió envistiéndose contra la pelvis de Josué sin decir más que pequeños murmullos de placer. No pasaron más de tres minuto cuando ya Mafer temblaba y presionaba fuertemente los brazos de quien mantenía bajo su cuerpo. Hubo un silencio orgánico y dijo: "Acabé, respiró y dijo, si hoy es nuestro último día lo viviré gozándote". Josué logró acabar también y ya afuera amenazaban con comenzar nuevamente el fuego.
-Vamos a salir. Espero seas lo suficientemente hombre y cumplir tu palabra, Vicente- le grito con voz agresiva y cortante Josué-. ¿O romperás tu palabra ante tu gente?
-Se les acabo el tiempo, malparidos. O salen o los descocemos a plomo -gritó el Gocho mientras miraba a Vicente como esperando aprobación.
Aún se sentían vencidos por la escena de pasión y guerra que minutos antes habían vivido, pero sabían que era cierto, el tiempo ya había acabado y tenían que decidir rápido la mejor opción. La verdad ya no había mejor opción, solamente decisiones que igual los llevarían al desastre y la tristeza. Mafer se levantó de encima de Josué y con una mirada trato de decirle todo, este sin saber bien lo que ella le quería transmitir simplemente asistió con la cabeza y se puso de pies. Los dos se tomaron de las manos y caminaron siguiendo una luz que entraba de un gran agujero en la pared donde antes de la balacera había una puerta. Al salir vieron a Vicente con su cara de matón a flor de piel, al Gocho, a la bruja repugnante de Damarys y a una docena de maleantes uniformados de soldados y policías.
-Me entregaré y seré siempre tuya y de nadie más, pero necesito que me des tu palabra de hombre, que es lo único que respeto de ti. Quiero que le des la oportunidad a Josué de huir -entre lágrimas coléricas se dirigía a Vicente, Mafer-. Es lo único que te pido, ya en unas horas él estará en la frontera, se irá a Colombia y dejará de existir para nosotros. Sé que me he equivocado, Vicente, sé que me equivoque al ser feliz, pero ya lo sentí y ahora sólo quiero seguir mi vida contigo y lo que eso implica.
Vicente escuchó esas palabras y entró en vacilación. A él no le importaba si Mafer lo amaba o no, si amaba a Josué o a otra persona en el futuro. Él solamente sentía ese sentimiento de propiedad hacia ella. Un sentimiento como el que siente un niño de preescolar cuando otro le quita su juguete favorito. Se postuló muchas respuestas y decisiones en ese momento. Los podía matar a los dos, pero su hermana jamás se lo personaría, pues matar a su sobrino no era la mejor idea, además entendía que era una cosa de muchacho, si él estuviera joven y una mujer hermosa como María Fernanda le hubiese parado bolas, él no dudaría en disfrutarla y hasta enamorarse; pero por otro lado se habían burlado de él los dos y eso es algo que al señor Vicente Rangel no le había perdonado a nadie, ni a su mejor amigo, a quien mandó a mutilar para mantener su respeto antes sus camaradas y colaboradores.
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