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Santiago es un adolescente que está conociendo lo que es el amor. Su vida a sido alejado de la sociedad, por lo que no tiene amigos. Pero un día, sucede algo que le cambiará todo. Se mudan a la ciudad después de que su casa se incendia. Tanto él como su familia comienzan a trabajar en una mansión, es ahí donde consigue a el amor verdadero. Lo que no sabe, es que en esa nueva familia, hay cosas realmente aterradoras, y más cuando se enteren que Santiago es el heredero de toda esa fortuna.
Era un día radiante. En algún lugar en los llanos de Venezuela, en esos lugares donde la vista se perdía en el infinito, con hermosos amaneceres y atardeceres. Esos lugares donde los únicos sonidos en el ambiente eran de los gavilanes, el ganado en los pastizales y el alcaraván*. Esos lugares donde en las noches despejadas se podían ver constelaciones en el cielo, estrellas que brillan iluminando esas noches. Los llaneros en el día arreaban las vacas a los pastizales más verdes para que en las mañanas dieran buena leche. En estos lugares vivía una familia, la familia Izaguirre.
Ellos trabajaban el campo, cultivaban sus propios alimentos, y también cuidaban de la hacienda de un hombre rico que vivía en la capital de Venezuela. Ese hombre, era un profesor, daba clases en un colegio en la capital, sin embargo, tenía esta pequeña hacienda donde pasaba buenos días de vacaciones junto a su familia. Era un buen hombre, ayudaba siempre que podía a los Izaguirre. A parte de tenerlos trabajando en su hacienda, también les enseñaba a leer a los hijos de la mujer encargada de cuidar su hacienda.
La familia Izaguirre, estaba conformada por Josefa, una señora entrada en años, de unos setenta años de edad, conocedora de esas sabanas, de esos inmensos llanos, era curandera por lo que también conocía de hierbas para curar males.
Luego venía María Teresa, una mujer de unos cuarenta y cinco años, hija única de Josefa y viuda. María Teresa era una mujer aguerrida, no necesitaba la ayuda de ningún hombre para hacer trabajos duros y físicos, por eso se le veían buenos brazos y piernas. Era madre de dos hombre y una mujer.
Estaba también, María Angélica, una joven de unos veinte tres años, nacida y criada en estos llanos, pero con alma de una mujer de ciudad, o eso creía ella. Se creía dueña de la hacienda, aunque era una de las que les hacía mantenimiento. Tenía cuerpo de modelo, y era morena como la azúcar. Ella decía que había nacido en la familia equivocada ya que ella tenía que haber sido millonaria.
A ella la seguía Sebastián, su hermano. Este era un chico hermoso, de ojos verdes y cabello castaño, con un cuerpo definido moldeado por el trabajo del campo. Sebastián trabajaba en dos lugares, en la hacienda y también, el jefe se lo llevaba a trabajar en su empresa donde realizaba trabajos de mantenimiento, con un mejor sueldo y más comodidades. Esto permitía a qué Sebastián ayudara a su familia de mejores maneras, tanto que gracias a él, el año pasado se compraron un Jeep rústico y esto era bueno ya que en estos llanos, para poder salir al pueblo debían caminar carreteras largas que les llevaban horas, pero con la compra del vehículo, podían hacer mucho en poco tiempo.
Por último estaba, Santiago. El hijo menor de María Teresa. Lo poco que sabía del mundo, se lo había enseñado el jefe. Santiago era más del campo, a sus quince años, a penas sabía leer y escribir, también se sabía la tabla de multiplicar, pero del resto de las cosas académicas... Nada. Por ejemplo, no sabía mucho de las ubicaciones de los países, o como funciona nuestro cuerpo, o porqué los seres vivos mueren.
Donde vivían los Izaguirre no había televisión, internet, ni nada de eso. La hacienda y su casa, no poseían esas cosas pero para ellos no estaba permitido, no porque el jefe fuera un déspota, sino porque ellos eran muy incultos, solo Sebastián era más culto, y eso porque trabajaba en esa empresa en la ciudad.
La casa de los Izaguirre, estaba lejos de la hacienda que cuidaban, era de madera, con techo de palmas. Tenía muchos árboles frutales sembrados a su alrededor que daban fresca sombra. La casa tenía sus cuartos, su corredor, su sala y cocina, su patio grande, su baño, sus corrales donde guardaban animales como vacas, gallinas, cochinos, pavos, entre otros. Cerca de esa casa había un río caudaloso, de donde agarraban el agua para lavar la ropa sucia y para otras cosas útiles.
Como solo los fines de semana le trabajaban a ese profesor, así que los días de semana estaban en su casita y cuidaban de sus sembradíos de plátanos, cambures*, caña de azúcar, patillas, auyama*, y otros.
Una mañana, María Teresa se había levantado temprano como ya era costumbre, junto a su hijo Santiago, en las mañanas siempre ordeñaban a las vacas, la leche la usaban para hacer queso que luego vendían en el pueblo. Luego, Santiago se llevaba a las vacas a comer en los pastizales no tan lejos de la casa. Después María Teresa seguía con sus quehaceres, esa mañana iba a lavar ropa sucia al río. María Angélica la ve llenando las cestas con la ropa y le pregunta:
-¿Mamá, pa dónde vas tan temprano?
-¿Temprano? Mujer si ya son las nueve de la mañana. Es solo que en tu sueño de belleza pasaste de largo. Y voy a lavar, tu deberías venir conmigo. Mira que aquí también llevo tus trastes*.
En eso llega Josefa, ella venía de recoger unos aguacates maduros, al escuchar la conversación interviene.
-Tu no le deberías lavar la ropa a esa muchacha.
-A pues abuela, no sea así- dice María Angélica.
-Yo me voy a lavar, se me va a ir el sol. Quién me mandó a parir.
La mujer, se sube las cestas con ropas en la cabeza y se va para el río. Josefa se dirige a la cocina, prepararía los aguacates para comer en el desayuno. María Angélica se va detrás de ella.
-Vio abuela, casi mete la pata*, usted sabe que a mí no me gusta lavar.
-A ti no te gusta hacer ná. Ayúdame a cortar los aguacates para rellenar las arepas.
Por un camino, venía Santiago montado en un caballo a todo galope, gritaba lo siguiente:
-¡Miren! ¡Miren! Viene un carro.
El joven se baja al llegar a la casa, las mujeres salen a ver de quién se trataba. Era muy raro ver un carro por esas zonas casi desérticas.
-El maestro no es porque hoy es miércoles- dijo la joven.
-¿Quién será?- preguntó Josefa.
Ahí quedaron esperando a los visitantes.
.......
......
Los Wadskier
La familia Wadskier, era una familia adinerada y dueña de una de las cadenas de consecionarios automovilísticos más grandes he importante del país, también dueños de una casa de diseño de ropa de moda. La familia era numerosa y vivían todos juntos en una gran mansión en la ciudad, esta ciudad no era Caracas, estaba ahí mismo en los llanos pero más centrada, era una hacienda grande con piscina. Era raro ver a uno de sus miembros viviendo de forma independiente, claro está, cada uno de sus miembros tenía su trabajo enfocado bien sea en el consecionario o en la casa de moda.
Rosalinda, estaba en su cuarto peinándose y viendo su belleza frente al espejo. Ella era hermosa, también era presumida pero buena mujer cuando ella lo decidía ser.
-Tengo unas ganas de cortarme este cabello... No mentira, yo no sería capaz de quitarte la vida así- Hablaba con ella misma.
En ese momento entra una sirvienta.
-Señorita, su papá está allá abajo gritando como loco, diciendo que usted no va a ir para la capital- A esta sirvienta, llamada María Eugenia, le gustaba meterse donde no la llamaban.
-Mi papá está loco si piensa que no me va a dejar salir de aquí. Busca a mi hijo, y dile que si ya está preparado que nos vamos.
-Su hijo está con el joven, Chio.
-¡No te pregunté qué con quién está mi hijo! Te dije que lo buscaras. Solo búscalo.
-Claro. Compromiso, señorito.
-Esta vez mi papá no me va a controlar cómo lo ha venido haciendo, ya no soy una niña-Sale de la habitación.
Abajo en el primer piso, a pie de la escalera, estaba Luis Angel furiosa y Ana María, la otra hija de él. Esta dice:
-Hay papá, te va a dar un infarto. Yo me estoy yendo al río, los muchachos me estarán esperando en el camino- esta estaba saliendo. Se iría de excursión con unos amigos.
-Yo no sé qué les pasa a las mujeres de esta casa que quieren hacer lo que les da la gana.
-Viejito cascarrabias-dice la joven dándole un beso y saliendo con un morral en su espalda.
Justo ella sale, venía bajando Rosalinda, con una maleta.
-¿Cómo es que tú no me vas a dejar ir para la capital?
-¡Mientras tú vivas bajo el techo de mi casa harás lo que yo diga!
En ese momento, entra a esa escena, dos mujeres más; Trina y Sofía, madre e hija.
-Estás pasado, Luis Angel, tus berrinches se oye hasta la piscina. Aún crees que nuestras hijas son unas adolescente y no lo son. Rosalinda es una mujer adulta, puede hacer lo que ella crea mejor.
-Ah pero si Rosalinda, es mayor de edad, y puede hacer lo que le dé la gana, entonces que haga su propia vida lejos de esta casa.
Interviene Sofía.
-Papá, como que amaneciste con los apellidos revueltos. Relájate. Vive la vida y deja vivir.
-Tu guarda silencio, porque aquí quién pone las reglas soy yo. Estoy cansado de que por ese estúpido libertinaje, la empresa se está viniendo a pique, estoy prácticamente solo tratando de sacar un barco a flote que 6a está llegando al fondo. Se toman todo a la ligera y no debería ser así.
El hombre sale furioso de ese lugar.
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Santiago es un adolescente que está conociendo lo que es el amor. Su vida a sido alejado de la sociedad, por lo que no tiene amigos. Pero un día, sucede algo que le cambiará todo. Se mudan a la ciudad después de que su casa se incendia. Tanto él como su familia comienzan a trabajar en una mansión, es ahí donde consigue a el amor verdadero. Lo que no sabe, es que en esa nueva familia, hay cosas realmente aterradoras, y más cuando se enteren que Santiago es el heredero de toda esa fortuna.
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