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La vida de Sydney Carolina cambio en el momento en que pensó haber matado a su padrastro, huir y no volver, creyó ser la solución. Pero no todo es como parece, se enamoró de quien no debía y de ese sí que no podía huir. ¿Que pasara cuando se sepa la verdad? ¿Cuando todos te crean culpable y no confíen en tu inocencia? ¿Huiras de nuevo, o te enfrentas a tu pasado?
Lo supe en el mismo momento que mi madre trajo a ese hombre a casa. La vida me iba a cambiar y no para bien.
-No te me acerques, no te atrevas a dar un paso más hacia mí. -Comenzaba a desesperarme.
- ¿Qué vas a hacer, linda? -Preguntó aun mirándome de esa manera que siempre lograba asustarme.
Estaba entrando en pánico, como lo hacía cada vez que él me miraba con su cara de pervertido, pero esta vez era diferente, con solo mirarlo lo pude ver en sus ojos.
Hace cinco meses mi madre decidió traer a su supuesto novio a vivir a la casa, desde esos mismos cinco meses no pude dormir tranquila, pero mi madre, a pesar de ser buena persona, es muy confiada, y creo que está tan enamorada -o eso cree ella-, que cualquier cosa que yo le diga, no me la creerá. Pero esta vez está siendo diferente...
-Por favor, aléjate. -Supliqué una vez más.
Veía que cada vez estaba más cerca de mí y esto me estaba alterando aún más. Mi mente no sabía cómo reaccionar, más que suplicar que no se me acercara, hasta que lo sentí. Me tenía agarrada del cuello y podía sentir ese olor, ese horrible olor a humo, confirmando que estuvo fumando y eso no es buena señal.
Mi instinto me decía que huyera, pero no podía zafarme de su agarre, empecé a moverme intentando salir corriendo, pero me sostenía aún más fuerte. El asco llegó, fue cuando sentí que empezó a besar mi cuello. Grito y pido ayuda, pero sé que nadie me escuchará, ya que nuestra casa está un poco lejos de las demás. Mi madre así lo quiso y se me están acabando las opciones.
Alcanzo a levantar los pies lo suficiente, por el hecho de que lo tengo encima, presionándome contra la mesa que se encontraba cerca de la cocina, le doy una patada en donde sé que más le dolerá, tomo ese momento para intentar correr, pero no soy lo suficientemente rápida, ya que me agarra por el pelo y me vuelve acorralar encima de la mesa.
-Perra ¿Qué te pasa? No vuelvas a pegarme -Me insulta sin dejar de presionar mi cuello.
En ese instante sentí su puño en mi cara. Estoy segura de que me dejó un gran moretón, pero eso deja de preocuparme en el momento que introduce su mano dentro de mi blusa e intentó sacarla. Miro a todos los alrededores, inconscientemente buscando ayuda, hasta que creo encontrarla.
Sin que se dé cuenta, ya que el malnacido estaba intentando abusar de mí, logro zafar una de mis manos, y alargar mi cuerpo hasta alcanzar aquel viejo jarrón de barro que mi madre tiene de adorno de cuando le gustaba la artesanía. Si mi instinto no me falla, supongo que estaré en problemas, pero nunca peor que este.
Tomo el jarrón y le pego lo más fuerte que puedo en la cabeza, hasta que lo veo desplomarse en el suelo. Sangre sale por su cabeza y lo peor es que no siento remordimiento. Algo en mí era consciente que en esta situación era él, o yo.
El detalle más grande en este momento es que sé que mi madre no lo verá de esa manera. Para ella, yo siempre he tenido un problema con su novio. Tal vez el hombre ahora esté muerto por mi culpa, eso pensará mi madre, pero de algo estoy segura, no me quedaré a averiguarlo.
Aún seguía con los nervios de punta y al borde de un colapso, pero debía ir por mis cosas e irme antes de que mi madre llegara. La amo mucho, pero dudo que ella me perdone por esto. Entro a mi cuarto, saco algunas de mis cosas más necesarias, saco también mis ahorros de toda la vida con los que suponía entrar a la universidad y que ahora servirán para salvarme la vida y sacarme de esta.
MESES ANTES
Llego muy cansada de mi trabajo, había empezado uno nuevo como ayudante en una tienda telefónica, como ayuda técnica, siempre fue algo que me gustó mucho, incluso estaba reflexionando ir a pedir requisitos para ingresar a la universidad. Voy directo a mi cuarto a guardar bien mi pago de la semana, yo sé que algún día cumpliré ese sueño de ir a la universidad y ser todo lo que quise ser. Podía ver mis sueños cerca.
-Sydney...
Mi madre al parecer también había vuelto de su trabajo, tengo que contarle algunas cosas y espero que me apoye para ir a la universidad. Salí casi corriendo de mi cuarto para dirigirme hablar con mi madre, pero me sorprendió verla acompañada porque era muy raro mi madre llegar con alguien a casa.
- ¿Mamá? -Pregunté sorprendida.
- ¡Ah! Hola hija, ven aquí, quiero presentarte a alguien. Él es Andrés, es mi novio...
¿Su novio dijo? ¿Desde cuándo mi madre tiene novio? -Me pregunté.
Mi cara de sorpresa fue difícil de ocultar, no es que me importe que mi madre tenga novio, pero no se supone que porque no me importa, debía traerlo a mi casa.
-Así que tu novio. No quiero sonar mal educada, pero ¿Qué hace aquí? -Expresé un poco despectiva.
-Hija, pues sí estás sonando de esa forma. Pero bien, Andrés va a venir a vivir con nosotras -Dijo como si aquello fuera cualquier cosa.
-Perdón ¿Eso por qué mamá? No necesitamos a nadie más aquí en la casa. Estamos bien ambas, solo tú y yo -Hice notar mi molestia.
-Perdón que me meta, pero creo que eso quien lo decide es tu madre, ¿no? -Intervino el muy descarado y desde entonces supe que no me caería nada bien, y no tenía que ser sabia para saberlo, no es el tipo de persona que se gana el respeto de los demás tan pronto.
Hasta que sale el susodicho, aunque sea para intervenir con algo que no le importa.
-Pues no, esta también es mi casa y esto no me parece. Mamá, no puedes traer a vivir aquí a un hombre ¡Un desconocido! -Exclamé más molesta de lo que debería y en parte ofendida.
-Ya basta Sydney Carolina. Andrés se queda y punto -Sentenció.
En ese momento me di cuenta de que la pelea sería en vano, ya mi madre había decidido y no tuve de otra que aceptar, pero sin estar de acuerdo.
Ya no quería decir nada mas, solo aceptar que esta vez perdí yo y que nadie la haría moverse de su postura.
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