Rossete, una mujer con un corazón bondadoso, de carácter justo y hermosa como una flor. Ella, repentinamente, se ve casada con el hombre que amó durante su último año de universidad, lamentablemente, en aquel momento, las artimañas y crueldad de terceros los separó en un horrible malentendido, ahora, tres años después, nuevamente debido a la maldad ajena, se ve casada con quien le robó y jamás le devolvió, su corazón, pero él, recordando de una forma completamente distorsionado el pasado, la odia con toda su alma, o tal vez es el profundo dolor a consecuencia de un sentimiento mucho más profundo y hermoso. Los negocios, contratos crueles y la maldad ajena junto a la ambición, les pondrán varias pruebas y dificultades antes de tener la oportunidad de sincerar sus corazones, ¿Tendrán siquiera la oportunidad? Más allá de los títulos y responsabilidades de cada uno, ¿Podrán simplemente ser un hombre y mujer? Por otro lado, dicen que el primer amor nunca se olvida, y el primer amor de su vida, quien la conoce desde que solo era una niña, ha declarado nunca dejar de amarla ¿Y si en este caso, ahí es donde siempre debió estar? ¿Y si el primer amor es en realidad el amor de tu vida? **Podéis encontrarme en mis redes como escritora.elizabethssm**
Su abuela siempre le había dicho que el sacramento del matrimonio era algo sagrado y puro, un acuerdo entre dos personas que se forja en la base a los firmes ladrillos del amor, el respeto y la lealtad, Toda su familia había respetado aquellos principios, sus padres se habían casado por el enorme amor que se habían tenido, sus abuelos se habían conocido desde pequeños, cultivando día tras día, año tras año y década tras década un amor inquebrantable que incluso en el último aliento de su abuela, todos a su alrededor habían sentido el profundo amor de ambos ancianos.
Ella no era diferente, creía más que nada en aquellos pilares, pero entonces... ¿Cómo había terminado así? En el altar junto a un hombre que no la amaba, que, por el contrario, parecía despreciarla más a cada segundo que respiraba a su lado.
-Rossete Beaumont, ¿aceptas por esposo a Aiden Campbell? ¿En la salud y en la enfermedad? ¿Hasta que la muerte los separe?
La boda había sido organizada por la familia del novio y era ridículamente pomposa, incluso en la poca anticipación de la comunicación a los invitados. A su lado, prácticamente podía palpar el rechazo del novio por ella. No la había mirado en ningún minuto aquel día, ni siquiera en el camino al altar, no, había permanecido con la mirada perdida, en algún punto detrás de ella. El dolor era una sensación del cual ella estaba más que acostumbrada, pero no esperaba que, después de tantos años, el rechazo de Aiden doliera con la misma intensidad. No es como si alguna vez él la hubiera querido de alguna manera, él lo había dejado más que claro en aquel entonces, la única que se había confundido y malinterpretado cada uno de sus comportamientos había sido ella... Aun así, dolía como si fuera la primera vez.
-Si acepto.- Aquellas palabras jamás le habían resultado tan pesadas.
-Aiden Campbell, ¿aceptas por esposa a Rossete Beaumont,? ¿En la salud y en la enfermedad? ¿Hasta que la muerte los separe?
-Si acepto.- Dijo él sin una pizca de duda, pero a su vez, tampoco poseían sentimiento alguno.
-Por el poder que Dios y la corona británica me concede, yo los declaro, marido y mujer, Aiden, puedes besar a la novia.
El corazón de ella se apretó en un espasmo de ansiedad cuando ambos se giraron uno frente al otro y él puso ambas manos en su cintura, se acercó a ella de cierta forma en la cual cubría ambos rostros de los asistentes y testigos de la boda, por el otro lado, el largo cabello de ella cubría a ambos de los ojos del ministro que oficiaba la boda, sus miradas se encontraron una vez más con la misma cercanía que tres años atrás, pero aquel día, él no la mirada con apreciación o curiosidad, sino, puro odio y ardiente rencor.
-Incluso en tu patética carrera actoral puedes hacer una simple escena como esta, trata de no arruinarlo.- susurró contra sus labios, su pecho fue una dolorosa estocada una vez más, pero pese a que no comprendía de donde nacía todo aquel rencor, le dio una suave sonrisa, mientras los asistentes aplaudían. Unos segundos después él se separó de ella y se puso a su lado una vez más, ella mantuvo una perfecta sonrisa y juntos pasaron al salón de la recepción.
Aiden sujetó la cintura de su ahora esposa y juntos bailaron el vals de los novios, en un profundo silencio, no fue hasta casi los últimos segundos que él se acercó a su oído y susurró.
-Después de tantos años... pensé haberte dejado en claro la última vez que nos vimos, mi nulo interés romántico en ti. Recurrir a meterte en mi cama en pleno evento internacional es...
Las uñas de ella, sobre el agarre de su mano, mientras se movían al compás de la música, se enterraron con saña.
-Te recuerdo que no has sido el único afectado.- Susurró ella sin aflojar sus uñas sobre la mano ajena.- Alguien puso algo en mi bebida y desperté rodeada de un millón de gente que no conocía, en un sofá, semidesnuda.
La mandíbula de Aiden se tensó debido a las uñas de ella y disimuladamente la hizo girar para cambiar la posición de sus manos y librarse del ataque.
-Eso dices tú, pero la única beneficiada con esto eres tú.- dijo él nuevamente en voz baja cuando solo una fracción de segundo después, la canción terminaba.- Sígueme.
Bajó esa orden, abandonaron la pista de baile disimuladamente para ir a hasta una oficina contigua, un salón para la intimidad de los novios, ahí mismo sobre el escritorio estaba el móvil de ella, que en el segundo que él cerraba la puerta detrás de ella, Rossete se acercó a revisar, un mensaje de Maurin, el mayordomo de su abuelo y que cuidaba personalmente de su delicado estado de salud. Había hablado con él hace pocos días, solo uno después de anunciar su patético compromiso con un hombre que la odiaba.
El cáncer al pulmón de su amado abuelo, su única familia viva, estaba en un estado terminal, ya le quedaba poco tiempo de vida y ella, que debió de haber vuelto para estar con él luego del que debió haber sido un corto viaje de negocios, cuando, se vio envuelta en aquella situación lamentable.
"-Mi único pesar, mi querida niña, es que te dejaré sola, ningún hombre ha cautivado ni es merecedor de tu corazón.- Había dicho él con suma dificultad para pronunciar cada palabra en aquella videollamada, su abuelo, quien la había criado tras la repentina muerte de sus padres, se moría y ella se había metido en un escándalo, ¿Cómo podía darle tal preocupación?, simplemente no fue capaz. Por ello, recurrió a la única idea que se le ocurrió, las cartas del destino ya se habían echado y la única forma de mantener su identidad en secreto y proteger a su abuelo, era seguir con su patética suerte.
-No deberías preocuparte, abuelo, lo cierto es, que me he fugado para casarme, aquí, en Reino Unido, soy una simple modelo, nadie importante, solo Rossete y Aiden es solo un hombre que me ama, queríamos esperar más, tu recuperación para celebrar una boda como se debe pero...
Su abuelo la miró varios segundos, sorprendido y repentinamente embriagado por una calma en el alma al saber que su adorada nieta no estaría sola, había un hombre a su lado.
-Aiden Campbell, conozco a su familia, será un buen hombre para ti, pequeña mía, fuga tu amor y luego, tráelo a casa, quiero conocer al valiente que robó el corazón de mi nieta..."
Aquellas habían sido sus palabras, pero ahora... ¿Cómo podía pedirle a aquel hombre que la odiaba que fingiera amor frente a su abuelo?
Abrió el mensaje sin importarle hacer esperar a su nuevo esposo.
" El señor Beaumont ha caído en coma, no sabemos cuando podría despertar, el doctor dice que por ahora, es lo mejor, si despierta, le avisaré. Señorita, vuelva a casa cuanto antes, por favor, al señor no le quedan más de dos meses."
Apagó la pantalla con el corazón apretado, su amado abuelo... No podía dejarla aún.
-Firma esto.- la orden seca y fría la sacó de sus tormentosos pensamientos, devolviéndole la atención a aquel guapo pero cruel hombre.
-¿Qué es?
-Nuestro acuerdo de divorcio, se hará oficial y podremos olvidarnos de este horrible día.- Cada palabra era una aguja en su corazón, estúpido, estúpido corazón, ya no debería de afectarle la crueldad de Aiden, había sido incluso peor el día que había desnudado sus sentimientos por él, y aun así, latía con cada mirada que él le regalaba.
Se obligó a tragar el nudo que se había formado en su garganta y mantener su expresión de póquer, hace tres años se había prometido, jamás nunca volver a ser vulnerable frente a otro hombre, nunca dejar que nadie la viera llorar y aquel, no sería el día que rompiera su juramento.
Tomó el documento entre sus manos y lo leyó atentamente. Al terminar el tiempo acordado, ella no recibiría ningún activo de su familia o matrimonio, pero sí, una compensación como pensión de varios millones de libras esterlinas. No era como si lo necesitara de cualquier forma.
-Firmaré porque no tengo intenciones de vivir con un hombre que me odia.- respondió ella sin levantar la mirada- firmaré, también, el acuerdo de confidencialidad que me dejas aquí, nunca hablaré de lo que pasó aquel día en la fiesta, ni llevaré el apellido Campbell, pero tengo una condición.
Él la miró con una intensidad que nuevamente hizo su corazón temblar y su alma llorar, el rencor en su mirada era antiguo y cruel ¿Qué era lo que había hecho tan mal?
-¿Cuál?- Preguntó finalmente él luego de varios largos segundos.
-Dos. No, un mes, mantengamos esta farsa por un mes más.- pidió ella, no quería explicar la razón, era demasiado doloroso y personal, pero si él lo solicitaba, no tendría más opción.
-¿Por qué?...-Preguntó y ella resignada abrió la boca para hablar, pero él la interrumpió.-... No me importa realmente, si tanta debe ser tu asquerosa ambición por vivir como una Campbell bien. Perfecto, un mes entonces.
Él tomó un lápiz y cambió aquel detalle antes de entregarle nuevamente los documentos, ella, con el pecho adolorido, firmó.
Entonces, cuando él guardaba ambas copias en una carpeta, la puerta se abrió, un hombre que reconoció como el secretario de Aiden, entró en la estancia, se acercó a su jefe y habló en voz baja solo para él.
-Señor, ella ha vuelto.- dijo este y una expresión de preocupación se delineó en su rostro.
-Prepara el auto, nos vamos pronto- ordenó y este asintió.
Segundos después volvieron juntos a la recepción, como una actriz profesional desempeñó el papel de la novia perfecta, felizmente enamorada de su esposo, incluso cuando su corazón sangraba por su constante rechazo. Aiden se limitaba a sonreír y asentir con la cabeza a los invitados y familiares, pero para sus adentros, estaba completamente asombrado de la naturalidad con que aquella arpía mujer, podía actuar, o tal vez no fuera una actuación, y como había supuesto, todo esto era parte de su asqueroso plan, quedarse con él ¡Ja!, como si fuera tan estúpido, aquella detestable mujer, una cazafortunas descaradas, era una idiota si creía que en treinta días su opinión sobre ella podría cambiar, incluso con su belleza indiscutible, el no caería, no una segunda vez.
-Es hora de irnos, cariño- dijo sujetando la cintura de ella con una aparente comodidad que a ella le dolió.
-Mi querido Aiden, mi nieto, ¿Dónde llevas a tu preciosa esposa en medio de su fiesta? - Preguntó su abuelo sentado junto a ellos. -La tendrás toda la vida, no seas egoísta con nosotros.
-Lo siento abuelo, pero los esposos necesitan tiempo para estar juntos después de la fiesta - Dijo Aiden con una cariñosa sonrisa reservada solo para su adorado abuelo.
-Bien, está bien.- Dijo el orgulloso hombre, se giró hacia su nueva nieta putativa - Es un placer tenerte en nuestra familia...- dijo y se acercó a su mejilla para susurrar.- Princesa. - Luego besó su mejilla con un sincero cariño que acongojó el corazón de Rossete, Aquel hombre conocía su identidad, no le sorprendía, tenía la edad de su abuelo, ¿Qué otras cosas conocía aquel anciano rico en sabiduría?. No se atrevió a preguntar y simplemente le agradeció con sinceridad para luego ponerse de pie, de toda la familia de su nuevo esposo, aquel hombre era el único que mostraba un sincero cariño, el hermano mayor parecía inmerso en sus propios asuntos, el menor era una incógnita aún, y lo había encontrado mirándola más de alguna vez, la madre... Mostraba su descontento de forma abierta y sin tapujos, mientras el padre, al menos, se esforzaba por ser educado.
El secretario de Aiden le entregó las llaves del coche luego de bajar de este para que los novios subieran, en silencio, Rossete se acomodó en el asiento del copiloto y así se mantuvo mientras su esposo conducía, había caído la noche y el cielo estaba nublado, el frío comenzaba a llegar a Londres junto al otoño, ella no había tenido tiempo para pedir que le llevasen del hotel donde había estado hospedándose un cambio de ropa, y ahora, solo tenía aquel vestido comprado por la familia de su esposo. Era hermoso y adecuado, pero no era parte de ella. El coche se detuvo al orillarse en plena avenida principal. Ella miró el lugar, sin reconocer el sector, su mirada se fijó en Aiden que sujetaba el volante.
-No soporto tu rostro un segundo más, bájate.- ordenó, la frialdad en su voz bajó la temperatura del interior del vehículo varios grados más.
-¿Cómo esperas que llegue a mi hotel desde aquí?
-No es mi problema. Toma un taxi, no me importa, ¿O ni siquiera tienes dinero suficiente para eso?- Preguntó con un tono destilando burla y veneno.
Su orgullo dolió profundamente, su corazón se trizó un poco más, pero ella no era la misma chica de hace tres años. Con la frente en alto, abrió la puerta del coche y salió de este, dando un fuerte portazo, comenzó a caminar calle abajo, sin un rumbo fijo o idea alguna de como llegar a su hotel y no es que tuviera problemas de dinero, muy por el contrario, pero aquella mañana, cuando habían ido por ella al hotel, no pensó pertinente llevar dinero o una tarjeta, jamás pensó que la crueldad de Aiden llegase a tal extremo para dejarla en medio de la noche de aquella forma. Vio como el Mercedes de su esposo se alejaba rápidamente.
Camino por las oscuras y pocas iluminadas calles de Londres cerca de una hora, sus pies estaban heridos y cansados, estaba perdida y tenía frío, la poca gente que pasaba por ahí la mirada con lamento, como un bicho raro, ella se obligó a sí misma a no compadecerse, no le daría en el gusto a aquel desgraciado.
Unos minutos más tarde, un lujoso coche rojo se detuvo a su lado, la ventanilla bajó y dejó ver al extraño hermano de su esposo en él.
-Siento la demora, pero nadie nos presentó adecuadamente, soy Jimmy, el hermano menor de Aiden.- señaló él, ella, asintió sin ganas de decir mucho más, su nombre no debía de ser desconocido para él.- Déjame llevarte a casa, no sé que demonios está pasando por la cabeza de mi hermano, pero me disculparé en su nombre. Sube por favor...
En cualquier otra circunstancia, su orgullo le habría impedido aceptar, pero en aquel segundo, estaba cansada, adolorida y pérdida, además, no tenía a nadie en Reino Unido para pedir ayuda. Sin meditarlo más se subió al asiento del copiloto y se dejó llevar.
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