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Gianna Zacarias una adolescente de apenas quince años, viva en un humilde pueblo con sus abuelos, vivan de la pesca y de dulces de coco que la abuela preparaba los fines de semana. Los cuales Gianna salia muy entusiasmada a vender. Una mañana de un sábado paso algo muy inusual en la playa. En ese lugar nunca se habian visto atracar un barco tan grande y lujoso, gran parte del pueblo estaba a la espera de saber quien era el dueño. En eso ella aprovecho la oportunidad y pudo vender su mercancía lo mas rápido posible, así que corrió de nuevo a la casa por mas mercancía la abuela encantada le lleno de nuevo la cesta y ella muy alegre les contó lo que habia visto. Ellos intrigados la acompañaron esta vez. Mientras ella continuaba vendiendo sus dulces. En el barco habia alguien observando a todos los presentes como si estuvieran buscando a alguien. De pronto unos binoculares se detuvieron a solo observar a una chica muy particular con unos rasgos muy diferentes y al observar un pequeño detalle en su hombro hizo que esa persona cayera al suelo. El abuelo intuyo que algo estaba pasando y tomo a Gianna de la mano junto a su esposa y salieron de allí enseguida. Gianna un poco confundida solo se dejo llevar por su fuerte mano, al llegar a la casa, él solo le pidió que no saliera mientras esa embarcación permaneciera allí. Ella solo le decía que era la oportunidad de hacer un poco mas de dinero, pero él solo le prohibió que lo hiciera. Así pasaron varios dias hasta que la embarcación desaprecio una mañana. Todos contentos emprendieron de nuevo sus actividades sin saber que la vida les cambiaría ese mismo día.
Por un caminito yo te fui a buscar,
muy lejos caminé y al fin yo te encontré.
Por un caminito yo te fui a buscar,
muy lejos caminé y al fin yo te encontré.
Hoy me siento muy feliz porque estoy junto a ti,
no te olvides nunca que sos para mí.
Todas las tristezas que en mi camino pasé,
se han borrado todas cuando te encontré.
Por un caminito yo te fui a buscar,
muy lejos caminé y al fin yo te encontré.
Por un caminito yo te fui a buscar,
muy lejos caminé y al fin yo te encontré.
Gianna caminaba por la playa cantando alegre, aquella hermosa canción. Era algo vieja pero era la canción favorita de la abuela de tanto oírsela cantar se la aprendió y cada vez que salia a vender pescado y dulces era lo primero que se le venia a la mente.
-Buenos dias Gianna, te levantaste muy temprano y alegre esta mañana,- le sonrió su amigo Heleazar, un viejito que se la pasaba frente a la playa con su guitarra y unos tambores. Cosa que Gianna disfrutaba cuando ya venia de regreso en la tarde.
-Buenos días señor Heleazar. Si, aquí voy con un poco de mercancía, espero venderla temprano, hoy se ve que hará mucho calor -respondió ella muy entusiasmada.
-Bueno, según las noticias se oyen rumores de que habrán unos cambios de climas repentinos, puede que de pronto se presente vientos fuertes, ten cuidado, no te confíes.
-Sí, eso oí. Dicen que viene acercándose un huracán. ¿Usted cree que llegue por estos lares, señor Heleazar? Yo nunca he presenciado una cosa de esas.
-Y esperemos que jamás lo presencies, eso es algo que no se lo deseo a nadie. Jamás se sabe en que se puede convertir una cosa de esas hija.
-Uy me asusta, señor Heleazar. Bueno me voy, nos vemos mas tarde. Tome este dulcito para la suerte.
-Gracias Gianna. Espero que los vendas muy rápido.
-Gracias -laralaralara... tarareaba Gianna.
-Esta chiquilla si que es feliz -replicó don Heleazar hablando para sí-. Ojala que jamás sepa la verdad de su vida.
Gianna continuó su camino y sin pensarlo se fue al pueblo, allá era mas fácil poder vender las cosas. Poco a poco se dio cuenta que ya solo le quedaban unos pocos dulces y se fue directo a un puesto de rosas. Le encantaba charlar con la dueña del puesto, era una chica joven de unos veinticinco años y el olor de sus rosas le encantaba, siempre que Betty podía le regalaba un ramo y se lo llevaba a la abuela.
-Hola Betty, que lindas estan tus rosas hoy.
-Hola Gianna, gracias. Pense que no vendrías hoy. Como esta semana le fue muy bien a tu abuelo en la pesca.
-Si, gracias a Dios. Pero ya sabes la costumbre de mi abuela. Haciendo sus dulces y como a mi me encanta venir al mercado no lo pensé dos veces -se rió ella.
-Sí ya veo, ¿y que hizo para esta semana?
-Mira conservas de coco con piña, quedaron deliciosas. La casa quedó impregnada con el olor.
-Me imagino. Bien dame unas seis, llévalas a la casa de Mercedita y dile que le de a los niños de mi parte.
-Muy bien Betty. ¿Le vas a mandar algo más?
-No, yo iré más tarde para allá. Creo que la pequeña Ines está un poco enferma y le llevaré unas cositas luego que termine de vender y entregar mis rosas.
-Si quieres te puedo ayudar a entregarlas
-¿De verdad Gianna? Pero si tu abuela te está esperando para que salgas a vender mas conservas.
-No, solo hizo unas pocas docenas, tranquila. Ya estoy lista, mira, tú me compraste las últimas. Solo me queda esta ultima y la podemos compartir -vuelve a reír.
-Que chica mas traviesa -le dice Betty-. Por eso es que todo el mundo te ama, nunca te da pereza nada. Siempre estás ayudando a los demás.
-Bueno Betty mi abuelo siempre dice <>. Ademas, si me voy a la casa es para encerrarme y si no me voy para que don Heleazar a escucharlo tocar y cantar.
-Esta bien, deja tu cesta por aquí y empieza con estos dos ramos. Lleva mi bicicleta, así te ahorras un poco mas el tiempo.
-Esta bien, déjame subir. Mira que no soy muy diestra con esta cosa aun pero algún día aprenderé bien -volvió a reír. Gianna era una chica divertida.
-Ay Dios Gianna, ve con tranquilidad y recuerda, que te paguen de una vez.
-De eso no te preocupes, ya sabes que eso es lo primero que hago antes de entregar la mercancía.
-Muy bien, ve al negocio de don Gerardo, su esposa esta de cumpleaños y me encargo estás rosas rojas. Y este ramo es para la casa de doña Gertrudis.
-Que hermoso ramo. Esa señora Gertrudis debe tener mucho dinero, ¿verdad Betty? Para vivir en esa casa tan bella y grande. ¿Sera que tiene familia? Yo nunca la he visto con alguien.
-Sí, tiene un hijo. Pero creo que está en el extranjero. Es más o menos de tu edad. Pero dicen que es un chico muy caprichoso, malcriado y grosero. Yo no lo conozco, pero así dicen las malas lenguas. Y la mía que lo está repitiendo.
-Betty, por Dios -dijo riendo-, bueno espero que no esté en la casa, no me gustaría cruzarme con una persona así.
-Ve, se hace tarde con tanta charla.
-Bien, nos vemos dentro de un ratito.
-Ve con cuidado.
Gianna salió en la bicicleta tambaleando de un lado a otro pegando gritos y sonando la campanita. De pronto al verse sin nadie que le truncara el camino empezó su grandiosa melodía.
Minutos mas tarde, luego de llevar las rosas a don Gerardo, siguió su camino a casa de doña Gertrudis, le quedaba a dos cuadras de allí. Cerca de la iglesia del pueblo. Esa era la capilla donde venían todos los domingos con los abuelos a pedirle a la virgen que los ayude con la pesca cada vez que su abuelo se va a alta mar a buscar mercancía.
La casa en realidad era muy hermosa era de dos plantas, con un jardín lleno de muchas flores pero no habian rosas por ningún lado. Ella después de observar unos segundo tocó el timbre y alguien le respondió por el intercomunicador.
-Si, dígame.
-Buenos dias señora Gertrudis, aquí le traigo el encargo de la señorita Betty.
-Muy bien, ya te abro, pasa y déjalas en la cocina. Allí en la mesa está el dinero.
-Ok, ¿usted tiene perros?
-¿Perros? Sí, pero note preocupes, en este momento están encerrados. Pasa, ya esta abierto.
-Gracias.
Cuando ya Gianna llevaba la mitad del camino entre la puerta de la entrada y la cocina, oyó que algo venía corriendo tras de ella. Cuando ella se dio cuenta que era un gran perro corrió como nunca lo habia hecho. Como pudo empujó la puerta y la cerró con tal impulso que sonó muy fuerte el golpe.
Se quedó parada detrás de la puerta con el corazón acelerado. Segundos mas tarde, apareció una hermosa mujer de cabellos largos negros y ondulados, sus labios pintados de un carmesí como el rojo de las rosas, muy elegantemente vestida.
-Dios ¿que sucede? ¿Por qué tiraste de la puerta?
-Disculpe señora, pero usted me dijo que el perro estaba amarrado. Cuando ya estaba a mitad del camino salió de la nada un tremendo perro negro con unos dientes muy grandes, yo corrí lo mas rápido que pude y pues me asusté tanto que al abrir la puerta solo pude reaccionar de esta manera.
-Este chico lo volvió a hacer. Ya verá. Lo enviaré de nuevo a Inglaterra. Jamás va a aprender a ser un chico obediente y respetuoso.
-No se moleste señora, no pasó, nada solo fue un susto.
-Quédate allí, toma un poco de agua. Esto no se va a quedar así. ¡Cristofer Maria Williams, ven acá enseguida! Sé que estas escondido riéndote de esta chiquilla. Vamos se hombre y da la cara.
-Mamá, te he dicho que no me llames así.
-Y como quieres que te llame, ese es tú nombre. ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? Si ese animal agarra a esta niña la puede lastimar de gravedad, solo porque te gusta ver sufrir y burlarte de los demás. Si yo hubiese sido más fuerte de carácter jamás te hubiese dejado ir con tu padre, mira en lo que te convirtió.
-Mamá, no hace falta que le cuentes a las demás personas nuestra vida privada.
-Yo digo y hago lo que se me place en mi casa. Además, lo que debes hacer es pedirle disculpas a la señorita.
-Pero yo no hice nada, el perro solo se soltó de su cadena y...
-No seas absurdo, Cristofer Maria. Fuiste tú quien lo soltó. Ese animal jamás se soltaría de esa cadena por si solo.
-Bueno, yo estaba jugando con él cuando salió corriendo y...
-Pídele disculpas a la señorita.
-Pero mamá -se quejó el chico.
-No se preocupe señora Gertrudis. No paso nada. Ya me tengo que ir, se hace tarde. Esto solo fue un susto y una mala pasada de un niño malcriado. No se preocupe.
-¿Como se atreve a decirme niño malcriado?
-¿Entonces que es? Porque un hijo que respete a su madre y la obedece jamás haría algo como lo que usted hizo. Si ese perro me hubiese lastimado su madre se hubiese metido en problemas por su culpa, ¿o es que aun no tiene cerebro para pensar?. Disculpe señora Gertrudis por mi atrevimiento pero todavia existen niños como éste que no valoran el simple hecho de tener una madre viva.
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