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Una banda criminal decide secuestrar a una joven doctora para que realice una operación a pecho abierto al jefe de la banda, lo que parece una torpe casualidad terminará con algo mucho más profundo. Un intento de Grace de encontrar al asesino del hombre que amó y que prometió que vengaría. Todo se complica cuando descubre que el jefe de la banda posee la misma marca que él pero parece no querer recordarla mientras lo que parece ser el asesino del mismo se obsesiona con ella.
"¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños."
(Carlos Ruíz Zafón)
Diez años atrás
No tengo a donde ir.
Los polis están en mi casa, sinceramente tampoco quiero quedarme sola.
Probablemente acabe volviendo a casa de los George.
Daría lo que fuese por oír los gritos de mi padre una vez más, lo daría todo, pero ya es tarde. Estoy jodida. Papá ha muerto. Mi único familiar se ha ido...
Paseo por la ciudad, supongo que no todas las chicas de mi edad hacen esto en una ciudad como esta y menos aun esta franja horaria, pero yo soy especial, digamos que he crecido con los monstruos más salvajes que han podido pisar estas calles. Si es que esa es la palabra...
Camino hacia las afueras, veo de cerca las grandes autopistas abriéndose paso entre cláxones y faros cegadores nocturnos alumbrando. Ni siquiera sé cómo he llegado a este camino. A pesar de ello, siento unos inquietantes pasos detrás mío pero no me molesto en voltear, eso le advertirá de que estoy preocupada por su cercanía y la preocupación es debilidad en mi mundo.
Curiosamente lo último que me esperaría era encontrarme con una heladería en medio de este sitio. De todas formas lo agradezco.
Entro, suena la campanita, voy al mostrador y pido un helado de chocolate, el más grande que tienen y el más llamativo. Sé que no es lo más lógico en mi estado, pero adoro el helado. Mis últimos dólares antes de morir bien invertidos.
El desconocido entra poco después, y por primera vez veo su silueta. Se trataba del chico de la poli, lo leo por sus gestos, pero...¿Qué hacía siguiéndome?
Cuando por fin tengo en mi posesión mi helado, me siento en una de las mesas cerca del mostrador, el policía deja caer su cuerpo frente mío, se quita la capucha y me mira preocupado.
- Hola- saludo con una sonrisa burlona, él asiente vagamente, sin quitar su mirada casi congelada de encima mío.
Sus ojos verdes eran todo un deleite para mis ojos, tenía pequeñas pinceladas castañas que hechizaba inmediatamente a cualquiera que la observara por menos de tres segundos. Tres segundos habían sido suficientes para confirmar mi teoría. Era muy atractivo, demasiado, mucho más de lo que podía permitirme apreciar en lo que era mi enemigo.
Su pelo rubio cenizo iba mojado y sus perfectas cejas ahora estaban fruncidas apuntándome.
- ¿Te puedo ayudar en algo?- añado ya que el hombre no parecía reaccionar ante mí, mantiene su mirada pérdida en algún punto de mi, creo que incluso en algún momento he llegado a sonrojarme, odio que la gente me mire tan detalladamente.
- ¿De qué conocía tú padre a Klaus Ortega?- pregunta finalmente él.
Su voz respondía perfectamente al físico, penetrante y autoritaria. Parecía que pudiera perforar en la piel.
"Klaus Ortega"
¿De que me sonaba ese nombre?...
Papá solía gritar muchas veces en sus pesadillas, pero nunca hablamos del tema, ahora que lo pienso la vida de papá era totalmente confidencial para mi, básicamente mi rutina actual consistía en ir a la pastelería por la madrugada, y volver a casa por la tarde, cuando ya estaba inconsciente por sobredosis de alcohol o drogas, siempre era así.
Cuando me hablaba básicamente era para gritarme que vigilará en las calles.. Y obviamente lo hacía. Supongo que desde pequeña he sabido que hay criminales con disfraz de víctima, y víctimas con disfraz de criminal.
La vida a veces es muy injusta y con mi familia lo fue más.
Pero a pesar de ello, mi padre y yo éramos felices, o al menos lo fuimos durante mucho tiempo de aquella manera, antes de que mi madre fuera ingresada en el hospital, creo que eso fue lo que marcó nuestras vidas, a mi me gustaba estudiar, solía ser una alumna brillante, pero empecé a cortarme, a alejarme de mis amigas, del instituto, del mundo.
-¿Te suena o no?-pregunta empezando a perder la paciencia, si es que en algún momento ha llegado a tenerla.
-Mi padre tenía muchos amigos, que podrían confundirse por enemigos-declaro buscando alguna reacción que pudiera decirme que es lo que buscaba él de mi.
La simple mención de papá por sus labios hace que mi herida empiece a tiritar y las lágrimas empiezan a amontonarse de nuevo, papá se ha ido...
¿Y si tiene algo que ver con esa bestia llamada Klaus Ortega?
-Klaus es mi padre. Es un gangster de pacotilla, quiero encontrarlo...Eso es todo-me aclara el leyéndome la mente, y por primera vez aparta la mirada, sonrío de oreja a oreja intentando salir de esta situación lo más rápido posible.
Si algo sabía de los Ortega es que no perdonaban a los chivatos.
Adoro lo suficiente mi patética vida por luchar por un par de soplos más, cortarme algunas veces no implica necesariamente que quiera morir sino que simplemente el dolor físico es más fácil de manejar que el dolor emocional.
-¿Y por qué mi padre tendría que conocer a ese tipo? Era alcohólico, yonki, pero no fue un criminal capaz de matar...Ni de hacer daño a nadie excepto a sí mismo...-arrastro mis palabras sin poder evitar bajar la mirada.
-Tú padre era un boxeador clandestino, Grace, uno de los grandes, al igual que tu hermano...-declara el severo mientras coge una cuchara y comienza a comer mi helado. Lo miro con los ojos fuera de órbita.
Finalmente clavo mis ojos de mala manera, sus palabras no hacían que generar dudas en mi mente, dudas que cada vez se hacían más duras y no me gustaban. No me gustaba esta sensación de inconsciencia.
Mi hermano murió en un accidente de tráfico poco después de fugarse de casa, mis padres lo buscaron durante toda la noche, hasta que su cadáver apareció en nuestro coche la mañana siguiente, mi padre no lloró, mi madre y yo sí. Debí saber en ese momento que nada volvería a ser lo mismo, ese fue el punto de inflexión. Mi vida de cuento se convirtió en horror.
-Tú hermano está vivo...Está pagando la deuda que tiene con mi padre...-pronuncia el joven agente después de llevarse una cuchara de mi helado a la boca.
Lo miro con sorpresa.
De un manotazo aparto el bol de su mano.
-¿Estás de coña, no?-pregunto seria mientras intento coger mi cuchara para comerme el helado en un intento de no mostrar mi fragilidad pero mi mano empieza a temblar, las lágrimas están amenazando con salir, todo este tema, todo este caos que se está abriendo ante mí, es simplemente demasiado.
Él ríe sin ganas, dedicándome una mirada severa al final.
-Claro que estoy de coña, para un futuro polícia, bromear es lo más divertido y encima sobre que su padre es su peor enemigo...¡Claro, Grace!-ironiza él.
Lo miro de mala manera dándole el dedo del medio.
Me levanto.
-Siento no poder ser de ayuda, no se de que me hablas, mi padre fue un hombre más, mi hermano era un universitario fumeta y mi madre murió de cáncer. Fin. Espero no volverte a ver nunca más...-añado mientras dejo el dinero del helado encima de la mesa.
-Un gusto conocerte, Caleb-susurra él mirándome con una sonrisa amarga, me ofrece su mano pero se queda en el aire.
Caleb me mira sorprendido con los ojos fuera de órbita y yo agradezco interiormente esta victoria tan repentina y tan genial.
Ahora que me fijo no parece lo suficientemente mayor para ser agente, no debía tener ni veinte. Diecinueve.
-Está bien...-declara él relajándose en la especie de sofá mientras coge aire.
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