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Amelie Osborn tenia un pasado doloroso que enfrentar. Solo por el amor a su padre volvia al lugar que le habia causado tanto daño e inseguridades. Despues de años se reencuentra con su familia y todo es cordialidad y falsas sonrisas, sintiendo la urgencia de salir de ese lugar pronto, un nuevo personaje llega a su vida para ayudarla a sanar y darle la valentia que necesita para hacer frente a las personas la lastimaron sin piedad. Podrá Amelie soportar los duros tratos de sus parientes, un tiempo más del que tenia planeado? Conseguirá aceptar el amor del hombre que le ofrece seguridad, calidez y pasion? No te pierdas esta historia.
Empecemos con lo importante: La familia no siempre es lo primero.
Precisamente porque mi familia fue la primera en lanzarme a los leones, y al ver que nada salía como ellos querían, decidieron tomar las cartas en el asunto.
Pero me estoy adelantando al suceso. Y como buenos lectores, ya quieren llegar a las partes interesantes de esta historia.
Empecemos cuando todo se volvió complicado y yo aún no podía deducir la tormenta que se avecinaba.
Todo comenzó con el inicio de la temporada más fría de la ciudad, yo estaba llegando a casa para visitar a mi padre y estar con él en las fiestas de navidad. Nuestra relación era sincera y muy amorosa, no existía nada que pudiera romper nuestro fuerte lazo; ni siquiera mi mamá.
Me encantaría describirla como la madre amorosa y atenta que daría la vida por mí, su hija. Sin embargo todo es lo opuesto. Mi Madre era una mujer calculadora, arrogante y fría. Todo lo que venía de mí, ella lo odiaba. Fue algo que aprendí en una edad muy joven, desafortunadamente. Pero todo eso no ha sido impedimento para compartir con mi papá, que a final de cuentas, no tiene el valor de hacerle cara a su difícil esposa. No es algo que muchos conozcan del poderoso Richard Osborn.
Recuerdo como los delicados copos de nieve caían y tocaban las ventanas del auto. Sentia un frio recorrer por mi espalda y no estaba segura si era por el frio, o por la vista de la gran mansión de mis padres.
- Será mejor que se coloque su abrigo, señorita Osborn –me recordó Esteban. El chofer de confianza de mi padre- Ya está comenzando la nevada.
Asentí y me acomode el abrigo. La visión de la mansión me daba un poco de escalofríos, odie crecer en ese lugar bajo la sombra de mi hermano mayor Damián y el rencor de mi madre.
La verdad es que no quería ir, pero mi papá me suplicó ir de visita, y accedí solo por él. Estaba al tanto de que su salud no estaba muy bien, y necesitaba verlo.
- Bienvenida Señorita Osborn –me saludo cortésmente Enrique, el mayordomo de la mansión- Yo le doy un abrazo y un beso en la mejilla, lo quería tanto como a un padre. Nunca podría olvidar como me cuidaba cuando recibía los duros castigos de mi madre.
- Hola Enrique –lo saludo- En donde está mi padre?
- Está en el salón. La están esperando.
Entro en la gran mansión y puedo notar que nada a sido cambiado. Todo estaba exactamente igual como el día en el que me había ido y me agradaba recordar el momento en el que sentí un poco de libertad. Me dirigí al salón y vi a mi padre sentado, fumando un cigarro mientras veía la chimenea. Él era un hombre a la antigua. Estaba solo y me sentí aliviada al no tener que ver a mi madre y a Damián.
- Papá –lo llamo para sacarlo de sus pensamientos.
Voltea a verme y me muestra una cálida sonrisa. Corro hacia él y le doy un abrazo. Sentía que tenía años sin abrazarlo.
- Cómo estas princesa? –pregunta con ese tono tierno que tenía solo para mí.
- Estoy muy bien –respondí sin soltarlo.
Una tos nos interrumpe y vi la silueta de Damián recostado en el marco de la entrada. Vistiendo con un traje hecho a la medida y con su cabello castaño perfectamente peinado. Era la figura de un hombre imponente y poderoso, claro que ese era mi hermano. Me dedica una sonrisa y se acerca para darme un saludo educado.
Teníamos ya diez años sin vernos. No sabía cómo actuar con él.
- Hola –dije sintiéndome incomoda por la mirada que me daba.
- Espero que hayas tenido un buen viaje.
- No me quejo –expresé sin ganas de ser cordial.
- Miren que ha traído la marea –expresó una voz familiar.- Es un milagro tenerte de vuelta.
Respiro profundo e intento quedarme relajada. Pero mi cuerpo se pone tenso automáticamente.
Ella estaba igual. Con algunos arreglos en la cara e igual de elegante. Tenía los ojos verdes como Damián, pero al mirarme note el filo en sus ojos y sabía que seguía siendo la misma mujer malvada que recordaba en mi infancia. Me miraba de pies a cabeza y por un segundo vi asco en su mirada, pero la cambió automáticamente por una falsa sonrisa y me dio un abrazo. Sabía que todo era porque mi papá estaba presente. Pero yo ya no era una niña. No iba a dejar que me intimidara como antes... o por lo menos eso quería aparentar.
- La cena ya está servida. Vayamos al comedor –dijo ella saliendo del salón.
- Espero que tengas apetito, porque mamá a pedido que hagan tu comida favorita –mencionó Damián con entusiasmo. ¿Desde cuando preparaban algo que a mi me gustara? ¿Y cómo sabían lo que me gustaba? tanta amabilidad y sonrisas de parte de mi hermano se sentia muy extraño. Aun así no me daba buena espina.
- Yo le dije a tu madre lo que te gustaria tener de cena -respondio papá, imagino que por la cara de confusión que puse- Vamos princesa, quiero que me cuentes cómo va todo.
La cena fue increíblemente tranquila. Supongo que todo era porque ya no estaban dos niños en la casa, sino dos hijos adultos e independientes. Sabía que los sentimientos de mi mamá no habían cambiado en lo absoluto. Sin embargo Damián si estaba diferente. No sabría cómo describirlo. Ya no era un insoportable que hacía de todo para que nuestra madre me odiara más. Ahora era un hombre de negocios que me hablaba con mucha cortesía y eso me hacía sentir incomoda.
- Bien, creo que es hora de irme. Estoy un poco cansada –dije mirando a mi papá y tomando su mano como pidiendo disculpas. Sabía que él me entendería.
- Seguro hija. Espero verte mañana en la empresa. Me gustaría que vieras las nuevas instalaciones.
- Irte? No dormirás aquí? –preguntó mi mamá con falso pesar- Esta es tu casa, por qué irte a un hotel?
- He rentado un departamento en el centro de la ciudad. Estaré más cómoda allí –respondí amablemente y me levanté de la mesa.
Damián se levanta después y se ofrece a acompañarme a la salida. Caminamos en silencio hasta llegar a la puerta y este le quita mi abrigo a Enrique y le pidió que se retirara.
- Yo puedo, gracias –dije sin querer sonar maleducada, tomando el abrigo para ponérmelo deprisa.
- Me gustaría compartir un momento contigo, si no es mucho pedir.
Una parte de mi quería ser grosera y dejarlo con la palabra en la boca. Pero me obligué a dejarlo hablar; después de todo no se ha comportado como un patán conmigo. Tal vez el niño mimado de mamá había madurado finalmente.
- Sé que no he sido el mejor de los hermanos mayores, pero me gustaría recompensarte por lo molesto que fui contigo cuando fuimos niños.
"Molesto..." Pensé por un segundo recordando cómo jalaba mi cabello con tanta fuerza que podía sentir como arrancaba varios de ellos.
-Dentente!!- Le suplicaba –Me duele mucho!- decía entre lágrimas.
-Por eso mamá no te quiere –Me decía con diversión viendo mis lágrimas caer- Eres una niña fea y llorona.
- Si, Molesto... -respondí, intentando quitar el recuerdo de mi cabeza.
- Quería invitarte a almorzar en el club mañana. Después del recorrido por la empresa.
- No lo sé, déjame pensarlo –Le respondí con total seriedad. Definitivamente no confiaba en él.
- Muy bien, me dices mañana. Igual te daré el recorrido con papá.
- Excelente –dije de mala gana y salí despidiéndome con la mano.
Esteban estaba esperándome para abrirme la puerta del auto y yo solo quería salir deprisa de ese lugar. Definitivamente aún no había sanado todo el terror que me hicieron pasar en esa mansión.
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