Recopilacion de grandes historias que haran volar tu imaginacion, llevandote a un mundo donde todo es posible y en el que puedes escapar un rato del estres cotidiano de la vida diaria. Romances y amores pincantes, haran subir tu temperatura
En realidad el conjunto de confesiones que voy a realizar suponen vencer el peso de la sociedad conservadora en la que he vivido, y desde luego poner al descubierto las actividades sexuales tanto mÃas como las de mi marido, el cual me ha alentado desde luego a este atrevimiento pues como se darán cuenta, ha sido extremadamente permisivo con mi sexualidad.
Actualmente tengo 28 años, mi nombre es Daniela, aunque me esté mal el decirlo soy una hembra muy guapa, me casé a los 18 años y mi esposo es algo mayor que yo sin embargo, nuestro mundo sexual ha estado lleno siempre de sorpresas y satisfacciones que me han convertido paulatinamente en una hembra muy puta. Desde mi adolescencia fui extremadamente caliente y en mi época de secundaria tuve bastantes más novios que la mayorÃa de mis compañeras. Desde la adolescencia habÃa chupado, saboreado y sobado algunas pollas, claro no era una experta en esta actividad, pero me encantaba hacerlo y eso que aún no me habÃan desflorado hasta un año después que perdà mi virginidad con un amigo de mis padres, iniciándome como mujer hecha y derecha a pesar de mi corta edad.
A los 18 años conocà a quien es mi esposo y un año después me fui a vivir con él a pesar de la oposición de mis padres. Tres años duró nuestra luna de miel, siempre cogiendo y disfrutando, tanto que, en parte él ha sido culpable de mis puterÃas pues, desde entonces me acostumbro a coger mucho provocando e involucrando una serie de fantasÃas que me han convertido en una mujer casada muy golfa. Con mi marido aprendà a putear con gran placer, fue el mismo quien me hacia fantasear que estaba con otros hombres mientras me gozaba, asà con sus cogidas me hacia decirle otros nombres y pensar que yo era una puta que me entregaba a todo el que me gustaba, sin Sin embargo, para mi marido todo era fantasÃa y pagó muy caro estas enseñanzas a su mujercita.
A los cuatro años de casada, tras la primera pelea con mi marido por causa de sus continuas borracheras, me fui a la calle mientras él se quedó dormido. Como era una tarde calurosa solo me puse una tanga y sobre de mi cuerpo un vestidito muy corto, sin brasier; asà mis senos dejaban traslucir mis pezones y el rÃtmico movimiento de mis duras nalgas se hacia mas excitante por las sandalias de tiras y de tacón alto que me hacÃan mover más de la cuenta, asà sin más, salà a la calle y me di a caminar sin rumbo.
Solamente callejeando en el centro de la ciudad que recibe bastante turismo, en realidad no sé como pero ya oscureciendo me metà a un pequeño bar, de entrada los hombres que estaba allà me miraron con lujuria y eso me avergonzó un poco. Pedà un trago mientras sentÃa las miradas de esos hombres en mi anatomÃa, la mayorÃa solos o en grupos de tres o cuatro, iba en el segundo trago cuando el mesero me trajo una bebida diciéndome:
- Señorita, se la envÃan de aquella mesa... - señaló a donde estaban dos hombres jóvenes bien parecidos y bien vestidos. Mi razón me indicaba no aceptarla, pero mi instinto de hembra halagada me ganó y acepte la copa, al tiempo que mirando hacia los tipos les sonreà en muestra de agradecimiento; tal vez esa sonrisa provocó todo lo que siguió... Cuando salà hacia el baño uno de ellos fue tras de mÃ, esperó a que saliera y me abordó con cinismo causándome cierto nerviosismo.
- ¡Estas preciosa...! ¿Qué tal si nos acompañas a nuestra mesa y nos tomamos otros tragos juntos? - dudé un poco y sonriente rechacé su invitación de forma coqueta moviendo mi tremendo trasero (algo más de la cuenta) me fui hacia mi mesa, desde donde empecé a mirarlos de reojo sonriéndoles coquetamente.
Supongo que el licor hizo lo suyo, tenÃa que ir de nuevo al baño y al hacerlo los miré y sonreà con mas puterÃa, como insinuándole que me siguiera de nuevo; claro que entendió el tipo la invitación, al salir del baño allà estaba y sonriéndole me aproximé a él, de hecho ya estaba yo algo mareada pues el ron me habÃa puesto en esa situación. - ¿Aún me quieren invitar? - le pregunté con cierta insinuación.
- ¡Claro que si mamacita, por nosotros cuando quieras! -
- Esta bien, pero que les parece si mejor vamos a otro lugar, aquà puede venir alguien que me conoce, o conozca a mi marido. -le dije para ver su reacción al saber que yo estaba casada.
Creo que eso marcó todo. Salà con los dos del bar y nos fuimos a otro algo menos concurrido, nos presentamos, ellos se llamaban Luis y Juan Emilio, ambos jóvenes abogados, de 25 y 28 años respectivamente, atractivos, muy atrevidos. De entrada solo conversamos estupideces, hasta que Luis propuso ir a bailar, yo por mi parte acepté y asà lo hicimos. Ya en el lugar seguimos bebiendo, bailé con uno y otro alternadamente, ambos intentaron besarme y no se los permitÃ. Para mà era solo un juego, que se fue haciendo muy excitante.
Los dos se me insinuaban con sus pollas duras bajo el pantalón frotándose contra mi vientre, calentándome poco a poco. En la mesa, sus manos empezaron a tocarme las piernas, cada uno por su lado, se apoderó de uno de mis muslos tersos y calientes. Luis fue el más atrevido subiendo su mano por debajo de la mesa llego hasta mi cueva ya mojada por la excitación y sin pedir permiso me hizo a un lado la tanga y me clavó sus dedos entre mis encharcados labios vaginales, encontrando mi clÃtoris erecto y dedicándose a frotármelo con discreción; provocándome un estremecimiento al seguir dedeándome.
Esto desde luego no pasó desapercibido para Juan Emilio, fui yo misma quien le ofrecà mis labios y sentà su lengua rica invadiéndome la boca con gusto; y asÃ, mientras me besaba con uno el otro me metÃa el dedo en mi concha ya empapada. Una vez más, fue Luis quien propuso irnos de allÃ, yo acepté nerviosa, caliente y excitada al imaginarme cogida por esos atractivos hombres. Me llevaron ya sin preguntarme nada a casa de Luis, al llegar me miraron con deseo, el anfitrión fue por una botella de vino mientras el otro me tomó por la cintura y me beso muy rico, al tiempo que sus manos se fueron hacia mis nalgas duras y temblorosas.
- ¡Qué culo más rico tienes mamacita, estas buenÃsima...! - yo excitada como estaba solo le dije: - ¿Te gustarÃa probarlo...? -
- ¡Claro que si mi reina, mira como traigo de parada la polla. -
- Déjame verla papacito. Quiero verla y sentirla. - le dije toda caliente. Sin más, le abrà la cremallera, se la saqué, era una polla prieta, gruesa, dura, grande como nunca habÃa imaginado; su gorda cabeza estaba lisa y brillante de lÃquido. Se la tomé con mi suave mano y la empecé a frotar con gusto. - ¿Quieres que te la mamé? - le dije muy insinuante sin dejar de chaqueteársela. - ¡Claro que si puta! ¡Quiero que me la mames muy rrico - Acto seguido me agaché y metiéndome su polla empecé a mamársela succionándola con fuerza, él se perdió en mi boca.
De verdad que era enorme esa macana, con gran trabajo trataba de tragarla en toda su extensión sin lograrlo. Estaba extasiada chapándola, asà no me di cuenta que Luis regresó a la sala y me encontró en esta posición. Sin decir nada se fue hacia mi trasero y me acarició las nalgas, diciéndole a su amigo: - ¡Mira canijo, esta pinche vieja esta buenÃsima! ¡Qué rico culote tiene y se ve que le encanta la polla! ¿Qué tal mama? -
- ¡RiquÃsimo!... Siento que me saca el alma y tiene la boca súper caliente. Pruébala. - Emilio me sacó su pija de la boca y me ordenó chapársela a Luis el cual se habÃa acomodado en el sofá, sentado y ya con su garrote de fuera. Grata sorpresa tuve al ver esa nueva polla, igual de rica, sólo que con cierta cuerva hacia arriba, con una cabeza enrojecida y gorda; era una polla rica aunque no tan gruesa y grande como la de Juan Emilio, pero eso sÃ, ambas más ricas, más grandes y gordas que la de mi marido.
Sin pensarlo le brindé mis mejores lengüeteadas al palo de Luis, al tiempo que paré el culo para que Juan Emilio me lo tomara. Él se fue atrás de mà y quitándome la tanga abrió mis muslos y se puso a lamerme el bollo con tal maestrÃa que gemà de gusto, provocando que mamara con más fuerza la verga que tenÃa en la boca. - Asà mi vida cómeme toda, asà papacito es tuyo. - le dije más caliente que una perra en brama. Mientras le chupaba su polla a Luis, Juan se detuvo, me abrió las nalgas y se dedicó a lamer mi culito estremecido. - ¡Qué ricas nalgotas tienes, cabrona! ¡Que rico fundillo te cargas perra! ¡Prepárate porque hoy tu culo prueba pija! -
- ¡No, eso no, soy virgen de allà - Al escuchar esto ambos se sorprendieron, entonces me pusieron de pie, entre los dos me acariciaron y besaron, uno por enfrente y otro por mis espaldas. De pronto Luis le dijo a su amigo.
- Ponla aquà me la quiero coger. - dijo señalando el sofá, en donde él se habÃa sentado. Me tumbaron y me abrieron de piernas, mi vestido estaba enrollado en mi cintura, mis senos habÃan sido chupados, asà que sin más me abrà en compás mostrando mi raja abierta y lista para ser penetrada. Luis se acomodó entre mis muslos, me la metió de un golpe; sentà delicioso cómo me penetró y sus movimientos de vaivén me extasiaron de inmediato. Me hizo alcanzar el orgasmo en poco tiempo y deliciosamente mi coño empezó a contraerse como siempre me ocurre cuando alcanzo el orgasmo, provocando apretones rÃtmicos en la pija de mi marido y ahora en la polla de este chico que me estaba haciendo disfrutar como una yegua. - ¡Oye, esta pinche puta tiene perrito! Siento que me chupa la pija con la panocha... ¡Qué rico coges cabrona, se ve que te encanta la pija, ¿verdad? -
- Si nene, me encanta... Pero no te detengas, sigue jodiéndome... ¡Dame más, métemela hasta el fondo, trabármela ttoda -
- ¡Oye güey, dame chance ya! Déjame cogérmela también. - dijo Juan Emilio. Luis me la sacó, yo protesté, pero luego me pusieron de rodillas ofreciendo mi redondo culo, desde el sofá hacia ellos. Emilio se acomodó detrás y guiando su enorme polla hacia mi raja me la empezó a meter... ¡Que rico sentÃ, al ser penetrada, me hizo gozar con su grandeza! Me estremecà y de un golpe la sentà hasta el fondo, era terrible, me hizo gozar y gemir como nunca; me jalaba de las caderas al tiempo que me embestÃa con todo. Me la sacaba una y otra vez, me penetraba hasta el fondo haciéndome gozar más y más. - ¡Qué rica estás, hija de la verga, que rico panochón tienes! ¡Estás apretadÃsima, se ve que tu pinche marido no te coge sabroso! - Me decÃa apretando mis nalgas.
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