que le anunció a Velkan que el desayuno estaba l
comedor, ya se encontraban allí Robert y Mary con el bebé. Con entusiasmo se acercó a la s
hacha dándole un beso en la
e hombre que los había ayudado tanto mientras escapaban de la hermand
Robert- Desayunemos, que ho
o a la mesa por un grupo de eficientes empleados de la mansi
n a un estudio más pequeño que estaba en ese mismo nivel de la ca
ritorio, donde estaba una laptop de última generación, Velkan se
ntestado los correos que he enviado. Me preocupa que no tengamos información sob
nte a Tatiana y de recuperar los papeles se trasladó a Tiflis, la capital de Georgia para
r qué estaba sucediendo Velkan se
...
muerte de Tatiana lo había destrozado, literalmente, todavía no podía creer que eso hubiese sucedido. L
pado por poco de los hombres del General Karaeva, un poderoso enemigo que se había granje
En este mundo de las mafias y el espionaje lo mejor era tener la cabeza fría, cualquier ofuscamiento lo podía
do su pecho. Algún día le ajustaría cuentas, por lo pronto tenía que concentrarse lo suficiente para que no lo mataran. Y
despiadado. Velkan no tenía idea exacta de la importancia de esos documentos, les había dado una rápida ojeada, por supuesto, y leyó sobre los nombres
otados, confundido. Sin embargo no estaba muerto, sus instintos estaban al máximo. Por ello se acercó a la
en una estatua alegórica a la guerra. Entró al edificio y se detuvo a mostrar una credencial especial q
tes dejar uno de sus "paquetes" en la base de la misma. Al llegar arriba dejó otra en una maceta que tenía u
o afuera, dónde usualmente estaba un guardia, los dos hombres que salieron se ubicaron en él, lo que significaba que habían aumenta
ie y menos a él que tenía un pase de máxima seguridad, él entraba en las oficinas sin requisito alg
ntras le dirigía una mira
sin mayor explicación- Si
rdenes -dijo el guardia-
él y al maletín que llevaba, le quitaron su pistola. Luego de esto entró a la oficina. Allí había una pequeña antesala con una puert
excepto la 9mm sobre el escritorio, muy cerca de su mano. Había también otro guardi
na sonrisa en su rostro, pero la sonris
atural al encogerse de hombros- C
a mientras le señalaba una silla d
a en esas ocasiones, pero é
go, ¿Cierto? -la pregunta e
visito a menos que sea necesario -esto
ue sentía en ese momento. Tan alerta estaba que sintió a los sujetos que en