critorio. No había nada de raro en el lugar, pero quizá por eso se sentía mucho más asustada, la normalidad asusta.. .no, que
bien presente el concepto
dad es que a la joven le parecía
gente que hubiera cerca, probablemente porque no esperaba que la gente que quería encontrar resultara
En qué pued
itó interiormente, pero no
oy, de qué es este lugar y no me interesa, de verdad, estaba corriendo
de forma tartamuda lo que le había pasado y contuvo sus ganas de reír. Se cubrió la boca y la
entía, ni bien la dejaran salir, h
lir una maldición por lo bajo. No es que hubiera hecho algo malo, pero había tenido una suerte cuestionable toda su vida y las puertas por las que había entrado solían perma
ar esta vez adelantándose
que le digo, no tengo nada que esconderle ni tengo intención de decir ni una
blema en el que te metiste y e
reza por su rostro; se quedó así durante unos segundos que a l
atar, así que no me mires así -dijo la rubia mientras la miraba a los a los ojos y Erin casi se atragantó con su propia
ció el hecho de que no la mataría, al menos no ahora. Recordó el portazo, los gritos y las palabras dichas antes de irse de su casa esa noche. ¿Tenía dónde volver? Sin darse cuenta, negó con la
había empeñado en traicionarl
ar, había perdido toda esperanza en irse por esa noche, por lo que dejó caer los hombros con gesto cansado; no
; sus ojos experimentados podían ver con claridad que la chica frente a ella tenía una historia detrás, pero no
brieron los ojos hasta que la metieron dentro de un cuarto y cerraron la puerta detrás de ella. Los ojos verdes, que se habían visto privados de luz d
deseó quedarse así por siempre, si la puerta no se abría y nadie venía por e
oras le dolía como el infierno. Quizá el tiempo o el frío lo había adormecido, pero ahora, entre su espeso cabello, solo podía sen
quería
res
arrera y me bus
ras tanto
uel
ciera y seguro que con una pizca de sentido común se hubiera respondido que todo se puede e
ire contenido c
ndonar sus estudios, no quería tener que trabajar toda su vida de algo
asta el
ndo miraba la puerta, esperando que alguien la abriera y así como la
de es
énes
tante: «¿Me va
e el tiempo en que sus ojos permanecieron cerrados y, al abrirlos, ni siquiera se atrevió a r
da en la punta de la cama sin mirarla, su mirada perdida en la nada l
ás importante
este segundo capítulo de Velo rojo, le
dio con nuevas actualizacione
il