cia habit
a máscara, so
el precis
dominante la capt
tal que lo volvía
na muralla sin cim
imagen abrasador
o inf
.
azón palpita a la espera. Necesito el empleo, me urge el dinero, sería lamentable no quedarm
ueña. Es la misma mujer que me recibió, usa un delantal, moño en la cabeza. La apariencia de una sirvienta, supongo que
... -comunica amable, eso me alienta
ible no fijarse en los detalles en dorado, existe una especie de atmósfera suntuosa que atrapa, resulta un imán; es todo eso que
pestiva. Tengo un buen presentimiento de ti, el jefe puede ser difícil, suer
-susurro ca
temores dentro de mí. Ya no tengo la convicción de poder con esto, ¿qué tan difícil es el señor De Castelbajac
ra o n
en su caja torácica, lo tengo en un puño. Sigo respirando, pero llevar oxígeno a mi sistema ya se ha co
egado. Ese sujeto tachado de «difícil» está de espaldas, mientras estudia algún libro de la estantería que tiene. Sobre su escritorio yace una portátil cerrada, también una Mac, varios papeles esparcidos y un teléfono. Mi curios
so se dispara, pero logro
bajac -saludo con el escas
ia, creo que es sordo. Trato de estar tranquila, sobre
s, he llega
vuelvas a repetirme las cosas -me da la ca
qué esa act
dos, y ahora las manos metidas en los bolsillos de es
on difi
ar otra palabra, pero s
d. No solo me rindo a la timidez, también al nerviosismo que enloquece cada fibra de mi ser. La mirada de ese hombre es poder
uerta, pero vayamos al gran
bligada a pedir disculpas. Ojalá no se
ierdo en el sonido que produce sus dedos al tocar cada tecla. Sigo callada, aprovecho que se sumerge en la pantalla, silencioso y estudio el interior donde estoy. Destaca
lado en un escruti
sien
ras apoya los codos sobre el escritorio. Es un acto que me trans
a que lo compruebe y asiento con
ambio la expresión al recordar que ha formulado la pregunta para que explique o habl
así podré ayudar a mamá co
la triste realidad en la que me encuentro. No
mito b
i -anuncia y levanto la vi
r de alegría, pensé que haría más preguntas,