a? Si estás en el lugar incorrecto, en el momento incorrecto y con la
rincipal del monasterio, junto a la mujer que me crio y me enseñó todo lo que soy, me mira con cara de «qué decepción
na hora, antes de que mi
hos de varios conventos y capillas que conforman el monasterio. Algunas monjas, con pala en mano, se encuentran abriendo camino sobre toda la gruesa capa de nieve que reposa en las calles aledañas a
mbre, me visto con una túnica gruesa que cubre hasta mis pies, enrollo en mi cuello una suave bufanda de lana y me pon
calentarse en esta noche tan fría, es una lástima que esté prohibido el acceso; por lo que entendí de las demás monjas, ese lugar está en mantenimiento, creo que lo van a remodelar. Confieso que la pri
que doy sobre la nieve es un peligro a ser descubierta, no solo por las huellas que voy dejando, sino también por el
que l
cara es m
o reír-. ¡Y su cuer
dices de
char sus c
onroje,
or lo que entiendo, viene envuelta en un llamativo paquete. Lo que no entiendo es el por qué tendría que sonrojarse S
su interior. Una vez confirmado que la entrada principal está segura, procedo a abrir la única ventana que no tiene seguro, aunque no sin dificultades. Esto
é a este convento en mi primer día de vida, me dejaron frente al gran portón del monasterio entre sabanas húmedas y sucias, supongo que mi madre biológica no me quería en su vida, no tengo información de ella ni de mi padre.
lugar, la luz de la luna atraviesa el cristalino techado y le hace compañía a una decoración que produce cier
l estaque e introduzco mi pie derecho para probar la temperatura y, como siempre, está perfecto; así que entro por completo a las cálidas aguas y me acomodo sobre
Ness. Sin embargo, lejos de tratarse de una criatura mitológica, es un hombre de alrededor de treinta y cinco años, con cabello negro, ojos de un penetrante verde oliva y pestañas largas. Hay un detalle imp
estar aquí -murmura en un tono gélido, su
un par de preguntas: ¿Qué hace este señor aquí, en mi lugar
í, logrando que mi cuerpo em
quí? -su voz fluye con la armon
o. En mi cabeza todo empie
-cuestiona con una mezcl
l señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las
sobre una de las rocas que está hundida en el agua, justo a un la
ciéndome qué haces aquí -dice mientras recuesta su espalda sobre las rocas
en llega a verme junto a e
ada de este hombre, tengo una gran incertidumbre, una
vés del agua, ¿algo que quieras apreciar?
isparada como una bala d
a algo más; sin embargo, no puedo, es que estoy en med
mis pechos, los cuales pueden contemplarse translucidos debi
un instante, su rostro se ilumina con una súbita sonr
de las monjas del
ndo en un tono t
mis trabajadores olvidaron, y me sorprendió lo increíble que luce este lugar bajo la luna -se sonríe maravil
nsificarse en su siluet
estoy completament
veces y a la mayor
sin una pisca de vergüen
de manera deses
ne un cuerpo muy hermoso, lástima que no lo pueda usar.
aclaro de form
. ¿Cómo puedes desperdi
esto, es una falta de respeto
mi pie resbala sobre una roca limosa q
, cu
me, siento como la mano de aquel hombre me apaña y aprieta uno de mis senos; estoy consciente
vidad y la frialdad de su mano, sus dedos largos... ¡Oh, Santo! Pareciera tener el poder de drenar mi energía y debilitar mi cuerpo, de suprimir la fue
cuello. Percibo como su pecho baja
ndo todo lo contrario: presiono la suya contra mi cuerpo, como si le permitiera seguir adelante, y él eso entiende. Continúa jugueteando, y lo hace con sus dedo
bería esta
estar en est
. Me agarra de las manos y las posa sobre sus caderas, y ahí las dejo. Sus manos sobre mis caderas y su aliento sobre mis mejillas, desciende por todo mi cuello, navega sobre mi clavícula y llega hasta la desembocadura de mis pechos; de repe
ver con ellos, nunca los vi con los ojos que están mirando a este señor. Su rostro varonil y elegante son de admirar, sin mencionar lo
a de la puerta, en menos de tres segundo la puerta del b
utah, la monja que me crió. Ella me ve con ojos exaltado