e desayunar -comentó Josephine-. Siempre dices que est
era arrojado un balde de agua helada. Un instante después, levantó la cabeza y sin querer se
lvían a encontrar. Después de todo, habían pasado siete años, estaba segura de que 2560
oria atrás, hasta pensó que ya no sentía nada por él. Sin embargo, no pudo pre
istantes, un dolor agudo se hundió en su pecho. ¿Podría ser que se negaba a comer los desayun
Josephine, pero ella no la oyó-
iosa voz de Josephin
yo nos vamos a casar el próximo mes, ¿puedes creerlo? Y dado que nosot
stante, su cuerpo se tensó bajo su guardapolvos blanco y abrió la boca
a de honor. Contigo com
persona. Luego de hablar, miró h
esdén- ¿planea quedarse aquí
de aquel hombre la hizo añicos en un segundo! Aquellas palabras
o de que él seguía molesto con ella y le guardaba cierto rencor. Sin duda
l le había dicho: «Durante el resto de mi vida, no comeré otro desayuno que no sea el
o que luchar por recomponerse. Se le estaban acabando las ideas, pero finalmente
que no podré asistir. -Hizo una pausa y concluyó-:
. No dilató más las cosas, reprimió el dolor en su corazón y se dispuso a irse. Volvi
de ella. Al instante se detuvo, pero decidió continuar su marcha y s
ntió un fuerte impulso de golpearla con la taza, pero lo reprimió y en su lugar
ra, te está cuidando -comenzó Josephine-. Puedo pedi
seguró de que no hubiera nadie alrededor y cerró con llave. Un segundo después, apoyó la e
stintivamente se llevó la mano al corazón y apretó