eron advertir que algo andaba mal. De inm
eigh luego de volverse para mirar c
desahogar su enojo. Ella, por su parte, redobló la apuesta y aceptó. En ese momento, sus
aba nada contento. Al contrario, la mirada tranq
ino!? -resonó de repente e
silencio se ap
igh Trevino!? -se
un bolso Hermes de edición limitada, que salía furiosa del ascensor. La mujer, al distinguir a Ever
leigh Trevino, mald
, Everleigh fr
res tú? -
o pudo más que tragarse lo que iba a decir. Por su parte, los
lor ardiente en su mejilla la devolvió a la realidad, luego la
que sedujo a mi es
ante y, al ver sus intenciones, los ojos de Josephine se oscurecieron. Rápidamente lo a
e... -lo
nó rápidamente. Ignoró el dolor punzante e
sona equivocada. No te co
es Everleigh Trevino, ¿verdad? ¡Eres doctora y además eres
del Sr. Quelch -comen
Sra. Quelch-. Eres una descarada. ¿Encima tienes el atr
ch? -inquirió Everleigh con el ceño
a importante en este hospital. ¿Crees que vendría sin evidencia alguna? Veo que hay
jer sacó su celular de su
Dra. Trevino la
ba con ella. Por su parte, ella no se resistía a las caricias del
ato recordó aquella ocasión, fue cuando el Sr. Quelch acababa de ser ingresado al ho