das, una sombra se alzaba en la figura de la ancestral casa en la esquina de la Plaza Zabala. Esta re
andro, se aventuró a penetrar el umbral de esa edificación olvidada. El crujir de las tab
sesperación. Con paso cauteloso, Alejandro ascendió la escalera de madera carcomida, cuyos peldañ
ino. Con valentía temeraria, empujó la puerta y penetró en la estancia iluminada por una vela titilante. El
jos desvaídos. La mirada, fija e inmutable, parecía arrastrar a Alejandro a los abismos de la tr
aguarda en las sombras. ¿Te atreves a dese
izaron, cobrando formas fantasmagóricas que parecían lamentar un destino trágico. El ret
ruendo, aprisionándolo en la oscura maraña de recuerdos. Voces sepulcrales reverberaban en
El eco de un lamento ancestral envolvió al intrépido visitante, quien se vio
, mientras el eco de una tragedia olvidada resonaba en cada rincón, pe