ico esposo que S
era suya, fue más grande que cualquier otro anhelo, pero para conseguirla a ella, primero debía recup
que podía hacer, para que el compromiso de su primo y Selene durara menos de lo que duró el anuncio. Lo primero que tenía q
am
llos en tu contra, tú mi precioso niño, deberías ser quien estuviera sentado e
robado todo y entregado a Frederick, cuando él era el n
nry
s pertenece, lo que con infamia nos han robado, recuperaré la corona, tendré a Sele
el s
urmuró, acercándose a Henr
dre
hazlo mejor que
o tan humillada como en ese momento, pero lo que le rompía el corazón era saber, que sus padr
lo que tener al doctor en medio de sus piernas lograba. Ni siquiera ella se tocaba en exceso al
ió el doctor a la enfermera, quien sostení
a vela, lo sintió Selene contra su muslo izquierdo, h
dvertencia, ya estaba abriendo sus labios para hacer la inspección necesaria, la
iciente humillación, como para dejar que sus sollozos se adueñaran de la habitación
entren -le dijo a la enfermera y est
ey o reina que fueran. Giró el rostro, para no verlos al entrar, pero no contó con que el espejo en su habita
especial porque imaginó el resultado de la prueb
que por nadie más que por mí -aseguró el médico y el rostro del rey s
ene, reflejada en el espejo. Los ojos de ella estaban enrojecidos y las lágri
eno-. Jamás me atrevería a mentirle, mi s
eve -exigió la Reina Madre a la madre de la joven y se retiró de la habi
convertido su vida en las últimas doce horas. Esperó
organizar lo que debo llevar al castillo -le pidió Selene a su m
rice, pues esa joven frente a ella, no se parec
momento a solas... Posiblemente, el último momento a solas que tenga en esta habitación y en est
cer esperar a tu prometido y a la reina. Eso sería una
ens
ado en ella, vergüenza y humillación, esas eran dos palabras que le carcomían el alma y la hirieron profundam
bargo, habiendo visto las actitudes de Frederick, hacer eso iba más en su contra, que, a favor, por lo que, sin prestarle atención a sus lágrimas, emp
ironía y con el corazón roto, pues jamás había imaginado que sus padres llegaran a pasar por e
su mejor amiga hasta sus nueve años. No quería llevar nada de sus padres y muchas otras cosas, que usaba a diario, sabía que en el castillo tendrían reempla
e preguntó Sel
l otro día? ¿Los que te pedí que guardaras como si fueran tu propia vida? -preguntó y un escalofrío
hes? -inquirió, temiendo la re
ebes tenerlos en tu poder, hasta que sepas que estás embarazada con el primogénito y cuando eso suceda, debes entregarle al Rey Frederick de Astor, el broche que le corresponde y así cada uno tendrá el broche que deberán usar
y le regaló a su mamá una sonr