nocedor de la belleza de su difunta madre, la señora Amaranta, a quien había visto un par de veces en su niñez, sin em
s del sol y su piel se ve extremadamente blanca en ese ves
verlo desde su posición, pero todo eso
ge no inmutarse. Esto es exactamente lo que buscaba al hacer este rec
, sin ninguna pizca de emoción en el rostro. Su porte erguido y desdeños
e impide verlo del todo, sin embargo, los efectos de luces y sombras dan un aire aún más imponente y solemne
egar, luego ella y su sirvienta, quien
xto e ignora premeditadamente la presencia de Adelaide mien
rguen de sus necesidades -Dispone Egil mientras camina a grandes zancadas hacia un
que le corresponde. A Gage no le pareció muy raro que Egil haya pedido para ella la habitación más alejada de to
su interior se compadece de ella. También es una víc
e, aunque nunca tuvo todo lo que necesitaba en la mansión Valencia, sus gustos no
rita -Gage hace un asentimiento para ensegu
uidadas y pintadas y son de un tono verde pálido, las ropas de cama hacen juego con l
o ese horizonte totalmente desconocido para ella.
r era prometido de su hermana desde hacía quince años. Ella puede ser todo, menos tonta, sabe que su futuro no será bueno en manos de ese hombre despechado
o más pasando en su cabeza y en su corazón y no puede evitar derramar unas lágrimas. Se siente
as cuando escucha unos toques a la puerta y antes de que pueda consentir la en
rdadera prepotencia. Le pareció escuchar una risita después
-Replica, Adelaide. Su voz sale débil y grave, seguramente pr
vestido de un color rojo muy llamativo encima de la cama-. Su sirvienta está re
or profundo, pero ese vestido es todo menos un atuendo para una al
y Mercedes entra, agitada. Inmediatamente, Adelaide siente alivio, pero en
ue la anciana pueda contestar, la otra sirvienta se acerca y la guía has
uerpo con fuerza. Ella desea protestar por el ardor que se produc
erfumados en toda su piel, peinan su cabello, la maquillan y la visten. Mercedes abre un cofre c
vaya, mi niña -dice Mercedes. Adelaide nota su c
mira con tanta intensidad que la
ueando sin asimilar del todo sus palabras. No es que no sepa lo que eso significa,
ombre quiera poseer su cuerpo hoy mismo cuando acababa de llegar de un largo viaje. ¿Ni si
e Mercedes golpeando a Adelaide con la dura rea
rgo, intentando prepararse mentalmente para lo que la espera. Ese hombre la tiene en sus manos