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Historia
La Mujer del Diablo

La Mujer del Diablo

Autor: Keyla A
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Capítulo 1 El inicio

Palabras:3673    |    Actualizado en: 13/01/2024

a

ie y pasándome las manos por la cara con desesperación -. ¿Se

xpresión, y negué con la cabeza, sintiendo el

Ian, no puedo hacer nada po

olté una risa carente de humor. -¿Y

te metieras en estos negocios -su respu

usted sí, por eso

la c

imo la

é -. Y sí, iba a m

ción que tuve que sucumbir sé que ella n

y el ambiente entre nosotros dos

an

me a mantener el respeto aunque no sea la persona que más me agra

e debes ent

dígame los nombres y yo me e

ana. El 40 y

demos entrar -Raúl me señaló los planos de la bodega y encerró con un rotulador l

Ni siquiera hice muecas por lo fuerte que calaba en mi garganta, solo me conce

a tenido acceso fácilmente a los planos por medio de mis trabaj

esde su lugar, esperand

ada para verlo por un segundo. Raúl es el único de

yudado a quitarme el sentimiento de culpab

uerte yo ya estaría mejor, pero eso no me hacía cambiar mi forma de sentir, y he pensad

r tenía que acabar con mi objetivo, por ella. No podía dejar una cosa sin terminar. No podía

los cajones que mantengo bajo ll

. Iremos s

fue lo mismo. Ni siquiera yo. Fue como si

ue no iba a descansar hasta cumplir con mi objetivo. Así que fue fácil. Tenía el dinero y tenía el coraje. Armé una cuadrilla, identifiqué a los cuatro responsables, los analicé por m

que perder. O cuando realmente sient

, así que sin decir algo más salió del cuarto que usábamos para

se clavaron en el tatuaje visible de mi antebrazo y una punzada de dolor se instaló en mi pecho. No pude cump

omaron el retrato que yacía sobre el escrit

ojos y en su sonrisa. Y yo también salía sonriendo, porque la quería, la apreciaba,

me encanta que sonrías?

tortuosos y salí del cuarto con la decisión y la certeza de que el

rio pasillo y visualicé a Raúl ya a

que ideé desde un principio no era legal. Fue él mismo quien reclutó gente con la promesa de que habría mejores pagos, cosa

a lavar el dinero con las propiedades que me quedaron de Annabelle, y que con el tiempo me fui adueñando de distin

igo toda la vida, en buenas y peores, y jamás ha habido alguna traición de nuestra part

ntradas, la entrada A, que era donde guardaba todos los vinos, la entrada B, que era un cuarto vacío con acceso al pasillo principal y la entrada C, por dónde en

ces de la camioneta para no alertar. Aunque estábamos a oscuras sabíamos

s a oscuras a la parte trasera de la grande bodega. Sentía la tierra en mis zapatos con cada paso que daba, y a penumbr

ola por si la necesitaba y me agaché a la altura de la ventana quebrada. Raúl me tendió una pequeña l

ningún ruido introduje primeramente una pierna por la ven

é a que Raúl saltara. Una vez que lo hizo me encaminé a la puerta de madera que

para ver a mi primo y saber si también lo hab

estaba solo -

n frunció

lo e

cé mi oído tratando de escuch

, me duele mu

la y escuché maldiciones, la

ora y quiero que te limpies toda esa mierda de sangre que tienes

olvió. Escuché unos objetos ser tirados al s

e regar la gasolina por las orillas y cuando lo encuentres amárralo, golpéalo, atóntalo, lo que

ntos minutos en lo que se alejaba y también hice lo mismo, con una de mis manos tomé un galón de gasolina y con la otra sostuve la pis

ndo en la esquina de un colchón en el suelo. Rápidamente dejé de mirar y cerré mis ojos con frustrac

a la altura de su cabeza. Ella dio un respingo y abrió los ojos con terror, sin embargo me apresuré a hacer

arriba del colchón. Desvié la mirada rápidamente, porque no

n la pared, asustada. Tenía el cabello enmarañado, y las puntas en color rosa. La c

n una Desert en la cabeza -. Pero no grites y no hagas nada estúpido porque entonces sí lo haré -sus ojos se llenaro

broché los primeros botones de mi camisa con una sola mano, sin bajarle la pistola de la

en sus manos -. ¿Te secuestró? -le pregunté, escuchan

scupió, y aunque tenía miedo en sus ojos y l

rré mis

e conozco como

estigo, m

eé su cuello una vez que se puso mi camisa, y la apunté con la pistola en la sien -. Al s

ó por empujarme,

icina donde siempre permanecía mi objetivo y entré,

era confianzudo o idiota.

Cerré con agilidad la puerta de un portazo, solté a la chica,

cercándome a él. Tenía sangre escurriéndole p

zó a toser. -¿Qué quie

a en la cinturilla del pantalón y tomando una d

os más que yo. No tenía chiste su apariencia. Común

arse, pero era en vano, estaba amarrado con cadenas

con odio -. Verás..., el día de la boda hubo un ajuste de cuentas, donde tenían que matar a la hija de ese narco, y sabían que él no podría hacer nada porque era un ajuste de cuentas que debía, y entonces le dispararon con un McMillan Tac-50, y la mataron. ¿Sabes quién era

cultad, con el sudor perlando en su fr

una o

pecho -: ustedes tenían la orden de matar a mi esposa, pero resulta que había uno tan inútil que soltó un disparo y le dio a la persona equivocada. ¿Sab

ente librarse, pero no podría, y aunque lo l

o te respeto, y que nunca tuvimos problemas haciendo negocios, yo

dón traeré de vuelta a

saliva

y me serví del tequila barato que tenía. Le d

quieres morirte,

ca con decisión, ga

estado suelto no dudaba en que se acercara a

zo en la boca antes de q

y volvió a mirar a la chica qu

? -pregunté, el

una

histérica a lado de Raúl -. ¡Me t

ella. Tenía la cara maltratada y el cuello con las marcas de

a regalo. Llévatela, mátala, hazle lo que quieras. Es guapa, mírala. No

TA DEIVID! ¡ESPERO QUE TE MUERA

se de esa manera. Lucía devastada por su lenguaje corporal, pe

qué dejas pasar tanto tiempo?

odi

egunta

atrevió

l era Deivid -. Sé que estás solo y a uno

za con frenesí -. ¿Crees que tengo la necesidad

der, sé que le puedes sacar buen provecho -

ño, sino con la culata d

yo no tra

o con el golpe, porque

istió nuevam

calculándole menos de veinticuatro

ntis

menos edad. Quizás

dónde

iva y se pegó a

ecobrar la consci

o te

kto

e saco de aquí pero te vienes conmigo -

as a sec

soplé -. Solo mató a El 40 y te puedes ir adónde quieras me

resa de

olver a pasar lo mis

vocado, no te quiero para coger, solo

sé que er

a veces no lo soy, pero

mirada lle

sonal mejor ve a un prostíbulo y pa

rada a Raúl. -Sácala y súbela a la camion

idad. Ella ni siquiera podía caminar bien. Y dudaba much

quité la tapa, para después vaciar la gaso

u cabeza, empapándolo, y él comenzó a r

llas, el piso, el escritorio y

Me vas a matar pero Montana va a regresar y t

con burla y vol

a los cerdos y a los perros -le aventé de lleno más gasolina sobre la cara -. Y a

icó -. Dime cuánto quieres pero no me

sta tu vida, 40? No

sabiendo que si había llegado hasta ese punto no podía h

e cerillos del bolsillo de mi pantalón y me alejé unos cuanto

si entras al cielo -me mofé, y l

de su garganta cuando come

que se llevaban a paso to

ue prendiendo con más intensidad y salí

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