e nos lastimemos más. Te dejaré pensarlo todo y cuando tenga una respuesta, sabrás mi número de móvil. - Lara no se giró para mirarme, así que abrí la puerta y salí pisando fuerte, dirigié
ó de hablar y miró mi muñeca. Todavía lo cubrí, pero ella tocó el área morada muy lentamente. -¿Fue él, Federico? - preguntó en voz baja. - No, claro que no - Negué rápidamente. Frederico nunca me haría eso. - Frederico es todo lo contrario a su hermano, a pesar de haberme propuesto matrimonio, es bueno, lo siento. - Cristina me miró sonriendo. - Es muy guapo, siempre noté sus dudas hacia ti, pero solo tenías ojos para el gemelo equivocado. ¿Aceptarás su propuesta? - Pensé en tu pregunta y ordenamos nuestro almuerzo. - No lo sé, ¿puedo vender la casa, tal vez volver a la tienda? - Ella me miró triste. - La tienda cerrará después de las rebajas de Navidad y Año Nuevo. Doña Salete venderá el espacio; Tras la muerte de su marido, decidió vivir cerca de sus hijos en Portugal. También me voy al campo, vivo con mis padres, cuidándolos, ya que soy la menor y soltera. - Me marchité cuando me enteré de tus planes, el camino era vender la casa y tratar de conseguir un trabajo en mi campo, a pesar de tener una licenciatura en Administración, mi prometido nunca me permitió trabajar fuera de casa, dijo que no No lo necesito; Al principio me enfrenté a Fernando, pero con el paso de los años se volvió más violento. Después del almuerzo me despedí de Cristina y regresé a casa, mis pensamientos en todo momento fueron sobre Frederico y lo completamente duro que fui con él. Claro que me da vergüenza, nunca actué así, ni siquiera con Fernando, que merecía toda mi mala educación. Arrepentida, decidí invitarlo a cenar aquí en casa, como agradecimiento por el desayuno que me preparó. Decidí ir primero al mercado a comprar algunos ingredientes para preparar la cena, decidí hacer risotto de camarones. Aprendí a cocinar temprano, mi madre tenía un pequeño restaurante en Maranhão y siempre me enseñó; Después de que comencé a vivir con Fernando a él no le gustaba verme en la cocina, yo era una muñeca de porcelana para él, no hacía nada más que esperar a que llegara del trabajo. Me detuve frente a la puerta de vidrio de una tienda, todavía estaba en el centro comercial y miré mi reflejo, estaba muy blanco, necesitaba tomar un poco de sol. Sólo imaginar que cocinaría me hace sentir feliz, entré como una niña al supermercado, escogí las verduras, los camarones, también tomé