a roja y amplias ventanas. El suelo estaba cubierto de tierra apisonada llena de charcos de agua. El ambiente húmedo y fresco era espacioso. Montones de fardos de heno, fuerteme
gnorantes sobre la inteligencia de esos animales. Los cuerpos grandes y musculosos, con pelaje negro brillante, se posicionaron en posición de ataque con solo el tractor entre ellos mientras continuaban ladrando. Hasta que escuchó la voz masculina resonar como un trueno. - ¿Lo que está sucediendo aquí? La muchacha no se atrevió a moverse. Los perros continuaron ladrando, mirando en su dirección, queriendo mostrarle al hombre al invasor. Luego comenzó a temblar violentamente, no podía controlar los espasmos sabiendo que en cualquier momento la pillarían con las manos en la masa. Tenía miedo de que el hombre fuera una mala persona, pero la verdad es que invadió su propiedad. Se equivocó, necesitaba armarse de valor y revelarse, disculparse y volver al camino. Pero antes de actuar, vio un par de botas de vaquero detenerse frente al tractor, justo donde la apretujaban. - No estoy armado, pero mis perros aún no desayunaron. Entonces, seas quien seas, será mejor que salgas de debajo del tractor. - dijo con una voz firme y tranquila, que esperaba ser obedecida. Ahora le tenía más miedo que a los Rottweilers. Volvió a ponerse la mochila en la espalda, subió la cremallera de su abrigo, la subió hasta el cuello y volvió a envolver su cabeza en la capucha. Salió gateando y se arrodilló detrás del vehículo. Se levantó muy lentamente y, al hacerlo, sus ojos siguieron la figura del hombre cuyos perros lo flanqueaban serenamente, como si nada hubiera pasado. Por un momento consideró que aquellos dos eran guardias de seguridad del dueño, y no de la propiedad, flanqueándolo en silencioso respeto. El sombrero de vaquero ensombrecía el rostro del extraño, pero la niña podía ver el azul intenso de sus ojos contrastando con su piel pálida y ligeramente bronceada. Pelo corto y barba de color castaño oscuro. Líneas de expresión marcaban su frente y alrededor de sus ojos, dándole una mirada austera y enojada. Sus mandíbulas parecían talladas en su rostro extremadamente masculino y de mandíbula cuadrada. La boca llena tenía una mueca hostil en las comisuras. Era muy alto, con pecho y hombros anchos. Su cuerpo viril estaba acentuado por la camisa negra con botones, recogida en los codos, y los jeans desgastados y ajustados que se pegaban a sus gruesos muslos. Mariana sintió que su corazón latía más rápido, estando completamente segura de que nunca había visto a un hombre tan atractivo, de una bellez