r peor, la banda empezó a tocar en Maysa. Ne Me Quitte Pas, una de las canciones favoritas de mi madre.
ja en la barra de metal y estaba de espaldas a la piscina, mirando la puerta de vidrio del salón. La fiesta continuó en pleno apogeo al otro lado. Sabía que estaba nerviosa porque su pecho subía y bajaba más rápido de lo normal, atrayendo mis ojos. El vestido negro tenía un escote discreto, sin dejar al descubierto gran parte de sus pequeños pechos. Aún así, pude ver que estaban firmes y erguidos, con sus picos asomando debajo de la tela. - Sí, habla con... - Me posicioné frente a él, presionando la barandilla con ambas manos, confinando su pequeño cuerpo entre mis brazos. - Para entender mi reacción interior. Las mujeres son seres curiosos. Pero no quiero que me hables, muñeca. Quiero que hagas el trabajo. Te llevaré arriba y te follaré hasta... - ¡Ya te dije que no soy puta! - dijo con firmeza interrumpiéndome empujándome por el pecho. Y aquí vamos... - Esa es buena - respondí, sin moverme ni un centímetro. -Tú no eres una prostituta, Valentina no es un proxeneta, yo no soy banquero. - Eres banquero - dijo lentamente. - Está bien, pensé que tu apellido me resultaba familiar. No conecté los puntos de inmediato, tal vez porque el Banco Swartz no es tan popular como Bradesco o Itaú, pero está bien. Y... ¿Valentina es proxeneta? - preguntó en un suspiro y pude ver la extrañeza en sus ojos. ¿Era posible que la muchacha realmente se hubiera equivocado? ¿Fue sincera tu confusión? No, no puede ser. Ahora que lo pienso, entiendo tu juego. Bela había visto quién era yo, había visto mi mansión... Quería hacerse la dura para conseguir más dinero de mí. Muy bien. Apreciaba a la gente ambiciosa. Y aunque nunca lo diría en voz alta, aprecié aún más a las personas que me desafiaron. - No. Valentina es la señora Claus - respondí y ella me empujó nuevamente con esas manitas. A propósito, me quedé quieto, sin moverme ni un centímetro, manteniendo mis brazos firmemente en el mismo lugar, enjaulándola. - ¡Tu estupido! - Ella me maldijo y me quedé en shock. Maldita sea, nadie se atrevió a hablarme así. - Suéltame - gruñó, empujándome por tercera vez y yo cedí, retrocediendo dos pasos. - ¡Pensé que era gerente de modelos! ¿Has visto esa agencia? - dijo y yo no dije nada durante dos o tres segundos, tratando de procesar lo que estaba pasando. Bela me maldijo y... quise reírme. Curiosamente, sus malas palabras no me ofendieron. Al contrario, me hizo gracia. Su falta de filtro me fascinó. - No creo nada de eso. Ni siquiera tiene sentido que busques una agencia de modelos. - Recorrí con la mirada su pequeño cuerpo, de pies a cabeza. -