¡Pu
ble campanada empezó a martillar mi cráneo, aplastándolo sin misericordia. Quería gritar espantada pero mis pies estaban encadenadas por el miedo y el terror y ni siquiera atiné a p
l pánico. Busqué auxilio en Gladys, la cocinera, pero ella estaba tan o más aterrada que yo,
nercia, lo encontré a él, a mi marido, sentado en la cama, mirándome fijamente, con una sonrisa larga, irónica, dibujada en la boca, el cráneo ab
izo grita
*
que tanto esperaba. Temblé de emo
, mamá, no t
eliz del mundo, hija-, hi
, ya sabes que te quiero
to a ustedes mucho tie
o voy-, se molestó Tatiana y colg
la euforia y corrí de prisa, saltando, donde Violeta, la mucama de la casa. Arreglaba mi cuarto con mesura, tendiendo los edredones,
dije eufórica, abrazándo
, desorbitó los ojos Vio
ró que vendrá con Sabrina, que incluso la traerá aunque
vamos a ir-, me aseguró Roxy en forma lacónica, pero para mí era suficiente porque esas seis palabra
o iría a la oficina, que iba a arreglar la cas
ristina, ¿estás segura
i corazón parecía un timbre repicando en mi
con Gladys, viendo la cena, cuando escuchamos la explosión remeciendo las paredes y las ventanas. La cocinera y yo nos miramos
inata sin fin, cuando, en realidad, son tan solo diez escalones, pero esa vez me parecieron más de mil, y estaba convencida que nunca llegar
iñas recién habían cumplido los 18 años y estaban en una edad difícil. Él fue que me dijo, inc
patadas y allí estaba Donatello, sentado en al cama
a nota que decía apena
e, me enrostraron que ellas eran muy felices con él y después de
na, y estaba perdidamente enamorada de él, incluso dejé a mi anterior enamorado, al que había jurado amor eterno, por preferirlo a él. Era enorme como un cerro, campeón de atletismo, dueño de un p
apenas un año después de casarnos. Me embaracé en la misma luna de miel en un paradisíaco hotel en República Dominicana. Fue un parto muy complicado a despecho de mis 20 años, tuve dolores desde d
o, en un hospital distinto. Yo no lo sabía y era ajena totalmente a la vida de ellas. Exactamente tres años después, Do
fin de semana se presentaba Besos de Caramelo, mi agrupac
al a los grandes generales romanos. Me arranchó el trombón y volvió a decirme,
tampa hercúlea y me encantaba que fuera dominante y arrollador. Apenas cinco minutos después, estaba lista, metida en un vestido os
endido a mi magia, acaramelado a mis labios e imant
el albergue nos pidió recorrer los ambientes donde jugaban los pequeñines huérfan
rah. Ellas jugaban en su corralito, divirtiéndose con unos bloques que al
las miradas traviesas, las risitas jocosas y divertidas y las mani
e pregunté a la direct
ilia ni cercana ni distante, una tragedia, pero ya ve son muy lindas -, me dijo ella emocion
gar-, le dije
no tienen-
nen un hogar, vivirán desde ah
l rostro ajado, la boca arrugada y la mirada altiva, fulgurando pode
dos los trámites, señora d
egos de la casa, aplaudían emocionadas, rodeándome encandila
ayan nacido el mismo día y sean tan
tino es así de i
a quién era quién, pero con Tati y Deborah sí me era complicado hasta que descubrí que una, Deborah, a
ladys hacía un pastel enorme con los nombres de ellas en cada piso y con Burt y Michael, los encargados de seguridad de la casa, levantábamos a las
ayudaban en todo. El primer día de clases de ellas fue muy emocionante e inolvidable. Con Violeta las vest
amá?-, protestó Tati. Era la única
una gran empresaria como su padre
trombón como tú, mamá
tudié ninguna carrera y me arrepiento de eso, pero con ust
e Michael fuera con nosotras. Violeta se encargó de dos y yo de las
s cuatro niñas
no podía dejar que las apartaran de mi lado. -No llores, ma
es que son tan l
chinando sus ojitos, lo que me despeinaba y hací
on a mis niñas. Y las vi perderse, riendo, caminando apenitas,