Isabella, haciendo que sus mejillas se tiñeran de un intenso rojo. Se acercó lentamente, sus ojos recor
sabella -murmuró Gio, su voz
ando suavemente su piel. La intensidad de su mirada la dejó helada, y aunque quería moverse, sus piernas no
espirar, la cercanía y el calor de su cuerpo haciendo que el tiempo se detuviera. Justo cuando sus
ó el teléfono y vio que era su hermano. Con una úl
Gio, su voz ahora
damente, su tono urgente. Gio escuchó atentament
nte minutos -respondió Gio fi
ostro aún serio pero con un de
inado -dijo, acariciando suavemente s
la en la habitación. Mientras salía, dio instrucciones a uno de sus hombres que la esperaban afuera para que
odavía acelerado, se dejó caer en una silla, tratando de proc
recibieron con rostros sombríos. Carlo y su herma
rlo, su voz tensa-. Algunos de nue
eño, su expresió
guntó, aunque ya
nson -respondió Matteo, su tono grave-.
ojos llenos de furia y determinación. Luego,
oridad-. Las calles de Nueva York están en guerr
an listos para enfrentarse a cualquier amenaza que se interpusiera en su camino. Gio, con su pistola calibr
le confrontación. Con una precisión militar, todos se armaron hasta los dientes. Los cargado
idos y resonaban en el silencio de la noche. A su izquierda caminaba Carlo, su mano derecha, y a su derecha, Matteo, su h
as de una ominosa calma. La luna llena iluminaba el camino, proyectando sombras lar
, cubriendo los flancos y la retaguardia. El ruido de sus botas reson
or a pólvora y sangre aún flotaba en el aire, mezclándose con el aroma metálico de la venganza
íos y calculadores, ahora ardían con una furia contenida. Se agachó junto a
e con la suya -murmuró, su voz baj
ando sus órdenes. Gio se levantó,
esto -dijo Gio, su voz firme
l ambiente se volvía más tenso con cada paso. Las luces de las farolas titilaban intermitente
miradas eran furtivas, los músculos tensos, y los dedos reposaban cerca del gatillo, listos para disparar en cualquier momento. El silen
ntidos estaban agudizados, cada sonido y sombra era una posible amenaza. Sentía la tensión en sus hombres, pero también
z apenas un susurro pero cargada d
enían sus armas listas, sus miradas firmes y decididas. La calle por la que avanzaban parecía alarg
apagadas comenzó a llegar hasta ellos. Los hombres de Johnson estaban cerca, re
atteo, quien se adelantó para espiar desde una esquina. Después
aja-. Diez, tal vez doce h
iento necesario. Se giró hacia sus hombres,
s a ninguno de pie. Esta noche, les ense
Gio latía con fuerza, pero su mente estaba clara y enfocada. Esta noche, vengar
stancia de unos 40 metros, la tensión en el aire se volvió casi insoportable. Desde una de las esquin
quinas, solo para ser recibidos por los hombres de Gio, quienes los esperaban con las armas listas. El estruend
culadora. Sus hombres se aseguraban de que nadie escapara, disparando a cualquier movimiento sospechoso. Gio se detuv
si -dijo Gio, su voz baja pero fi
llada en oro brillando bajo la luz de la luna. La ejecución fue me
que pronto se extinguieron. Gio miró a su alrededor, asegurándose de que ninguno de
Carlo, acercándose a Gio c
jando en el próximo paso. Johnson se h
uy lejos. Matteo, envía a nuestros hombres a buscarlo. Carlo, haz que
la calle, observando la escena. La sangre en el pavimento y los cuerpos inmóviles eran un recordato
para sí mismo, guardando su pistola y di