e sus propios hombres salió, con una sonrisa traviesa
mbre, riéndose-. ¡Solo e
ntánea. Sus ojos se encen
gritó en italiano, su voz res
español, continuó
mos viviendo y cre
noche, que había estado al borde de un enfrentamiento mortal, volvió a sumirse en un silencio ominoso, pero la lección había sido cl
o tenemos tiempo para e
r, se desvistió de la parte superior de su ropa, dejando al descubierto su torso musculoso y marcado por cicatrices de batallas pasadas
pondida después de
Gio, su voz baja y cargada de u
ió un escalofrío recorrer su columna. Sin pensarlo demasi
ij
al suave y brillante adherido a su piel. La parte superior era una camisa de tirantes con un escote profundo, que dejaba al descubierto su delicado cu
ndo que cada movimiento suyo fuera una sinfonía de gracia y sensualidad. El satén reflejaba la luz de una manera
u mente, sintió un deseo inten
su voz un susurro profundo y
uerza. La noche estaba llena de promesas y peligros, y en ese momento,
ndo y marcó el número de Carlo. La línea sonó brevemente an
Carlo, anticipando que la c
o mañana -dijo Gio, s
ociendo la seriedad
cesitas
lleves al edificio que tenemos fuera
a, claramente sorpr
reocupación y desaprobación-. Has tenido suerte con las m
ntario de Carlo, s
lo. Espérame allí -ordenó
discutir con Gio cuando él había tomado una decisión. La noche se volvía cada vez más com
mbres, alistó una camioneta negra con los vidrios oscuros, perfecta para mantener su operación en secreto. Sabía
on su mejor amiga, disfrutando de la compañía y la despreocupación de una tarde tranquila.
momento. No podían dejar cabos sueltos, y esperar hasta que Isabella estuviera sola era crucial para evitar
iera gritar. Isabella luchó, pero su resistencia fue en vano. En cuestión de minutos, estaba dent
preocupaba. Ataron a Isabella de manos y pies en una posición deliberadamente vergonzosa, con las piernas abiertas y los brazos atados por
, aunque la situación era humillante, ninguno de ellos podía tocarla. Isabell
a sus hombres, su voz
er una orden de Gio. Carlo se quedó un momento más, asegurándose de q
que el encuentro entre Gio e Isabella marcaría un
on pasos decididos. Abrió la puerta de la
gan
cercó a Isabella, le quitó la venda de los ojos y comenzó a desatarla.
enojas -comentó Gio con
lminó con la m
-. ¿Qué demonios cre
su calma inquebra
que quieras y
ó ella, su voz llena de esper
n una serenidad q
? -insistió Isabella, tratan
de verte sin ponerte en
el ceño, confun
igro
s ojos oscuros reflejando
a más pelig
sintiendo un escalofr
ó, su voz tembla
dicho cuándo -respondió Gi
torso musculoso y las cicatrices que contaban historias de su vida peligros
o -propuso Gio, su voz b
con recelo, sin s
preguntó, tratando de
y lleno de rabia, pero a medida que Gio respondía con una sinceridad desarmante, algo dentro de ella empezó a cambiar. Sus re
gados de una intensidad que parecía penetrar en su alma. Cada respuesta que él daba la hacía querer saber más, y
as, aunque aún cautelosas, comenzaron a enfocarse más en entender a
almente, con una mezcla de curiosidad y a
, una sonrisa enigmática
eligro es la única manera de en
o se levantó, dejándola
. Ve al hotel detrás del edificio rojo frente
la sala. Antes de salir por completo, se di
ba de llegar de Italia. Quiero un reporte diario. Las órden
impulsaron a seguir sus instrucciones. El viernes, se vistió con ropa elegante pero cómoda, demostrando su confianza e i
ntró. Isabella se volvió hacia él, sus ojos enco
opa? -preguntó Gio, su voz baja y c
da. Había algo en Gio, algo peligroso y fascinante, que la mantenía atra