del día
ad. Una ola de nerviosismo recorre mi estómago, una sensación de entumecimiento me invade, y noto mis dedos fríos y rígidos. Nunca he estado en una c
lo que tengo es un pedazo de papel con su apellido: "señor Duarte", y una instrucción simple: dirig
ad. Al acercarme al mostrador, la recepcionista muy elegante con un traje gris me atiende con mucha educación. Pregunto
dome entre mesas meticulosamente arregladas hasta u
ecortada y gotas de sudor comienzan a correr por mi nuca. El hombre est
? -Lo llama la
de un tono de azul tan profundo y gélido- en mí, siento un es
! Mi cliente tenía que se
do temor e incredulidad, mientras me encuentro frente a l
qué tenía que ser justo él? Desde el primer momento en que nos conocimos
a, con una expresión poco amistosa, lo
celerar. No puedo creer que, de todas las
vuelvo los ojos. Mierda, se me escapó.
doy la vuelta y comienzo a alejarme de la mesa, mi cuerpo entero tembl
mi antebrazo, haciendo que me detenga. El tacto es cálido, pero la i
amenazante. Saco mi brazo de su agarre, sintiendo una ol
o, intentando mantener la compostura mientras m
gunta, sus ojos ahora fijos en los míos,
argada de desdén. -Jamás querría una cita
da un paso adelante, la i
s de mendiga a ramera
do por el restaurante. Mi mano arde, la cierro en un puño p
s de ti -declaro, mi voz firme. -L
orta. Sé que fui alquilada para "amar" a este tip
, y mi cuerpo está tenso. Sin embargo, antes de que pueda alcanzar la puerta, me golpea un mareo
ue levantan mi cuerpo; mis párpados están casi cerrados, pero intento ver quién me salvó. Sus oj
os recuerdos del día que conocí a este hombre danzan en mi mente,