ass se topaba, pero sí el único cubierto por unas mall
por su tamaño y contextura, así como las largas y atléticas piernas que lo aco
de las latas de tomates en conserva para admi
trasero era una mujer de piel negra, de unos veinti
s de carácter fuerte
que la chica valoraba las latas de tomate que había estado ev
a dejado embarcada y no respondía
versación y lo observó
las c
ó, y le dedicó una mirada sed
lo repasó de pies a cab
lo un poco canoso, parecía rondar lo
ue hablaba por el móvil y enseguida cortó l
o los cuarenta y nueve años,
os a su piel luego de sus habituales borracheras, dejándole un cuer
picados por algunas canas que le aportaban un toque clásico; y su barba ti
ción en los ojos profundos del hombre, que llameaban
ero tú y yo podemos enten
icia aquel cuerpo que poseía el color del ch
a hecho, era hor
doras tomando por el camino algunos
cha ayuda extra para poder estar al mismo nivel que esa recia mujer. Ella
peraron el tráfico de Nueva York hasta ll
esándolo con furia, haciéndole algo difícil la tarea de bajar,
raban las puertas de la cabina del ascensor, ella le abri
a, pero al ver cómo ella le sonreía con avaricia mientras se
que, cerró los ojos, respiró hondo y rogó en silencio para que
rarla para salir al pasillo. La chica no
por las poderosas caricias que la boca experta de esa joven le h
agueta del pantalón y la llevó a la cocina s
ara hacer feliz a sus conquistas. Sirvió dos copas y colocó en un plat
pretendiendo bajarle los pantalones, ansiosa por saborearlo de nuevo. La tomó por la
los pepinillos caía en su rostro o en su pecho, él la lamí
esar de la ropa, la chica podía sentir la gruesa punta queriendo abrirse paso en su
lenguas dejaron de explorar con reserva las bocas que invadían y se enrosca
tas endurecidas. Los apretó y sorbió con deleite, degustándolos, pero se volv
n vicio -bromeó ant
a en dirección al techo para emitir un jadeo cuando él abso
to y en su vientre se agitó un
de forma brusca para quitárselo d
e quedó callado. Ese tipo de mujeres, aunque lo lastimaban, le hacían
borde de la mesa y ella en una silla, entre sus piernas, par
to de un colapso. A Eddy el corazón le golpeaba con agitación las co
, pero la chica ten
as patas usando la ropa de ambos como soga. Le cubrió los ojos
era, lo que ella hacía sin su conocimiento. Se lo dev
un kit de juguetes sexuales que incluían dilatadores
la sesión, pero prefirió continuar un poco más con el
radas que ardían bajo su piel, pero un grito atronador la interrumpió empujándola hacia
¡PA