s, vi un edificio moderno y recién renovado. Las paredes eran de un azul claro, brillantes, casi estériles, como
o se la podía considerar mayor. Su rostro parecía casi perfecto: rasgos simétricos, líneas delicadas, pero su mirad
sonrisa, de la cual no sentí ni calidez ni tranquilidad. -
uilidad había algo más: control, seguridad. En sus manos, yo era simplemente un objeto pa
os papeles. - Hoy lo haremos todo. Pero por ahora, desca
r a medicamentos, había flores por todas partes, y la cama parecía una cama de casa, no una de hospital. Había un televisor en la habitac
r, lejos, donde la clínica, los doctores y todo lo que me rodeaba parecían irreales. Veía l
tro de mí. La sala de operaciones estaba demasiado llena para un lugar como este. Me detuve en la puerta, observando a varios jóvenes, c
rdo, pero en ese momento parecía completamente real. Como si todas esas personas hubieran venido aquí para desarmarme peda
te, haciendo todo lo que me decían. Me pusieron una bata blanca y me acostaron en la mesa, como si fuera parte de algún progr
ubir desde dentro. Me hizo una inyección en la vena, y supe que casi no me quedaba tiempo. El sueño se
e Angelina Aleksándrovna, sosteniéndo
desdibujarse ante mis ojos. Cuatro. Cinco. Mi cuerpo se sentía como si se estuviera sumergiendo en agua. Seis. Siete. Intent
desap
cabeza esas extrañas palabras sobre la nariz que me había dicho Borja antes de la operación. Mi cuerpo se movía casi por sí solo, revisando si algo raro había pasado. Pero al tocar la venda en mi
en la habitación, esa misma mujer de mira
- preguntó con una ligera burla, pe
ue todo había salido bien me descolocaba un poco. Aún sentía restos d
nuó, levantando una ceja, - y verás por
hice una ligera mueca, sintiendo cómo la ven
añadió mientras me observaba con una mirada profesional, como si yo
nté, soltando la duda
za que hacía parecer que todo aquello er
siguiente me quitó la venda, vi que la fea cicatriz irregular que antes sobresalía en mi mejilla se había convertido en una fina línea ro
sfecha con el resultado, como un artista q
tó al notar que no podía a
el porqué de todo esto. Toda esta extraña historia de la operación me parecía algo inc
trabajo y no dejaba espacio para dudas de que todo había salido como debía. Mient
únte cualquiera. Su cabello ya estaba salpicado de canas y su rostro tenía esa expresión semiamistosa, pero con un toque de cansancio.
ación. Se veía tan compuesta como siempre, pero había en su mirada un destello de reproche irr
mento. - Estaba segura de que vendrías enseguida. Pero podrías haberme esperado h
ión. Su tono, pese al disgusto, tenía una familiaridad ligera, como
como si no fuera solo una paciente, sino una obra de arte que había venido a evaluar. Su mirada estaba fi
de orgullo. - ¿No parece un ángel? Labios carnosos, nariz recta, ojos azules... ¡Un color celeste encantador! Y
a atención que ponían en mi rostro, sus conversaciones que parecían tener lugar a mi alrededor, pero que,
n la que había vivido. Mi rostro, que antes era solo una máscara de dolor y miedo, ahora se había convertid
etrante que sentía que leía cada rasgo, cada cicatriz de mi cara, tratando de descifrar todos mis secretos. Su atención me hacía encogerme involuntariamente,
ló, sin apartar los ojos de mí, dirigiéndose a Angelina Aleksándrovna. Su voz estaba llena de horror an
i gracias a él hubiera evitado algo terrible. Todo lo que decía sonaba como un elogio hacia sí mismo, y solo
igera, como si aquel fuera un cumplido común
lón, pero con esa nota de orgullo que indicab
bras pasaban de largo, el diálogo sucedía