arrito rechinante en la otra, el trabajo de barrendero le había enseñado a apreciar los pequeños detalles en la monotonía de la vida. Sin embargo, ese día algo lo sacaría
ue brillaba débilmente con la luz del sol naciente. Sin saberlo, Mario había encont
mbos idiomas, español y port
jar sus herramientas. Mientras caminaba, su mente volvía insistentemente a la cartera y la llave dorada que había encontrado unas horas atrás en el parque. Aunque al principio pensó en entregarla a la
intriga era más fuerte. Sacó la cartera de su bolsillo y volvió a examinarla. Era de cuero negro, un poco desgastado en los bordes. Dentro, había unos quinientos eu
edo meñique, y tenía un diseño peculiar. El mango estaba adornado con un intrincado grabado de un sol y una luna
l único amigo que tenía, Jorge, un hombre que trabajaba en una tienda de
-
curo y estaba repleto de objetos curiosos, desde relojes antiguos hasta estatuillas de culturas exót
reguntó con una sonrisa amigable-. ¿Encontra
llave del bolsillo-. Mira esto. La encontré en una cartera jun
minó con detenimiento,
grabado no es común. Parece algo simbóli
encogió d
era, excepto un número. "482". No sé si tien
con una expres
Hay muchas posibilidades, amigo. -Luego hizo una pausa y añadió en tono conspirador-
-
s antiguos. Los bancos y los senderos de piedra daban un aire de tranquilidad, aunque nadie lo notaba en las horas más concurridas del dí
simple? Mario sintió un cosquilleo en el estómago mientras sacaba la llave. Introdujo la pequeña pieza dorada en
mbargo, en el fondo, cubierto por un montón de papeles amarillentos, encontró un pequeño baúl d
ero no estaba dispuesto a rendirse. Recordó que Jorge le había mencionado que a veces los números como "482" podían ser códigos para otro tipo de cerraduras. Miró
ellos capturó su atención de inmediato: un mapa con marcas rojas y algunas palabras en latín que no entendía
él. Se giró rápidamente y vio a un hombre alto y delgado, vestido c
es tuyo -dijo el desc
pidamente, sosteniendo
oblema, habla con la policía -re
sonrió con
necesitas entregar lo que encontraste,
a. ¿Cómo sabía ese hombre su nombre? Dio un pas
res tú? -
ubierto -respondió el hombre, avanzando un paso hacia
rtamento, cerrando la puerta de golpe y asegurando todas las cerraduras. El miedo y la adrenalina aún lo mantenían alerta, pero la curiosidad también c