aquello sucedió, tuve que permanecer en el rincón de la recámara agazapado, mordiéndome la lengua; evitando emitir algún sonido que advirtiera mi presencia a los seis asesinos, quienes,
, con mis hermanos muertos, no creo que sea una buena idea callar todo lo que sé; porque cuando yo caiga, no será justo que nuestra historia también lo haga conmigo. El mundo merece saber de nosotros, del linaje Turjain, de los grandes corceles negros; de los 17 clanes guerreros que se adiestraron en Isla
icatrizar la herida y llorar a muchos muertos. Pues no siempre fuimos poderosos. Previo a nuestra grandeza, fuimos una comuna como cualquiera, la simplicidad
taban los desaciertos de nuestros antepasados, los mismos se recalcaban con tenacidad. Mi padre solía decir que las acciones honorables se enaltecían tanto, que con el paso del tiempo la verdad se distorsionaba
que el fuego y el agua nos habían despojado de nuestro territorio, existe un tenue latido de nuestra existencia. Creo que es el momento de estampar los relatos que mi padre me contó. Ansío esc
orrando cualquier huella de nuestra cultura, dejándonos solo como un recuerdo. Sin embargo, aunque a la humanidad se le obligó a no escribir sobre ella, para nuestra hermandad aquel decreto careció de
o que escribiré de inmediato, pero, tal como lo he referido con anterioridad; al ser un don nadie con una pobre noción acerca del arte de escribir, temo que dejarían de leerme si
n territorios que podían cultivar y una vez que la tierra dejaba de ser fértil; dichas tribus retornaban a su tumultuoso éxodo. Aquella constante búsqueda de territorios provisionales, los condujo a orillarse a la depresión, puesto que no asimilaban una identidad, no podía
y de pedregosas cordilleras. Los nómadas al fin habían encontrado un lugar donde establecerse, un hogar entre el Océano y el desierto; dos inmensidades del planeta que, gracias a su envergadura, llegara a ser capaz de ate
nvirtiendo un terreno silvestre, en fértiles tierras de cultivo. Fue entonces cuando, seguros de adoptar aquella pradera como propia, las seiscientas personas que ha
especie de ley que, aunque incipiente, fuese capaz de hacer posible que se lograra la paz y la armonía. También entonces, las veintidós tribus que habitaron aquellos parajes, decidieron acoger la lengua "Vaziad "como su idioma oficial. La
ajes se vieron en la necesidad de emigrar a otro sitio, ya que casi toda la vegetación se secaba y la única fuente de alimento a la mano; el pescado, tenía un sabor tan inmundo que era imposible comerlo. A pe
a casa también coincidió con la llegada del invierno; dando pie a la creencia de que los dioses de aquel territorio, habían recompensado su fe. A partir de aquel momento, Turzania no iba a ser la misma, la población se enfocó en la explot
ente del oro, iba a ser para Turzania y su gente y no para lucrar a una familia o tribu en particular. Gracias al oro, Turzania pasaría a convertirse en un territorio rico, el cual llegó a desarrollarse a pasos a