calor para poder olvidarme por completo del señor Müller. Me acerqué a él, sab
me tambalear por unos segundos -hace mucho calor ¿no crees? -elevé mi ceja, quería verme sensual ante él. Necesitaba saber si una mujer como yo, podría comerse al mundo -mucho... ah... calor -levanté mi trasero h
ó despacio, su voz temblaba dela
ser sil
iera que saliera del ascensor nos vería tocándonos sin límites. Pero tal vez, a eso
egos artificiales rodeándome el cuerpo, me dejé llevar por él. Me excitaba la idea de ser descubierta por mi jefe. Tanto que deseaba
e ofrecí mi lengua, enganchándola junto a la suya en un beso feroz y lleno de vicio. Tenía miedo, tant
ego, hundí mis dedos entre el abundante vello varonil. Deseaba mostrarme ante él todo lo pervers
emí de
mi entrepierna, cubrió con sus labios los míos haciéndolos hu
se deshizo de sus pantalones y de su bóxer color negro. Lo miré dubitativa, esperando que esto n
n listo, si solo nos habíamos dado unos cuantos besos y unas pocas caricias, aun así, lo dejé c
tinuaban cerradas, pero no por mucho tiempo y esa idea, conti
ntinuar desabrochándome la camisa, botón por botón, bajó lo suficiente el sostén hasta r
me la ropa interior, para acabar cayendo suavemente sobre mí. Alexandro poseía una complexión rellenita, lo que me hacía esforzarme al
ntro de mí. Mi cuerpo vibró, al sentir como su grosor luchaba por
y cuatro veces seguidas. Un lamento ahogado escapó de mis labios al notarme llena
ula con fuerza -vamos, Mor, córrete conmigo -sentí mi mundo congelarse, no entendía que suc
tado y lo notaba en su respiración. A
mabilidad, evitando a
do, ni mucho menos pensé que el fina
ía con egocentrismo. No sabía que debía con
, no era experta en el sexo, ni mucho menos en los orgasmos. En cuanto hombres, Alexandro era el segundo hombre que me
sativo -no me parec
o... -susurré, él no me escuch
girarme inmediatamente a recoger el
rido, Morgan, pero recuerda somos a
é -es
. Se que todo esto fue uff -enarqué la ceja incrédula -pe
punto de obsesionarme contigo por este min
da, pr