ndija de la puerta creaba un ambiente ominoso y seductor al mismo tiempo. Era una situación que nunca había imaginado, y su mente estaba llena
entana, las sombras jugando sobre su rostro. Cuando giró su mirada hacia ella, Claudia sintió un escalofrío recorrer s
, su voz suave como un susurr
acto de valentía. La tensión en el aire era palpable, y su corazón latía
ella en un beso profundo y apasionado. Claudia cerró los ojos, dejándose llevar por la intensida
ía que la dejaba aturdida. La sensación de sus labios sobre los de ella desper
de deseo. La hizo sentir como si fuera la única muje
riendo su cuello, mientras su mano acariciaba su abdomen. Claudia se sintió vulnerable, pero
ue se estaba formando entre ellos. Jonathan continuó su descenso, sus labios recorriendo su piel, y Claudia
ió que el mundo a su alrededor se desvanecía, dejándola solo con la realidad de ese momento. Era
scuros fijos en los de ella. -¿Estás lista para es
actamente a qué se refería, pero el deseo en sus ojos la llenaba
ó, su voz ape
rapada entre la incertidumbre y la pasión, dispuesta a
*
con una sensación de pesadez en el corazón, el recuerdo de la noche anterior inundando su mente. La confusió
an dormido, su figura imponente y relajada. Era un hombre extraordinariamente guapo, con rasgos tan perfectos que parecía sacado de un sueño. Su piel b
ió rápidamente, como la niebla al sol. No podía permitir que ese momento la engañara. Se recordó a sí misma
e matutino sobre su piel expuesta. ¿Qué había hecho? La decisión de haber estado con Jonathan la perseguía como una sombra, y la cul
un hombre que había tomado tanto de ella en tan poco tiempo. La combinación de su atr
debía ser fuerte. Tenía que recordar quién era y lo que quería. Sus sueños de ser una art
e. Sus ojos se abrieron y se posaron en ella, una me
or el sueño. La forma en que pronunció su nom
tiendo desbocado. -Buenos días -respondió, aunqu
onflicto interno. Era un recordatorio de lo que había sucedido, de
que él viera su vulnerabilidad. La distancia emocional que sentía era abrumadora, y
eguntó Jonathan, notan
ndió ella, intentando sonar casual,
los codos. -Lo que pasó anoche... -
ue las palabras se le atascaban en la garganta. No
bre ellos. No podía permitir que la vulnerabilidad la dominara. Tenía que
nte, Claudia supo que debía encontrar su camino