ítu
veces pensaba que podría quedarse ahí para siempre. Pero no, no podía. Había un mundo afuera que la esperaba, y aunque lo detestara, había que enfrentarlo. El
e apetecía mucho pensar en su atuendo hoy, no cuando la mitad del mundo parecía estar atrapado en sus propias crisis e
ciales. Había algo aburrido en todo eso, algo que la hacía sentir vacía. En su cuenta de Instagram no había nuevos seguidores, y en Twitter ni una sola mención. ¿Qué estab
ba ausente, de viaje, trabajando como azafata. Si necesitaba salir, tenía que arreglárselas sola. Y su padre... bueno, su padre, el político, ni siquiera sabía de su existencia. O si lo sabía, prefería ign
l coche y arrancaba el motor. Era su forma de afrontar la vida, de hacer frente a la
idente, su amiga. Parecían una versión idealizada de lo que Jade había querido, pero nunca tuvo. Las dos se entendían sin necesidad de palabras, compartían
ini falda blanca que llegaba justo por encima de su muslo, una camiseta roja atada a la cintura que dejaba al descubierto
l coche-. ¿Te costó mucho dejar esa cama
sencillas de lo que realmente eran. Aunque Jade no podía evitar sentirse un poco envidiosa de la seguridad que su amiga irradi
día. Estoy convencida de que no puedes pasarte la ú
ela. La última semana de clases. Los exámenes finales estaban a la vuelta
algo desordenado que caía sobre su frente y sus orejas. Era alto, atractivo, y llevaba una camisa
-le preguntó Alexa, con una sonrisa traviesa. Sabía que Jade no estab
apar una risa
ta matadora. No tengo t
y le dio u
alguien esta semana, o te mando a
biendo que Alexa
remedio,
rada desafiante. -N
ra, pero por dentro sentía que no había necesidad de involucrarse más con alguien en este punto de su vida. ¿Para qué? ¿Para qué si todo acababa siendo lo mismo? S
recía tan vacía, estaba a punto de terminar. Era fin de año, la última semana, y todo lo que queda