Quizá por eso estoy aquí, a las once de la noche, caminando por una calle oscura rumbo al hospital donde hago mis pasantías. No me quejo, porqu
la violencia y la necesidad eran pan de cada día. Mi padre nos dejó cuando yo tenía diez años, y mi madre, una mujer fuerte como un
mbió mi vida
parecían relajados, casi aburridos. Estaba revisando algunos informes cuando una conmoción en la entrada llamó
no era su ropa lo que me impactó, sino la fuerza en su presencia. Tenía algo que no podía describir, como si el aire se hiciera más denso
ritaria, sin elevar el tono. Nadie cuestionó nada. Todos se
ma en que la sujetaba, con cuidado pero con firmeza, me intrigó. No podía quedarme quieta. Había algo e
ura, pero lo suficientemente
n de inmediato, como si pudiera ver a través de mí. "¿Cuál
ndo algo que no podía creer. Había una mezcla de determinac
firme. "¿Es usted familiar de
. Su silencio comenzaba a incomodarme, pero lo que más me inquietaba era esa mi
ien?" añadí, cas
encia aún más cerca. "Ella estará bien," dijo al fin, con un tono bajo y
dé allí, en medio del hospital, con una sensación extraña en el pecho. No entendía por
en, su voz, la forma en que me había mirado como si supiera algo que yo no.
hombre estaba a punto de c