. Todo parecía en orden, pero mi mente seguía enredada en lo que Luis había dicho en el comedor. "No vuelvas a p
un lugar que siempre me ofrecía consuelo: la azotea del hospital. Subía ahí
e acercaba al borde. Desde ahí, podía ver la ciudad iluminada, un contraste con
lamas! -su voz era
amá. ¿Có
siempre, extrañándote. La
Aquí todo va bien, aun
ueños, y estoy tan orgullosa de ti. ¿Estás
con la comida del hospital, no hay mucha opció
al otro lad
stuvieras aquí, aunque sé que este es tu lug
ti también, ¿de acuerdo? Dale
ntes de despedirnos. Colgué y guardé el teléfono
escalofrío recorrió mi espalda. Algo, o algui
ba fren
e. Su figura imponente destacaba bajo la tenue luz de la luna. Llevaba el mism
vil, atrapada
ada movimiento suyo parecía medido, controlado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca,
-preguntó con una v
e secó. No pu
gunta -insistió, su
te, sintiendo cómo mi c
os años
ntit
dónde
pueblo, a una
su presencia seguía siendo abrumadora. Dio un paso atrás, cruza
tas. No quieres descubrir lo que no te correspond
ero las palabras salieron de mis
no lo
o de la bata, atrayéndome hacia él. Su rostro estaba a centímetros del mío
algo en mí que ni siquiera yo sabía que existía. Mi mente se nubló mien
ojos ardían con una me
oz áspera antes de dar media vuelta y
contacto. No sabía quién era ese hombre ni qué escondía, per