a
inevitable, como si quedarse en el coche fuera a salvarla de lo que estaba por venir. Sus esfuerzos eran patéticos. Me acer
hacen a mi manera. Fuiste entregada como pago, así que lamento decirte que tendrás q
cer nada. La miré detenidamente. Tenía un rostro angelical, una belleza que me resultaba irritante y fascinante al mismo tiempo, s
rarla. Mijael esperó mis instrucci
, señor?
espondí sin pen
plicar. Sus palabras salían atropel
ahí? ¿Qué hice? -gritaba desesperad
esdén-. Llévala a una de las
entras la chica seguía retorcié
ortancia-. Aquí no hay espacio para tus berr
de comprender lo que acababa de esc
o? -preguntó en un
a risa b
quila, no voy a matarte. Me costaste una f
cio, pero no soy de los que golpea a las mujeres. Prefiero otros métodos más efectivos para enseñarles a obedecer. Así que la
que mis pensamientos. Maldito Jonathan. ¿Cómo pudo vender a la chica? Aunque, pensándolo
an tenía conmigo. Esto no iba a quedar así, eso lo tenía claro. Sin embargo, ese problema lo resolvería después. Ahora
rta cuánto dinero gane, cuántas vidas controle, nada me hace sentir. Lo único que llega a despertarme algún tipo de emoción
ventas iban bien, las ganancias serían significativas, pe
alando el hu
uré, como si el aire pudie
ola, a ella. La única persona que quizá podría darme lo que tanto anhelo. Pero
atando de apartar los pensamientos que me abrumaban. Y entonces apareció ella, mirándome con desesperación, pidiendo ayuda, mi
con pasos firmes, extendiendo su mano para pedirle la fusta. La niña, asustada, trató de obedecer, pero en su torpeza cay
incontenible. Y yo solo la miraba. No me importaba su dolor; su presencia en el rancho me mole
Era Morgan, uno de los mejores peones del rancho. Bajó la ca
a fría y cortante, como siempre lo era cuando hablaba con los trabajadores-. Eres uno
comenzó a levantar a la niña del suelo. Mi padre
en el pie con la fusta que aún sostenía. El dolor nunca llego. Ya estaba
ue solía habitar en la hacienda cuando él no estaba. Caminé hasta donde Morgan estaba r
do a la pequeña con desprecio. Morgan solo asinti
gua fresca y dejé que el silencio me envolviera. A los 14 años, ya había visto y vivido más de lo que un niño debería. Mi vida se habí
cantaban y los gallos cacareaban en la distancia. El caballo del establo relinchaba, pero a mí todo me daba igual. Nada lograba s
ntasma, escondida detrás del gran árbol de corte
-repliqué, sin o
años, tal vez menos. Su cabello oscuro estaba revu
ente, con esos ojos raros que brillab
ubiera hecho algo mal, y se fue corriendo hacia el lago. La observé mientras se acercaba al agua y comenzaba a jug
. La niña se había caído al agua y est
o, por favor! -grita
orrí hacia el lago. Me lancé al agua y la saqué, m
é demonios entraste al lago? -Ella solo me mira
errándose más a mí mientras s
un pie, probablemente se había cortado con una r
egunté, mientras cami
a de a qué se refería. Seguí caminando hasta que llegamos a una peque
ja le haya causado molestias, debería irse, cuanto antes si su padre
lemente me estaba buscando para golpearme otra vez por haber salido sin su permis
ado a otro, a pesar de su herida. Ella me sonrió, mostrando sus dientes pequeños y desiguales. La miré y, por un instante, le d
e. Nada de lo que hacía me afectaba, o eso quería creer. Pero lo que realmente
ía y las nubes oscuras cubrían el cielo, ella
padre mandó a matar al señor Morgan la noche de tormenta y
no tenía idea si era cálida o fría. Al salir seco mi cuerpo, me pongo mi ropa oscura como siempre, mi sombrer
s días
nche.-El gu
lo lloraba e
jó un poco. Así me gusta que me tenga mucho
llevare a trabajar-Mencionó y e
se lugar.-Inqu
legues. Ahora eres
entí colocando mi
to mu