Naira una joven de piel morena y cabellos oscuros como la medianoche, es entregada como moneda de cambio por una deuda que jamás fue suya, sus ojos grises revelan una fortaleza inquebrantable, una luz que aún no ha sido apagada por la oscuridad que la rodea. La transacción fue simple: un padrastro corrupto, una deuda imposible, y un hombre tan letal como el poder que ostenta. Karl un millonario mafioso cuya crueldad no conoce límites, la ha comprado. No como esposa, ni siquiera como amante, sino como un juguete, una posesión que existe solo para satisfacer sus deseos más oscuros y caprichosos. Karl no ama, no siente. Para él, las personas no son más que piezas descartables en un juego de poder. El arrepentimiento y la compasión no tienen lugar en su corazón de piedra. Pero cuando Naira es arrojada a su mundo de lujos y sombras, se encuentra luchando por mantener su dignidad, resistiendo la brutalidad de un hombre que la ve solo como una propiedad. Él cree que la ha roto. Ella, sin embargo, guarda una fuerza que podría cambiarlo todo... o perderse, convirtiéndose en otra alma consumida por la oscuridad de Karl. La oscuridad en mí no busca redención, pero si te atreves a intentar cambiarla, tal vez descubras que algunos monstruos prefieren las cadenas al perdón.
Narrador.
Naira observaba el caos desatarse en su hogar, como si la vida se empeñara en arrebatarle lo poco bueno que le quedaba. Su madre, entre lágrimas y desesperación, golpeaba con furia a su padrastro, quien se había endeudado con un mafioso de la élite y estaban cobrandole, sin embargo elle pedia a mi madre que lo pagara o que me mandara a buscar trabajo en los mejores bares y club de este sector.
-Estás loco, tu gastaste ese dinero jugando y ahora me pides y mi hija y yo lo paguemos.
-Pues quien más, tu debes pagarlo.
El temor de lo que este hombre podía hacerle a su madre, era como una nube oscura. Naira permanecía inmóvil, sentada, observando la escena, sin palabras para el desastre que se desplegaba frente a ella. Su cuerpo estaba paralizado hasta que, de repente, un grito desgarrador escapó de su garganta al ver a su madre desplomarse sobre el suelo helado de su humilde vivienda.
-¡Abre los ojos! ¡Por tu culpa, mi madre está así! -gritó Naira, desesperada, mientras su madre convulsionaba en el suelo.
Su padrastro, con una mezcla de culpa aparentaba, la levantó en sus brazos y salieron a la calle. Intentaron detener un taxi, pero ninguno se detenía. La suerte parecía volver a girar cuando un compañero de clases de Naira, Manuel, pasó por la calle. Sin pensarlo dos veces, Naila le pidió ayuda.
-Manuel, es mi mamá... -la voz de Naira temblaba-. Está muy mal, se desmayó.
-Claro que sí, Naira, voy a sacar el auto de mi padre -respondió Manuel, dispuesto a ayudar.
En el auto, Naira no podía contener su frustración.
-Todo esto ocurrió por tu culpa, si no fuera por ti, mi madre estaría bien. ¿Por qué no buscas trabajo tú?
-Callete negra estúpida. Tu eres la que, no hace nada para ayudarnos.-Vocifero su padrastro. Manuel negó molesto por como la llamo ese tipo a su amiga.
-Si yo pudiera buscaria uno-arremetió Naira contra su padrastro, su voz cargada de ira-Piense como pagará esa deuda suya.
-Cállate, no tienes idea de lo que dices -respondió él, intentando levantar a su esposa.-La que debe trabajar eres tu, ya me tienes cansado.
Manuel los llevó al hospital, donde los médicos atendieron rápidamente a su madre. Afortunadamente, no era tan grave como parecía; solo un cuadro de estrés severo que requería reposo absoluto. Al escuchar el diagnóstico, Naira soltó un suspiro de alivio, pero las lágrimas no tardaron en llegar mientras se acurrucaba en una esquina de la sala. Su padrastro la miró sin decir nada, sus ojos cargados de arrepentimiento, y uno de sus hermanastros, Edgardo, no tardó en empeorar la situación.
-¿Por qué no pones a esta mujer a trabajar? Solo estudia, estudia, ¿de qué le sirve tanto estudio?-Su padrastro solo la miro y negó.
-Cállate, por favor, Edgardo -Naira suplicó-. Estamos en un hospital.
Edgardo no se detuvo y continuó: -Uno de los hombres de ese mafioso vino a buscarte. Le dijimos que no estabas, que habías tenido un accidente. Así que no se que vas hacer padre, pero esta estúpida pon la por lo menos a prostituirse con ese cuerpo debería hacer plata.
-Eres un maldito, porque no lo haces tú.-Se exaltó la morena sintiendo miedo.
La preocupación de Naira se profundizó. Su padrastro había metido a la familia en un lío del que parecía imposible salir. Y ahora ella no sabía exactamente qué hacer en ese caso. Pero su mamá estaba más que enamorada de él y ahora las consecuencias del acto de su padrastro le estaba pasando factura a su madre.
El médico apareció en la sala y preguntó por los familiares de la señora, Nicole.
-Soy su hija, puedo pasar a verla- El médico con un gesto asintió, ella miró a su padrastro el cual sólo le hizo un gesto de mala gana para que ella entrara a ver a su madre.
Al entrar se sentó y acaricio la mejilla, lucia pálida.
De repente, la mano de su madre se movió débilmente. Naira la sostuvo con cuidado.
-Madre, madre mía, ¿cómo te sientes? -preguntó Naira, su voz llena de esperanza.
-Me siento mejor, cariño. Perdóname, todo esto es culpa mía -susurró su madre, con los ojos llenos de tristeza.
-No es tu culpa, madre. Solo elegiste mal. Pero no te preocupes, yo buscaré un trabajo -respondió Naira con firmeza, aunque el miedo a lo desconocido se anidaba en su pecho.
-Pero hija, ¿dónde vas a trabajar? Ni siquiera has terminado la secundaria.
-No te preocupes, me queda solo un año. Haré lo que sea necesario -aseguró Naira.
-Por favor, no te atrases más en la escuela. Y no dejes que tu padrastro te hable mal... ni tus hermanastros. Tranquila, todo estará bien.
Si su madre supiera que sus hermanastros la humillan y le gritan, incluso uno de ellos la quiso golpear y abusar pero gracias al cielo no ocurrió. Quizá se enfermería de nuevo y no quería eso.
-Mamá, quizás si hablas con tu jefa yo podría trabajar.
-No cariño, no te preocupes.
-Iré a casa a preparaste algo, aun no puedes irte de aquí.-Nicole le acaricio el rostro limpio de su hija, se sintió triste, como era posible que su hija sufriera tanto, quizás no debió de enamorarse de Jonathan, y así como sea hubiera salido adelante con Naira.
Naira, con una mezcla de determinación y dolor, salió del hospital. Regresó a su pequeña vivienda en el barrio, entró a la casa y preparó lo poco que quedaba: un poco de arroz con verduras. No había queso, ni más provisiones, pero era lo mejor que podía hacer. Mientras cocinaba, su padrastro la observaba en silencio, con la mirada perdida en sus propias manos. Uno de sus hermanos se acercó y la empujó.
Naira se encontraba en la cocina, sus manos temblaban mientras sostenía una cuchara. El ambiente estaba cargado de tensiones y reproches. Sus hermanastros y su padrastro la observaban con miradas hambrientas y crueles.
-Deberías traer algo para la cena, no tenemos nada aquí -comentó su hermanastro menor, casi con indiferencia.
Ricardo, el mayor de los hermanastros, sonrió con malicia desde el rincón donde estaba sentado. Su mirada oscura y lasciva la incomodaba.
-Así debe ser, ¿no? Quizás si te vendes al viejo ese que te molesta tendríamos comida -mencionó, dejando claro que no había olvidado el momento en que una vez intentó sobrepasarse con ella.
Las palabras de Ricardo le cayeron como un golpe, pero antes de poder procesarlas, su padrastro intervino desde el sillón, rompiendo el silencio con su habitual tono impositivo.
-Yo también tengo hambre -gruñó-. Cocina rápido y danos de comer.
Naira lo miró sin saber qué decir. Las palabras se atoraban en su garganta, pero no pudo evitar defender a su madre.
-Pero es para mamá... ella vino del trabajo y ni siquiera ha probado bocado por tu culpa ahora esta en el hospital.
El padrastro la miró con rabia, se levantó pesadamente y, antes de que Naira pudiera reaccionar, la agarró del cabello con fuerza. El dolor le arrancó un gemido ahogado.
-Tienes un cabello demasiado hermoso. Sería bueno venderlo, ¿no crees? -susurró mientras tiraba aún más fuerte, disfrutando de su sufrimiento-. ¿Por qué hablas de más? Yo también te mantuve cuando tu madre te trajo aquí. Eras pequeña entonces... Ahora te toca a ti y a tu madre mantenernos. Amo a tu madre, pero no voy a permitir que ustedes hagan lo que les plazca. ¡Cállate la boca, cocina y dame mi comida! Y llévale algo a tu madre y a mis hijos, ¡también tienen hambre!
Naira sintió cómo una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla. Apoyada en la encimera de la cocina, apretó la cuchara entre sus manos, sabiendo que no tenía otra opción. Era una mujer sola contra tres hombres crueles y abusivos. El miedo la consumía, pero se resignó a hacer lo que le ordenaban. En ese momento, su tristeza era tan pesada que ni el deseo de rebelarse parecía posible.
En otro lugar, un hombre estaba siendo torturado en el calabozo de una lujosa mansión. Tenía los pies ensangrentados y atados, mientras movía débilmente la cabeza, rogando por su vida.
-Por favor, prometo pagarte... pero déjame en paz, ya no me sigan golpeando. Haré lo que sea, venderé tus productos... -suplicó con voz quebrada.
El hombre poderoso que lo observaba desde su asiento acariciado con terciopelo lo miraba sin piedad, su voz baja y fría resonó en el espacio.
-¿Soltarte? ¿Después de tu traición? Después de que te llevaste mi dinero y mi mercancía... -una sonrisa cruel se formó en su rostro-. Eres un hombre muerto.
Sin más palabras, el hombre se levantó de su asiento acolchado y dio la orden.
-Acaben con él, ya no sirve.
Los guardias del lugar, eficientes y sin escrúpulos, cumplieron la orden sin pestañear. Mientras tanto, el señor se retiró de la lúgubre mazmorra y entro a su inmesa mansion y aburrido salio en su limusina...
-Señor donde lo llevo-Le pregunto su chófer.
-A dónde siempre Mijael- el chofer asintió sin más.
Al llegar caminó hacia el club que poseía, un lugar exclusivo y clandestino llamado "Perla de Oro", donde solo las personas más adineradas podían entrar. Los hombres que trabajan ahi, lo saludaron con respeto, y las luces tenues del lugar daban un aire de opulencia prohibida.
Una mujer se le acercó sensualmente, acariciando su brazo.
-¿Quieres que pasemos la noche juntos? -susurró ella.
Karl, apenas la miró. Con una arrogancia natural en su tono, respondió:
-No me apeteces.
La mujer asintió con resignación.
-Está bien. Cuando quieras...
-Baila -ordenó él de manera indiferente.
Ella obedeció, encendiendo la música y comenzando a moverse lentamente, pero a Karl no le interesaba. Observaba todo con aburrimiento. Las mujeres del club ya no le ofrecían el mismo entretenimiento de antes. Se sentía harto y cansado.
Uno de sus hombres de confianza se acercó, inclinándose un poco hacia él.
-Señor, podemos hablar.
-¿Lograste lo que te pedí?
-El tipo no estaba, su hijo me mintió que su padre tuvo un accidente. Pero se que es mentira, al parecer no quieren pagar.
Karl sonrió de medio lado, su sonrisa maliciosa se ensanchó.
-Déjalo una semana más. Esta vez iré yo mismo y le volaré los sesos.
Kamelia es una joven que ha aprendido a no creer en el amor ni en la bondad. Para ella, los finales felices son solo cuentos lejanos. De noche, deslumbra como bailarina en un mundo lleno de luces y sombras, mientras que de día lleva una vida universitaria donde oculta su verdadera esencia. Vive atrapada entre dos realidades, convencida de que nada ni nadie podrá cambiar su visión del mundo. Todo cambia cuando conoce a Dorian, un chico decidido a demostrarle que el amor verdadero sí existe. Dorian hará lo imposible para ganarse su corazón, enfrentándose no solo a las barreras que ella ha levantado, sino también a los secretos oscuros que ambos cargan. El pasado de sus familias, repleto de mentiras y traiciones, amenaza con separarlos, pero el vínculo que han creado será puesto a prueba. Kamelia y Dorian descubrirán que, aunque el amor puede ser complicado, es también lo único capaz de sanar las heridas más profundas y superar incluso las verdades más dolorosas.
Yo era apenas una joven sin rumbo, perdida entre las sombras y el frío de las calles. Mis días eran una sucesión de hambre y miseria, hasta que él apareció... dándole mucho dinero a la única persona quien pense me protegeria. Ese hombre mayor, con ojos que parecían conocer todos mis secretos y promesas que me hablaban de una vida distinta. Me llevó a su inmensa casa, un lugar que para mí era impensable, lleno de riquezas que jamás había visto, pero que, de algún modo, siempre se sentían ajenas. Con el tiempo, fui su esposa, su joya, pero también su prisionera. Los muros de aquella casa eran tanto un refugio como una cárcel, y en cada rincón sentía las miradas de sus antiguos amores, sus secretos inconfesables. Él me amaba, o eso decía, pero su amor era posesivo, oscuro, una red que me atrapaba y consumía lentamente. Ahora, me encuentro sola en esa misma casa, siendo la viuda de un hombre que dejó tanto poder como sombras. Y mientras su ausencia crece, yo también me transformo, en alguien distinta, alguien que él jamás pudo prever y empezando a luchar contra ese hombre que fue mi primer amor y ahora mi enemigo.
Arthur Zaens, multimillonario frío y desalmado que ha vivido en la oscuridad desde la desaparición de su esposa, dejándolo solo con sus dos hijas gemelas. Desesperado por encontrar una niñera que cumpla con sus estrictas expectativas, Arthur conoce a Lía, una ex escritora y editora recomendada por un amigo. Aunque su relación comienza de manera conflictiva, con discusiones y malentendidos desde su primer encuentro en un bar, Lía se convierte en la persona que poco a poco transformará la vida de Arthur y de sus hijas, desafiando su frialdad y cambiando su mundo para siempre.
Cassandra Morretti siempre ha vivido al filo, sumergiéndose en un estilo de vida desenfrenado donde el placer y el poder son sus únicas brújulas. Para ella, el dinero es solo un medio para conseguir lo que quiere, pero no es la llave de la felicidad. Con una actitud fría y calculadora, Atiende a manejar a los demás como si fueran piezas en un tablero de Aljedrez, segura de que todo en su entorno es una ilusión. Sin embargo, detrás de su fachada impenetrable, se oculta un deseo urgente. Recuperar la otra mitad de la herencia que le robó su propio padre. Para ello, necesita encontrar un marido, un hombre que esté dispuesto a entrar en su juego, aunque solo sea para cumplir con las formalidades. En el otro extremo de la ciudad, Elian Navarro, lleva una existencia humilde y agobiada. Sus días están marcados por largas horas de trabajo, luchando por proveer para su hermana menor, que nació con una discapacidad que requiere cuidados constantes. Elian ha renunciado a sus propios sueños, enfocado únicamente en asegurar que su hermana tenga una vida digna. Pero con las cuentas acumulándose y las opciones agotándose, el dinero se convierte en una necesidad apremiante, una carga que lo aplasta cada día un poco más. Cassandra necesita un esposo. Elian necesita dinero. Dos vidas que aparentemente nunca se cruzarían, pero que el destino, con su irónica sabiduría, está a punto de entrelazar de manera inesperada. ¿Qué sucederá cuando sus caminos se crucen? ¿Será este un pacto puramente transaccional o se esconderá algo más bajo la superficie?
No llegue a imaginar que la vida sería tan difícil de sobre llevar, sin embargo, veo que a muchas personas la va bien y a mí me va como si no era mi destino pertenecer en la tierra de los humanos. Primero debo soportar la mirada lasciva de los hombres, segundo batallar con lo que me acompleja a diario y tercero soportar estar junto a esa mujer del cual debo estar agradecida a pesar de la vida tan miserable que llevo viviendo junto a ella. Pero no todo es tan malo no después de a ver conocido a ese Hombre que, a pesar de parecer malo, odioso y cretino, es un ángel que necesitaba para lograr sentir que por lo menos puedo sonreír con sinceridad y agradecer a Dios por mandarme a la tierra a pesar de haber sido abandonada como un pobre cachorro sin hogar. Mi nombre es Bella. Puedo calificarme como una persona sencilla, y humilde. He pasado por circunstancias muy duras en la vida, pero sigo aquí intentando sobrevivir y ganar la batalla de la dura vida que llevo desde que tengo memoria.
Durante mucho tiempo creí que mi vida sería un jardín de rosas. Imaginaba días soleados, perfumados con el dulce aroma de la felicidad, y noches adornadas con estrellas que iluminarían mi camino. Sin embargo, la realidad me presentó algo muy diferente. En lugar de pétalos suaves, encontré espinas que se clavaban en mi piel, hiriéndome no solo por fuera, sino desgarrándome el alma con cada paso que daba. Mis ilusiones se desmoronaron una a una, dejándome sola en la oscuridad que nunca busqué ni deseé. Esperaba que mi existencia estuviera decorada con luces de alegría, pero, en cambio, me encontré atrapada en un pozo profundo de dolor y decepción. Vivía como una prisionera en mi propio infierno personal, donde cada decisión que tomaba parecía pertenecer a alguien más. Era como si todo lo que hacía estuviera diseñado para complacer a otros, para cumplir con expectativas que jamás me dieron la oportunidad de ser yo misma. Me sentía como un títere, forzada a mostrar sonrisas vacías, mientras por dentro mi alma se ahogaba en lágrimas que nadie veía. Cada sonrisa que esbozaba era una máscara, una fachada para ocultar el sufrimiento que me consumía poco a poco. Pero, con el paso de los años, algo cambió. En medio de esa oscuridad constante, una pequeña luz comenzó a brillar. Fue sutil al principio, casi imperceptible, pero poco a poco fue creciendo. Lo vi de nuevo, y fue como si el tiempo se desvaneciera y regresara a ese primer encuentro, cuando mis sueños aún estaban intactos. Su presencia me devolvió algo que creía perdido para siempre, la esperanza. Fue como si, en medio de mi desolado jardín de espinas, empezaran a brotar pequeñas flores, tímidas pero llenas de color. Mi corazón, herido y cansado, comenzó a creer que quizás, después de todo, las sonrisas que tanto había fingido un día podrían ser genuinas. A pesar de este destello de esperanza, no puedo engañarme a mí misma. La luz que vi en él, la paz momentánea que sentí en su compañía, puede no ser más que un sueño efímero, un espejismo en el desierto de mi realidad. Porque, desafortunadamente, mi vida sigue siendo lo que siempre ha sido, una lucha constante entre lo que deseo y lo que me ha tocado vivir.
Carolina Navarro fue obligada por su padre a casarse con un hombre desfigurado para salvar a su familia de la ruina. Maximo Castillo tenía todo lo que cualquiera deseaba, hasta que un accidente aéreo destruyó su cuerpo, su alma y su relación, haciendo su vida desesperada. Sin embargo, independientemente de eso, todavía necesitaba una esposa y un heredero. ¿Podría funcionar un matrimonio entre estas dos personas? ¿Sería solo un matrimonio de conveniencia o crecería el amor entre dos almas heridas?
Valeria descubre que su novio le fue infiel con su mejor amiga y, en su dolor, se aleja de todo. Tras un trágico accidente que le hace perder su bebé, Alejandro Salazar, un magnate que desea remediar su culpa, le propone matrimonio. Sin embargo, Valeria se enfrenta a una nueva realidad al enterarse de que está embarazada de él. En medio de emociones contradictorias, deberá decidir si abrir su corazón nuevamente y encontrar el amor en un mar de traiciones y redención.
Cuando eran niños, Derek le salvó la vida a Norah. Años más tarde, Derek quedó en estado vegetativo tras un accidente automovilístico y Norah se casó con él sin pensarlo dos veces. Con sus conocimientos médicos, incluso lo curó. Durante dos años, Norah amó a su marido con todo su corazón, esperando poder devolverle su bondad. Pero cuando volvió su primer amor, él pidió el divorcio. Sin dudarlo, ella estuvo de acuerdo. Lo que pocas personas sabían es que ella, etiquetada como "abandonada", era en realidad una piloto de carreras, una famosa diseñadora, una genio hacker y una reconocida doctora. Lamentando su decisión, Derek le pidió perdón a Norah. De repente, apareció un encantador CEO, abrazó a Norah y le dijo: "¡Aléjate de mi esposa!". Sorprendida, Norah soltó: "¿Qué?".
Rena se acostó con Waylen una noche cuando estaba borracha. Y como ella necesitaba su ayuda mientras él se sentía atraído por su belleza juvenil, lo que se suponía que sería una aventura de una noche se convirtió en algo más. Todo iba bien hasta que Rena descubrió que el corazón de Waylen pertenecía a otra mujer. Cuando esa mujer regresó, dejó de volver a casa, dejándola sola por muchas noches. Finalmente, un día, la pobre chica recibió un cheque y unas palabras de despedida. Para sorpresa de Waylen, Rena solo sonrió y dijo: "Fue divertido mientras estuvimos juntos, Waylen. Pero espero que no nos volvamos a ver nunca más. Que tengas una buena vida". Sin embargo, por voluntad del destino, los dos se volvieron a encontrar. Al ver que Rena tenía a otro hombre a su lado, los ojos de Waylen ardieron de celos y gritó: "¿Cómo diablos lograste seguir adelante? ¡Pensé que solo me amabas a mí!". "¡Es pasado!", Rena se burló, "hay demasiados hombres en este mundo, Waylen. Además, tú fuiste quien pidió la ruptura. Ahora, si quieres salir conmigo, tendrás que hacer cola". Al día siguiente, Rena recibió un anillo de diamantes y un mensaje del banco de que alguien había transferido miles de millones a su cuenta. Waylen apareció, se arrodilló frente a ella y dijo: "¿Puedo saltarme la fila, Rena? Todavía te quiero".
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Los rumores decían que Lucas se había casado con una mujer poco atractiva y sin antecedentes. En los tres años que estuvieron juntos, se mantuvo frío y distante con Belinda, que aguantó en silencio. Su amor por él la obligó a sacrificar su autoestima y sus sueños. Cuando el primer amor de Lucas reapareció, Belinda se dio cuenta de que su matrimonio era una farsa desde el principio, una estratagema para salvar la vida de otra mujer. Entonces firmó los papeles del divorcio y se marchó. Tres años después, Belinda regresó convertida en un prodigio de la cirugía y una maestra del piano. Perdido en el arrepentimiento, Lucas la persiguió bajo la lluvia y la abrazó con fuerza: "Eres mía, Belinda".