guardando el momento en que su prometido llegara al salón. Se suponía que el novio ya se debía enc
yos padres se habían mudado a América y se habían radicado allí. Había crecido en tierras extranjeras sin ningún inconveniente, adaptándose a
cula. Su rostro era fino y con su maquillaje, aparentaba menor edad de la que tenía, como si tuviera entre veinte o veinticinco. Era típico de las coreanas parecer más jóvenes. Su cabello l
prometido era el primero en llegar para recibir a la novia. Mas, no estaba allí y no había rastro de él por ningún luga
ual no había podido asistir, debido a que tuvo qu
Kate Williams-. ¿Cómo
-na con un acento diferente, debido a sus raíces extranjeras.
ay algo que debes ver -co
una enorme tela blanca, en la que apuntaba un proyector. Este de inmediato se
te vas a casar? -
dió él, mientras sost
Ha-na? -pre
abes q
qué le propusi
la cama -respondió Edward sin ningún pudor-. Pero ella era difícil. Debido a sus cr
arle la virginidad? -preg
proponerle matrimonio fue que cedió -respon
gusta? -pre
la abrazó y le dio un
tirse una videollamada en vivo. Allí se mostraba a Kate bajo las sában
rá ir a la boda. Estuvimos ocupados toda la noche. Ya saben a qué me refiero. -Guiñó el ojo y lanzó un beso-.
ongelada como una estatua, mientras las imágenes se proyectaban con cruel claridad. Los comentarios, la risa y cada gesto de Edward la atravesaban como cuchillos afilados, desgarrando sus ilusiones y su corazó
que había elegido para compartir su vida, no era más que un cruel impostor. Las palabras de la grabación resonaban una y otra vez en su mente, formando un eco interminable que la hacía estremecer. "¿Enamorar a la china?". El aire le faltaba en los pulmones. Ni siquiera respetaban sus raíces coreanas y de forma despectiva la trataban como una más del montón. Todo ha
dentro. No en ese momento. No frente a esa multitud que ahora la miraba con lástima y conmoción. Giró la cabeza lentamente, buscando desesperadamente a alguien, algo q
e en sus oídos. Una oleada de náuseas y el impulso de salir corriendo de ese lugar. Quería
tuviera atrapada en arenas movedizas, hundiéndose lentamente en un abismo de humillación. La risa de Kate se apagó cuando la videollamada terminó abruptamente, dejan
gnidad. Sin embargo, esto iba más allá de cualquier lección de fortaleza. Era una traición que atravesaba cada fibra de su ser, un insulto no solo a ella como mujer, sino a todo lo que representaba. Había sacrificado tanto por