cidido que no pensaría más en Alexander. Había decidido que no lo permitiría. Pero sus planes fueron inútiles. De repente, escuchó pasos afuera d
ma, mirando al techo con los ojos entrecerrados, tratando de parecer tranquila, aunque su corazón latía con fuerza. Fing
estremecerse. Victoria no se movió ni un centímetro, ni dijo una palabra. El tono de su voz era firme,
voz vibró en el aire, amenazante. Hubo una pausa, una tensión palpab
tener la calma, pero las palabras salie
ansar un poco -murmuró, sinti
risa baja, ca
rte quién tiene el control aquí -respondió, y la vibración en su voz la recorr
pensar dos veces. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando él dio un pa
se. No podía dejar que él fuera quien decidiera por ella, pero el miedo, la incertidumbre, la necesidad
lona, y Victoria caminó hacia él,
o suficiente para sentir la tensión entre ellos. La mirada de Alexander
tono tan firme que no cabí
pudo evitar levantar una ceja,
ntó, pero su voz t
te, peligrosa, en cada palabra. La piel de Victoria se tensó, y aunque quiso r
de su camisón hacia un lado, dejándolo caer lentam
d de un depredador que sabe que su pres
o todo
ujó su tanga hacia abajo con los pulgares, deján
e nuevo, con una voz c
, su tono, su presencia, todo parecía encender algo dentro de Victoria. Alexander dio un paso más, cerr
en un instante-. Pero -enfatizó la palabra, haciendo que sus ojos se clavaran
ero firme agarre de su cuello mientras la presionaba contra su pecho. Victoria no pudo evitar notar cuán fuerte era su de
e digan y no te quejarás -su voz resonó como
encontrar palabras que salier
o? -su tono exigí
ó decir f
te su agarre en su cuello. No había dolor, per
Victoria con un susu
rante. Sujetándola por el cuello, empujó suavemente su cabeza hacia atrás para que pudie
eso suave, casi cariñoso, que contrastaba
a -ordenó finalme
planeando? Se agachó para recoger el cam
cama. Quiero que tu silueta quede marcada en las sábanas
ría de nada, Victoria caminó hacia la cama y se metió en ell
bién caminó h
guntó ella, con una mezcla
s de dormir. Estaba completamente desnudo, y Victoria no pudo evitar m
ó, con esa autoridad que
a contra su piel desnuda la hizo jadear, revelando sin querer lo afectada que estaba por toda
cio entre ellos. La atrajo hacia él, pegándola a su cuerpo, con su pecho co
las siete para cenar. Sin excepciones -dijo, su voz firme, aunque
mó, y ella apenas
murmuró, con
o. Me acompañarás en un viaje de negoc
que saliera de su habitación, que se alejara de ella y la dejara en paz. Quería gritar que no iría a ningún lado con él, que se negaba a
sí misma. Quería gritar para que la hiciera suya, para que sus manos recorrieran cada
ltaba. Era el jefe de la mafia más despiadado, el que tomaba lo que quería sin pedir permiso, sin de
a bajo su control absoluto. Alexander no iba a dejarla ir. Ella no era solo una pieza más en su guerra con su pad