a sensual que envolvía a Mateo y Josabet en un torbellino de emociones. Parecían estar atrapados en un juego donde la atra
aroma a café recién hecho se mezclaba con la brisa salina, creando una atmósfera embriagadora. Conversaron sobre trivialidades, sobre
omentó Mateo, observándola mientras revolví
on una media sonrisa, llevando su taz
a ligeramente, una sonrisa pícara
la vista hacia el océano, su mirada perdida en el horizonte. El aire salado revolvía su cabello dorado, creando un halo de
onfortante bajo sus pies. A veces sus manos se rozaban, pequeñas descargas de electricidad que ning
, pero como tantos otros que había conocido en su vida que buscaban jugar y ya. Sin embargo, cada vez que él la miraba con esa intensidad abrasa
bet vestía un bikini negro de líneas elegantes, resaltando sus curvas con sensualidad, y Mateo, con su porte impec
na mujer, Mateo -dijo ella mientras se acomoda
él con un atisbo de diversión en la
ermina esto -respondió ella
, inclinándose hacia ella,
me al final de las historias -s
a de una sonrisa en sus labios, sintie
termine como esperas -ad
, y ninguno de los dos e
uelto más fresca, llevando consigo el aroma a sal y a flores exóticas que crecían en los jardines del
, observando cómo las luces de la ciu
eo, su mirada fija en ella-.
e la tumbona, sintiendo la suavidad de la tela contra su piel, y se acercó a la orilla de la piscina, mojando sus pies en el agua fresca. La sensación del agua fr
su voz un susurro que se mezclaba con el so
iosidad, sus ojos oscur
rlo? -preguntó, con u
gaz que dejó a Josabet con ganas de más. El sabor de sus labios,
su piel, enviando un escalofrío por su espalda-. ¿Q
e ceder a sus deseos. La mirada de Mateo, llena de cal
on una sonrisa enigmática, sintiendo que el j
fáciles, aun así, sentia que toda ella valía la pen
e era una mezcla embriagadora de sal, música y perfume. Desde la terraza del hotel Copacabana Palace, l
a conversación con josabet era un juego que lo mantenía al borde de la rendición. Cada gesto, cada
o más que nunca que el destino jugará a su
án, su amigo y socio, lo
tida de Adrián al otro lado de la mesa. Llevaba una
arqueó una ceja, fi
eramente hacia él-. Desde que viste a esa mujer, has estado diferente. Y t
a baja, tomando un
omo si fuera un hechizo, un enig
sobre la mesa y lo
iene nombr
a extraño, como si al hablar de ella estuviera entregand
teligentes, interesantes... pero Josabet... -Se quedó en silencio unos se
ó una ceja
mado por una mujer? E
pero la intensidad en s
pocas lo han hecho. Pero hay algo más. Hay algo en la forma en que me mira, en c
con atención, sope
no es como las demás
s una mujer que se deje conquistar fácilmente. No es de las que caen con una
estudiando a su amigo con una m
nsas hacer
spiro y dejó su v
ella. No es solo deseo. Es... curiosidad. Una necesidad absur
sonrió
igo, se lla
ió suav
es un peligro q
ara Mateo, el bullicio era un ruido lejano, una cortina de fondo que no lograba penetrar su concentración. Solo podía pensar en ella. En Josabet. En su risa, una melodía contagiosa que resonaba en sus oídos. En la manera en que sus ojos bril
ezclaba sorpresa y diversión, sus ojos
re has sido el hombre que lo tiene todo bajo control, el maestro de la precisió
el sabor amargo y ahumado acariciando su paladar. Sintió el calor de
r? -preguntó Mateo, c
ondió Adrián, con
tió Mateo, con una sinceridad qu
negando con la cabeza, su
ijo Adrián, con un tono en
o cuenta de que Josabet no era solo una distracción pasajera, un juego de seducción más en su vida. Era el principio de algo que no estaba seguro de cómo terminaría, un camino desconocido que lo atraía con una fuerza irresistible. S