Pensamientos
nsamientos. A pesar del cansancio acumulado del trabajo, no lograba conciliar el
en paz. No era solo el beso, sino lo que había despertado en su interior, esa confusión que no lograba
su lado, giró levemente la c
reguntó con voz baja, sin ap
isa rápida, intentando d
-respondió, esperando q
en para aceptar esa respuesta sin más. Sin emba
sión in
cocina. Sus miradas se cruzaron, y aunque ninguna dijo
con voz suave, sin atrever
r tragó
nos
an innecesarias. Jennifer sintió su corazón acelerarse. No podía dejar de preg
s de que su mente vol
salir a despejarse un poco. Caminó por la casa con las manos en lo
claramente con prisa. Fue cuestión de segundos: su pie se enredó c
ó Damian, reaccion
ar que cayera. El estruendo de la bandeja golpeando el su
demasiad
iado
stenerse, sus labios se rozaron en un beso accidental. Fue un contacto fugaz, apena
e hubiera detenido por un instante. Melisa, con los ojos abiertos de p
de lo necesario hasta que, con to
isa, bajando la mirada,
asándose una mano por el cabello mient
uno de los dos sabía cómo reaccionar, qué d
to -dijo Melisa, inclinándose
n de aquel breve roce seguía presente. Se quedó mirán
ba, se dio cuenta de que alg
ea de cómo li
pa. Jennifer no merecía dudas ni pensamientos dispersos de su parte. Ella era su esposa, la mujer con la que había construido una vida. Y si últi
laba con la tenue luz del dormitorio, y por un momento, simplemente se quedó admirándola. Lue
rte olvidar todo -susurró,
spalda. La manera en que la miraba, con esa m
palabras cuánto la deseaba. Sus labios descendieron por su cuello, dejando un rastro de beso
su adoración en cada roce, en cada gesto. Cuando llegó al punto más íntimo de su cuerpo, se tomó su ti
o, escuchando cada suspiro, cada pequeño gemido que escapaba de sus labios. Sus m
tregó a hacerla sentir única, especial, completamente suya. Y cuando Jennifer finalm
endo hasta sus labios. Jennifer lo miró con los o
tiendo su corazón aún
apoyando la frente
a ti.
, enredados entre las sábanas y la certeza de que, a
azo descansaba sobre su cintura con naturalidad, como si siempre hubiera pertenecido allí. Lo amaba, no tenía ninguna duda de eso
intensidad. No había sido premeditado, pero tampoco había sido un error. Había sentido algo
icaba todo esto? ¿Era simplemente curiosidad, una emoción pasajer
espejo, se encontró analizando su reflejo. Quería res
desayuno. La joven levantó la mirada y sonrió con suavida
aludó Melisa co
, sintiendo cómo su corazón latí
stía. Jennifer lo notó cuando Melisa le pasó una taza de café y sus dedos se rozar
menzó a hablar en voz baja, pe
-admitió en un susurro-.
ntara descifrar qué había en su interi
u tiempo
a todo esto, pero estaba segura de que no podía fingir que nada había pasado