nto y débil que a veces encendían desde afuera, y que se filtraba por debajo de la puerta. El suelo de cemento era helado y se m
ía sonreído, ahora me dejaba una charola en el suelo sin mirarme a los ojos. Su rostro era una máscara de mi
onstante, una brasa ardiente que no se apagaba. Podía sentir la piel tiran
Elena me dejó un frasco peque
yudaría", susurró, sin atreverse a mir
sible que Camila sintiera remordimiento
ntarios aparecieron, fl
Es ácido diluido. Para que
i es perfecto. La dejará marcada de por
probaron. Quieren que se vea horrible p
ré el frasco con horror.
ampa en mis manos. La desesperación era un nudo en mi g
la. La acompañaba otra empleada má
e has puesto la medicina", dijo l
esito", mentí, m
hecha un asco. O te la pones
arrastré hacia atrás
oquen! ¡A
y me inmovilizó contra el suelo. Elena, con los ojos llen
, sollozó. "Tengo que h
bilitado. La mujer ruda me sujetó la cabeza. Elena, llo
o. Gritaba y lloraba, pero era inútil. Me ardía como si me estuvieran echando ácido en la piel
o la puerta con llave. Me quedé en el suelo, convulsionando
todo, una parte estúpida y desesperada de mí se aferraba al recuerdo del chico que me
ábanas sucias. Lo saqué con manos temblorosas. La
Sofía?", contestó, su
están lastimando. Me pusieron algo en las quemaduras. Me arde. Por favor, ti
l otro lado. Por un momen
ó finalmente. Su voz son
no. Me ence
allá", dij
rrió. Iba a venir. Iba a salvarme. Sabía que no podía ser
minutos que parecieron horas. Finalmente, escuché pasos en l
go se recortó contr
surré, llena
nía solo a salvarme. En s
rancadas de forma descuidada. Y en la parte superior de la primera hoja, escr
ptura de Víncu
l suelo, patética y temblorosa. Su cara no mo
alvarme había traído m