lular de nuevo en mi bolso-. Confirmando un f
facilidad. Me estaba
rada. Me atrajo en un abrazo, su barbilla descansando sobre mi cabe
. Sentí que la familiar olea
a vomitar -dij
a llamar a ese restaurante y a arrancar
da de lo que pretendía. El veneno repent
par en par por la confusión. -¿Eli? ¿Qué p
do la ira-. Lo siento. Es solo que... me due
voz suave y tranquilizad
elto de un púrpura amoratado. Se avecinaba una
é en el espejo. Me veía pálida, mis ojos sombreado
de mí, su expresión de una pre
¿O era todo solo una actuación, un papel q
queño desliz. Una aventura. El mundo movería el dedo, y luego lo recibiría de nuevo con los brazos abiert
r fracturado, un compromiso que era una me
ía nada en
mano en mi espalda-. Conozco a uno. El m
ultrarricos. El doctor, un hombre de pelo pla
por encima de sus gafas-. Es estrés. Una reacci
a sala de espera.
guntó Damián, tod
reaccionando a algo que le está causando un gran dolor emoci
en sus ojos. -¿Eli? ¿Hay al
ué con l
hacia el doctor, su voz llena de su arrogancia habitual-. So
amante que lleva a tu hijo, Damián. No
arreglar esto era yo. Y m
carrera que había puesto en pausa por él, por su as
-anunció de camino a casa-. Solo nos relaja
presentación
encargue -dijo, si
estaba en su bolsillo. Miró la
ralo
trabaj
voz tranquila-. Prometi
lestia, la lucha. Qu
-dije, un des
lular que sonaba. Finalmente,
to después, s
l y metálico del auricu
ó el volumen. -Es solo Jimena -dijo, su voz u
ando falsa simpatía-. Deberías ir
¿Estás segura? Pued
-dije-. La famil
ar al otro lado de la calle, no hacia la oficina, sino hacia el
és. Una foto de ella, con aspecto lloroso,
cía: "Ahora es to