al parecer el socio mayoritario tenía fama de ser temperamental, egocéntrico, agresivo y mal jefe; todos confirmaron dicha información, cuando la primera orden fue ca
s ya que todos fueron retirados por el contador de confianza, quien se encargó de hacer lo propio y dar a cada uno cartas de recomenda
aron a funcionar bajo la nueva administración, los nuevos empleados desconocían a sus jefes, por lo que el trato hacia cada uno de los clientes y huéspedes debía ser extremadamente amable, aquellos despidos masivos
r la parte lateral del hotel con portería y un ascensor de uso exclusivo de ellos que se activaba con una tarjeta inteligente, código o huella,
psicólogo en la clínica de ayuda y apoyo psicológica de su madre; Rui Smith Dumas y Charlie Cox Duncan, amigos incondicionales, apoyarían a su socio y amigo con los negocios, Charlie era abogado y por su profesión, debía moverse entre todos los negocios de su amigo y de los cuales era socio, se hacía cargo
ntar una pequeña mesa, al ver que Aitor se giró a verla ella sonrió y le guiño un ojo, Aitor tomó uno de los extremos de la mesa y la ayudó a moverla. – Yaiza - dijo aquella joven extendiendo la mano para presentarse – Aitor – respondió él recibiendo la mano. – ten cuidado, la gente es envidiosa y si te ven aquí sin hacer nada seguro le dirán al jefe. – lo dijo acercándose un poco a él para que no escuchara nadie más y camino a traer algunas sillas para poner en aquella mesa, Aitor la siguió con la mirada y se quedó de nuevo en la barra, detalló aquella joven que llevaba una blusa de tiras negra ajustada a su delgado y bien formado cuerpo, y u
ctivamente nunca hablaron con ninguno de los jóvenes que se encontraban dentro del lugar preparando todo. La joven salió de un momento a otro del salón y cuando la vio de nuevo estaba con un trapero secando aparentemente a
tó junto a él. – ¿dónde te toca príncipe? – preguntó ella, él la miró sin entender la pregunta – aquí – respondió él, - te toca dentro, genial, podremos vernos seguido – dijo ella sonriendo sin parecer coqueta. Sus pies no alcanzaban el suelo y no dejaba de moverlos. – no hablas mucho ¿verdad? – preguntó ella – tú no hablas con tus compañeros – respondió él – no, no confío en ellos. – respondió al comentario levantando la mirada hacia el grupo de jóvenes sentados. – ¿porque hablas conmigo? – preguntó Aitor - porqué me inspiras confianza, - respondió ella con una sonrisa de lado. – gracias
erdido a su madre al nacer y desconocía quien era su padre, por lo que trabajaba para ayudar a su abuela, para su estudio ya que estudiaba los sábados en la mañana sistemas en un institut