ista de El
na mancha borrosa en la sof
el dolor incesante y punzante. Mi hombro y mi pierna estaban en llamas. Las heridas, sin tratar, habían comenzado a i
cuando la pesada puerta chirrió al abrirse,
allí, recortado
e y oscura barba en su mandíbula y las sombras de agotamiento bajo sus ojo
mandíbula tensarse, su ceño fruncirse mientras asimilaba mi estado. V
ena? -dijo, su voz áspera por el agotamient
rás de él, y se arrodilló a mi lado. Tenía
n-. El rasguño fue superficial. Pero la conmoción... los méd
into primario de autoconservación superando la agonía que me causaba. El movimiento repentin
respiración en el pequeño y húmedo espacio. No dijo nada, simplemente destapó una botella de ant
pero no era nada comparado co
con voz ronca, mi
antó l
olver
padre. La escultu
uvieron. Cuando finalmente me mi
Tus celos por Isla son patéticos. Deberías estar
Él fue quien me disparó, quien me dejó pudrirme
contra la áspera pared de concreto, y señalé con un dedo tembloroso hacia donde yacía el arrugado acuerdo de divorcio en
ontrajo en un
¿Después de lo que hici
oz quebrándose-. ¡Solo quiero lo q
empapados de sangre al suelo-. ¿Sabes cuánto te he dado? ¡Esta casa, los autos, l
Realmente no lo veía. No podía comprend
a de mi padre para mí -dije, mi voz bajando
llo de algo -¿culpa? ¿fast
tá aquí, a mi lado. Te comportarás, serás cortés y no mo
que me viera, que recordara a la mujer que había construido este reino con él, no solo para él. Había
idad. Había estado es
pie, apoyándome pesadamente en la pared húmeda. Cojeé hacia
e-. ¿Tienes miedo? ¿Miedo de que sin mí, el gran Emiliano
el blanco. Su rostr
neas todas las noches? Te volviste hacia mí y dijiste: "Elena, somos socios. Cincuenta y cincuenta. Todo lo que tengo es tuyo". Incluso firmaste un a
puso pálido
ro despiadado-: "Si alguna vez te t
perficial y rápida. Abrió la boca pa
se abrió de nuevo. Un hombre con una bata b
orita Ferrer está despi
ombre. Miró del médico a mí, sus ojos llenos de un fastidio famil
io, moliendo el papel contra la tierra co
z un gruñido bajo-. Compórta
ara irse, pero se
que se muera en mi propieda
o una mezcla de conmoción y piedad a
bala todavía está adentro. Si no la sacamos pronto, podría
us hombros tensarse. Miró hacia atrás, sus ojos encontr
na palabra, se dio
ido de la cerradura encajando en su lugar re

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