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o, flotando en una nube, obnubilada y eclipsada, ardiendo en mis fuegos, incendiando mis entrañas y dejando que él me acar
ras, queriendo avanzar hasta más abajo de la espalda porque estaba demasiado impetuoso y ansioso de conquistarme y hacerme suya, de tatuar todos mis rincones
dejaba de jugar con la mía con tanto afán que me provocaba más y renovados fuegos en mis intimidades al extremo que yo chisporro
der en mis fuegos, me sentía rendida a su virilidad y que me prendaba ser suya hasta el último trozo de mi adorable anatomía. Aullé excita
tornados impetuosos y afanosos, gozando de esa pasión que se desbordaba como cascadas sobre nosotros, rendidos en ese
, me hacía más afanosa y me provocaba miles de descargas e
al a una piltrafa, seducida, encantada y obnubilada al ímpetu de mi amante, sollozando sin cesar, suspirando, con mis pechos inflados igual
ites más distantes de mis intimidades mientras continuaba besándome con desesperación y enco
DJ, la atención de los mozos y las azafatas era febril, los parroquianos no dejan de brindar, cantar, bailar, iban y venían las apuestas, chocaban los dados, se entusiasmaban los pagadores y talladores retumb
y las sillas. El caos estalló dentro de mi local y los gritos y el pánico se hizo incontrolable. Los parroquianos se pisoteaban unos a otros, se multiplicaron los chillidos y aullidos de dolor y de desesperación colmaron los ambientes. Homb
s desorbitados, lívida y empalidecida, completamente desconcertada. -¡¡¡Señorita Gar
angustiada pensando en un cataclismo o el fin del mundo. Me estrellé entonces con el caos, la desesperación, el miedo y el pánico. Habían muchos tipos
?-, balbuceé h
l agente de seguridad del casino con su cara duchada en sudor, los ojos también a punto d
ientes. -Karina Belmond-, refunfuñé malh

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