tinez - Mil
los vestigios que el adulto tendrá. Un tiempo de desarrollo en todo sentido. Todo eso de que el niño debería vivir una infancia plena, com
ahora me doy cuenta de que me concentré más en su reacción que en lo que salía de mi boca. Tal vez, por prestarle más atención a ella, olvidé restringir
viví esa etapa tan bella, inocente, alegr
do y luchaba contra el dolor, no lo aceptaba como parte de su disfuncional existencia. Como
lía la pena llorar y rogar que no me lastimaran; hasta resultaba peor porque más aviva
truirme porque no les bastaba con destruirse a sí mismos. Era una basura a sus ojos. Si no fuera po
ntes, pero lo que yo recuerdo más vívidamente parte desde esa edad-. Me decían que me trataría con tanto amor como quería, y eso hacía que mojara la cama todas las noches. Esa última parte, ahora que recuerdo, no
cama eran solo una ridiculez de mi imaginación. Los monstruos vivían conmigo, eran familia, er
pequeño pedazo de mi infancia con cualquier maldad que se les ocurriera. Asustarme con pala
nada que en este mundo, agarró un arma y apuntó directo a mi cabeza. Ni siquiera pude tragar. Miraba esa cosa porque si miraba al monstruo que estaba sosteniéndola era seguro que yo gritaría de ter
ces y empezaba a preguntarme porqué tuve tanta mala suerte. Muchos de mis compañeros decían que sus
n cobarde que jamás se atrevió a sacarme de esa casa o quizás nunca quiso hacerse cargo de un niño proble
les me apuntab
quedé mirando ese pasaje oscuro, intentando no temblar, quedándome quieto porque inconscientement
el honor de no disparar. Eso hice, me convertí en estatua, mas no aparté la mirada de esa c
ieran viendo un payaso caer de narices y volver a caer al levantarse. Yo solo me quedé ahí
a y cualquier porquería que hallaran. Salí corriendo antes de quedar em
mí en toda la noche porque volcaba toda
amenaza de matarme. Quería llorar, sentía que algo quemaba en mi cuerpo y cara, pero no lo hi
esos monstruos. Tomé unos cuchillos de la cocina, algunas botellas de licor, todos los sartenes que encontré y los metí a mi cuarto. Ellos bebían alcohol y comían droga, no iban a extrañar no poder cocinar. Tam
gastaba lo que conseguía en droga y volvía a casa más ido que en la tierra, y fui hasta el gimnasio. Al llegar, por supuesto que había muchos padres con sus hijos corriendo por todos lados llenos de felicidad porque po
tonces recordé que había alguien que sí lo haría. Corrí a ver a Brody cuando llegó su turno de trabajar y le pedí por favo
po. Había tiempos en los que se olvidaban del pequeño mocoso que tenían en casa y no aparecían por días, pero tam
sabía que esos idiotas no me dejaría
por mi cuerpo porque me aseguraba de aprender bien, de ser el mejor y derrotar hasta al más grande oponente. Me sentía seguro y eso al parecer hizo maravi
rate, y así me incorporé en
recreos en la escuela. Estaba convencido de que podría d
no habían aparecido en todo el día así que estaba feliz. Usualmente Brody era quien me dejaba comida, pero ese día l
que el viejo lo envió por algo. No quería meterme en líos así que lo dejé pasar. Volví a comer, pero de la nada el sujeto se sentó a mi lado. No sabía qué decirle. Él, en cambio, sí sabía qu
aban, su respiración era pesada y tan solo de ver toda esa combinación de reacciones frente a mí c
que venía a b
a mi cuarto, pero el sujeto tomó mi brazo y me arrastró entre maldiciones hasta el sofá de la sala. Me paralicé por un momento cuando sentí su desesperación por tocarme y arrastrarme hac
rder, no ib
que el viejo siempre dejaba allí para abrir sus cervezas y tan rápido como pude se lo clavé en sus malditas pelotas. L
nde los monstruos entraban a mi habitación a matarme y necesitaba al menos defenderme. El grito del suj
nstruo... co
nos viscosas, rojas, sangrando como el cuerpo que estaba a un paso de la muerte. No escuchaba lo que decía la cuca
monstruo! ¡P
ue, de la nada, me había
ja de alambre a pesar de que me lastimé en algunos sitios. El monstruo se había callado, pero no me importaba, estaba feliz de seguir vivie
dejar armas donde sea que pudiera, de tomar clases de judo y demás artes marciales; si no hubiera vivid
que la mierda caería en mí, eché llave a mi cuarto, pero no tuve miedo. Ya no podía ser peor. Había derrotado a un tipo malo, estos dos no serían nada si i
necesitaba ir a un centro de rehabilitación para menores, pero creo que de algún modo
lgo así o tal vez tengo algo de especial para superarlo. Tal vez el volverme
ue es lo mejor, lo haré porque él fue de mucha ayuda par
rse a los momentos en los que él