onómico. Muchos pagan por objetos sólo cuando es urgente y absolutamente necesario. Gonzalo lo sabía muy bien. Él era el mejor vendedor de la tienda en la cual trabajaba. Por lo que se e
tienda a elegir algunas camisas y corbatas. Él era muy loco para
unas corbatas color fucsias y unas gafas gigantes, se ve ridículo. A Gonzalo le hacían bullying sus compañeros, ya que era el
onzalo. Tantas que llenó tres bolsas atestadas de ropa. El joven ve
iz ancha y suave calvicie, tenía un p
tas. Algunas caían, otras no eran tan tontas. Pero pasado los años, Eduardo ya estaba cansado de probar lo mi
l y bebiendo whisky, que había tenido el placer de degustar a un señorito. Tal como lo hacían los grandes faraones
alo. El joven tenía un cuerpo envidiable a sus 28 años de edad
e regalo para su cuerpo. Claro,
do. Ahora, ya había logrado una perfecta excusa para lograr su cometido. Le compraría a Gonzalo una enorme cantidad de ropa con un solo inconveniente: no tendrí
finitiva, fue así. Eduardo se frotaba las mano
nes, Eduardo compró
ebes llevarme la ropa apenas s
o, la llevaré yo mismo en m
a sus casas. Sólo había dejado a una sola: la señora Teresita. Una mujer anticuada e
upermercado antes que llegara Gonzalo. Los jardine
lo atendió por citofono y haciendo como
adentro, aconsejado por el mismo viejo. Gonzalo miró por el retrovis
licó que traía unas compras de Don Eduardo, pero ella con una sonrisa en los labios no le dio import
una bata abierta de color burdeo de seda. Mostrando todas sus presas con los bellos encanecidos y sus testículos flácidos daban un aire de triste
dijo intimi
n a degustar mis queso
de ella habían distintos tipos de quesos, tales como: Morbier, con la característica ceniza en su centro, Peti
fuerza. Tan a la fuerza, que los labios del joven y la mano del vejestorio quedaron emb
preguntó inqu
siento mareado- resp
eaba a hurtadillas instalando unas cintas en el viejo proyector. La película empezó a andar y Gonzalo vislumbró unas extrañas imágenes pornográficas. Donde salía un viejo, atado de manos y pies, siendo penetrado por unos negros musculosos de manera salvaje, casi animal. Gonzalo no tardó en percatarse que era Don Eduardo, el viejo sometido a terribles actos sadomasoquistas. El viejo murmuró en el oído
Para adonde vas a estas horas de la noche?! Esto es
el viejo regresara a comprar a la tienda? Lo evitaría simplemente, eso! En un momento sentía alivio pero en otros angustia. Desesperación, pero queridos lectores míos: el viejo nunca volvió. Al parecer la vergüenza fue tremenda. Tanto que dicen las malas lenguas que se suicidó, colgandose de la bañera. Otros no son tan pesimistas y dicen que el viejo no fue más para la tienda
me la reservaré dejando la interrogant