ntos. Sin embargo, narraba que una terrible desgracia se cernía sobre todos los miembros de la familia y que yo haría todo lo posible por salvarla. Todos debían hacer caso a mis propuestas sin cuest
en estas circunstancias. ¿Podría saber si tienes algún plan
y sobre mi propia valía. Pero ya que estaba allí, decidí olvida
lla misión, en cierto modo, me había devuelto a la vida y, a pesar de desear que lo que estaba ocurriendo f
rrarme la extravagante explicación de que era una descendiente del futuro y, por tanto, sabía parte de lo que iba a ocurrir. Sin duda, podía centrarme e
der, intentando desglosar la situación en pequeñas partes, como fracciones diferentes de un mismo problema. Al fin y
fruto de las revueltas del Motín de Aranjuez. Era preciso salvarle la vida, sin embargo, había que darse prisa. Nos encontrábamos a 17 de marzo de 1808, misma fecha del comienzo de las revueltas del Motín de Aranjuez. Du
itular el pasado más cercano para situarme a mí misma en el pasaje de la historia en el que me encont
á de acuerdo con los sucesos en este país. Esta situación hace que se firme una coalición con Inglaterra frente a Francia, que da lugar a la Guerra de la Convención, entre 1793 y
asintió so
sión de la historia que conocía. - Pero, si la memoria no me falla, hace tan solo seis años que ha finalizado esta guerra, bastante desastrosa
untó Jaime-. Napoleón dice que utiliza
ra mano. A pesar de creer conocer los acontecimientos que iba a relatar, me interesaba contrastar las diferentes informaciones que pudiéramos tener al respecto. Ademá
zonas -Jaime comenzó a enumerarlas-: el norte será para Carlos Luis de Parma, que es sobrino del heredero, de Fernando VII; la parte central será moneda de cambio para conseguir Gibraltar
ijos del gobierno del monarca, haciendo y deshaciendo a su antojo. Y no solo en el tema político porque, según habladurías, su relación iba más allá del mero gobierno, llegando en algún momento a s
a toda la familia real a Aranjuez, por si las cosas se ponen feas y tienen que huir a Sevilla, y de ahí a América, tal como ha hecho ya el rey de Portugal. Esta noticia ya está corriendo como la pólv
el tenía razón -
-continué explicando lo que conocía sobre la historia-. Saquearán y quemarán todo lo que puedan y mañana mismo,
esta circunstancia? -pregun
no que sospeches que pueda participar en el motín de
serio y preocupado, as
.., mi hijo, mi primogénito... -dijo con el te
ediato, puede verse afectado, puede que muer
e disponía a salir
iré -comen
en un grito, sonó más aterrad
miraron
é explicarme con la mayor claridad que pude.
ad. En mi empeño por que me creyera, le di tod
rán para robarte, te enfrentarás a
y, convencido, asi
é a alguien para q
el jinete, por si viniera herido. Por lo que sé, rec
ue pudo y salió apresurado a dar la orden d
dentro del despacho de Jaime. Su
? -pregunt
te no menos preocu
ntentando recordar e
ciendo considerablemente más grande
erra y las aguas infectadas, habrá una epidemia, ya
ndera de profesión y culta mujer de un médico, conocía todo s
ía dicha enfermedad, solo que, si no ponían las medidas p
argo suspiro sin
olvió a pregun
ción-. Se trata de ti, Engracia. ¿Tenéis algún enemigo en
Sin embargo, hasta ahora no
tuya y la de toda la familia, para quedarse con
a tragó
r el odio que suscitaría todo lo relacionado con el país vecino y el origen del apellido familiar-. El apellido, Bor
ica sin saber si eso también
cambiar -orde
emos? -pregunt
" a tiempo habrá menos posibilidade
mos concentrados, preocupados o ambas cosas a la vez. Me sorprendió que este gesto, que luego se convertía
hacen -
te se dibujó
ia de origen francés y durante mucho tiempo han frecuentado esta casa parientes y amistades de mi suegro provenientes
s franceses crecerá a cada minuto. Si es esta imagen la que e
-murmuró
s acontecimientos que se cernían sobre la familia, que en cierto modo también era la mía, no ocurrieran jamás. Me sentía como repasando u
agarraba con una fuerza sólida y cálida. A pesar de la brevedad de mi presencia,
e abuela Engrac
lgo de ella sentía que vivía en nuestra predecesora ¿o algo de Engracia viviría en
rovocando los ruidos propios de una cocina del siglo XIX. Algo de familiar hallé en todo aquel alboroto de voces y cazuelas que me
n el mismo nombre, pero de apellido Borau, en ve
a. Me impresionó ver al pequeño del cual nacería yo misma casi doscientos años después y to
tímido e introvertido. Rosita, una muchacha de unos dieciséis años, se levantó al instante, dejó el libro que se encontraba leyendo y me saludó con una bre
on la inquietud centrada en el único familiar que se encontraba lej