ESTÁ EN C
ado un banco del Parque Central de la Habana. Para ser sincero, ya estaba acostumbrado a verlo en ese mismo banco por años, desde que gastaba yo mi niñez sonseando por el lugar. Voliznich p
s cada vez más agudos e inquietantes sobre la historia y la realidad del país. El caso es que sus observaciones certeras me provocaron y aún más sus réplicas devastadoras a mis criterios sobre el funcionamiento del mundo, todo lo cu
o de noviembre y al cabo la suya resultó una narración de duración desmedida, pero tan asombrosa que no me dejó resquicio para otro deseo que no fuera continuar escuchándole. A ratos lo interrumpía con preguntas puntuales
a una enciclopedia de sucesos. Y la manera despejada de contarlos no permitía dudar de su vera
nada más que contarte― de pronto el anciano endu
personas hacen confidencias mutuas, desde el alma, sin remilgos hipócritas, como si s
itía réplicas. Al verme titubear, un destello de sus ojos caló en mí s
no seré Alexander Voliznich, ni para ti, ni para nadie―. Fue esta la
de cuestionar, emanaba de sus gestos. Congoja me produjo verlo alejarse, sin que me pidiera al menos acompañarle hasta su casa. Pero al mismo tiempo me marché satisfech
mi tesoro, depurado de todo d
na en el Distrito Federal. En ese tiempo conoció a Che Guevara, siendo este un mozalbete. Aquel trotamundos hablador se acercaba tanto a sus ideas que pronto,
anos, indagar los motivos y las proyecciones de su lucha, si acaso tenían simpatías por la causa socialista. Supo que Guev
. Recibió su contesta a los doce días y además una invitación a visitarlo. Guevara respondió que también deseaba verle, para confirmar la vieja amistad entre los dos. Voliznich tuvo que evadir la persecución de la policía secreta de Batista, que enseguida le puso "cola" detrás, pero finalmente llegó a la comandancia de La Plata un amanecer de octubre, llevado por los prácticos de Che Guevara. Aquel se emocionó mucho de verle y más aún de saber el contenido de la carta de Krushov para Fidel Castro. De pronto se sentía muy sorprendido de que Nikita se tomara tiempo para seguir lo que pasaba en la Sierra Maestra y le pidió al recién llegado que le ha
cólera cada vez que le insinúan esa posibilidad. De todas formas, tú díselo. Quédate co
scolocado. Hablaron largo, o por lo menos habló el jefe guerrillero, tanto que al siberiano le recordó un profeta bíblico emitiendo vaticinios y sente
formas, envíele nuestra gratitud a Nikita. Tengo simpatía por él y sigo de cerca los acontecimientos en la Unión Soviética. Pero no
con un palmo de narices y la sensación de
e Guevara― buscaremos la mane
discurso no podía enmascarar. En ese tiempo tenía muchos prejuicios acerca de la sociedad sovié
l final aceptó la invitación del Máximo Líder a visitar la Unión Soviética. El comandante rebelde quedó deslumbrado por la potencia atómica de la URSS y no tuvo reparos en
s americanos- solía decir Che Guevara, en pl
órica había puesto a Cuba entre los fuegos de dos potencias en pugna. La isla era de pronto el eje del equilibrio mundial, la cabeza de playa a ser tomada. De modo que para no ser vap
staba destinada a destruir los Estados Unidos de un solo mazazo. Le explicó, confidencialmente, que el único y gran problema de la bomba era su masividad: un artefacto enorme que en caso de guerra podía resultar inservible, salvo si se pudiera llevar en secreto hasta
o de disuasión y un modo seguro de que los norteamericanos mostraran respeto por la causa revolucionaria. Y
esestimó el riesgo y fue más allá. Mostró interés en la superbomba gemela y le dijo a Nikita que había una forma segura de usarla, si lograban instalarla en Cuba. Nikita se negó en primera instancia, alegando que era una locura tratar de colocar en territorio cubano un artefacto de tal naturaleza. Pero Fidel tenía sus pr
fue transportada sigilosamente a Cuba en un submarino de la Armada Soviética y se instaló en
robables. Cuánto más daño haría si, con buena fortuna, la bomba-cohete lograba ser disparada hacia la Florida. El efecto devastador de la explosión termonuclear en ese punto sería suficiente para incinerar más de la mitad del territorio de Norteamérica. Nikita insistía en preguntarle a Fidel si acaso estaba claro del costo probable de la operación, quizá demasiado elevado par
a a Alexander Voliznich, le pedí qu
ricanos conocen la existencia de est
Nunca reconocerán que existe, en primer lugar, para no despertar el pánico entre los ciudadanos de su país. Las posibles reacciones ante una noticia de esa clase son imprevisibles. Tener la muerte
su intervención. Fue entonces cuando los buques de la US Navy recibieron la extraña orden de retirarse de las costas cubanas y volver a sus bases, dejando empantanados a sus aliados de la Brigada de Asalto 2506. Esto obligó después a la CIA a mata
o para fines turísticos como el resto de los cayos del norte de Camagüey), ve al extremo oeste del islote y hallarás una ensenada en forma de 'v' con una cala bastante profunda, muy favorable para el arrime de buques submarinos. Al final de la cala debería haber
minó lo esencial de la
vivida para llegar a Cayo Romano; la manera en que finalmente me enrolé como uno más entre los trabajadores de las redes viales y «pedraplenes» que, saliendo del poblado de Esmeralda, cruzaban el mar hacia el agreste islote. Quería referirle cómo, despué
sigilo, evadiendo los lugares despejados, atravesando manglares y canalizos, con el agua del mar a medio cuerpo y a riesgo de ser atacado por cocodrilos. Mi objetivo era alcanzar un punto desde el cual pudiese ver la cala para submarinos, lo que daría veracidad inobjetable a la historia de Voliznich. Hasta que avizoré un punto donde el mar resaltaba en azul oscuro, dentro de la ensenada, señal de una profundidad respetable. Quise acercarme más. Sin embargo, a poco de salir a la costa tropecé con un cercado de malla peeDO!, decía el cartel, con letras
niformados de negro y acompañados de un perro pastor alemán. Al verme gritaron algunos improperios y avanzaron resueltos a mi encuentro. Tuve buen cuidado de dejar caer el teléfono móvil en una oquedad rocosa, para evitar que lo descubrieran al hacerme el cacheo, con lo cual des
confiscaron mi mochila, las patas de rana, una máscara de buceo y una escopeta rústica de aire a presión, to
dónde me llevaba. Solo me advirtió, cuando le dije que debía volver a mi labor en la construcción de la carretera, que no era necesario, pues ya estaba de baja y q
eó el sujeto al volante, mientras mo
a que se refería
cionales con destino a la Habana había sido retenid
me ayudaba con la maleta y ya en la puerta del ómnibus,
suerte. No vuelvas a aparecerte po
ontarle a ningún otro ser humano. Pero Voliznich no estaba en su banco de costumbre, ni lo estaría más en l
confianza en toda mi existencia. No tengo otro modo de describir la sensación que me produjo ser poseedor de tan molesto secreto. Un secreto el cual p
r el significado de las palabras de
si es que volvemos a vernos, ya no s